lunes, abril 29, 2024
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¿Dónde están ahora los del “No a la guerra”?

Finalmente lo ha hecho. Putin, el mayor liberticida de la reciente Historia de la Humanidad, ha perpetrado la invasión bélica a Ucrania. Con ello, además de la agresión a un país todavía independiente y de la violación de la legalidad internacional, ha provocado -solo en unas pocas horas- decenas de muertos, varios de ellos civiles.

Junto al shock emocional que provoca cualquier guerra y al desánimo que genera la débil respuesta de los organismos internacionales: ONU, OTAN, Unión Europea, y de los países que lideran el mundo, en clave interna clama al cielo el silencio cómplice de las vociferantes masas que se lanzan a la calle en otras ocasiones escupiendo de forma espasmódica el consabido ¡No a la guerra! 

¿Dónde están ahora? Su pasividad induce a pensar que su manido eslogan no es aplicable si la guerra la inicia un heredero del comunismo, el sistema político que más muertos ha provocado. Y que silencian su grito de guerra si el país agredido mantiene buenas relaciones con el mundo occidental.

En los días previos hemos escuchado como criticaban a los gobiernos de las democracias occidentales, incluido el gobierno español del que forman parte, por su posición contraria a los movimientos prebélicos del liberticida. Ahora, cuando Putin ha consumado su agresión, seguimos sin escuchar que los “no guerristas” le dirijan reproche alguno ni a él, ni a su régimen totalitario, ni al sistema comunista que le precedió. Resulta nítido que saben aplicar como nadie la conocida “Ley del embudo”, ancho para mí, estrecho para ti que, tal como la aplican significa ancho para el comunismo y estrecho para las democracias. Lo hemos visto con su actitud en los casos de Cuba o de Venezuela

Esta lacerante actitud de pasividad ante el imperialismo ruso emergente que acaba de iniciar una nueva guerra no es exclusiva de los líderes políticos podemitas, pues concurre también en sus intelectuales de cámara y en aquellos cómicos que se desgañitaban antaño. Reconozco mi interés por comprobar si Bardem y los suyos van a lanzarse esta vez a la calle, alzar el puño y vomitar los guerreros gritos que vomitaron entonces.

Más allá de las reflexiones expuestas hasta ahora, es preciso constatar que el precario orden mundial acaba de ser abierto en canal. La estrategia de la disuasión recíproca no ha funcionado. Y su fracaso se debe a que los liberticidas conocen la debilidad operativa que ante ellos tienen las democracias precisamente por eso, por ser democracias. Estoy convencido que serán muchos los ciudadanos rusos disconformes con la guerra iniciada por Putin. Sin embargo, no hemos visto una sola acción de protesta en las calles de Moscú. Es lo que tienen las dictaduras, a ver quien se atreve a protestar contra el dictador.

También debe constatarse que, desechada la intervención militar internacional en apoyo de la libertad, la independencia y la vida de los ucranianos, el resto de las posibles medidas aplicables deberían aplicarse con la máxima intensidad que imaginarse pueda. No solo las sanciones económicas que se manejan, también otras muchas. Rusia debería ser expulsada de todos los organismos internacionales. Sus equipos deportivos, nacionales y de club, deberían ser excluidos de cualquier competición deportiva. Las embajadas extranjeras deberían retirarse de Rusia. Las embajadas y consulados rusos deberían ser clausurados en todos los países democráticos…

Sin duda, las sanciones económicas, las que he enunciado y todas las demás que fueran posibles tendrán para Occidente un alto coste. Pero mayor coste será permitir la amenaza de la libertad que representa ese antiguo comunista que hoy tiraniza a Rusia y que está dispuesto a seguir expandiendo su tiranía.

El mundo libre se está jugando. Malo será que no haya aprendido de las experiencias históricas que tanto han costado.

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