sábado, mayo 4, 2024
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Rusia, guerra y reconfiguración geopolítica

Rusia hoy cruzó el Rubicón con Ucrania en una campaña militar que ponía fin, de forma definitiva, a la degradación de las relaciones entre Kiev y Moscú. Tras más de un mes de tensión entre Occidente, liderados por Estados Unidos y Ucrania, y Rusia que provocó una escalada desigual en la región con la huida de diversas misiones diplomáticas de Kiev a Lviv, frontera polaca, el despliegue de tropas cerca de Ucrania tras el fin de las  maniobras con Bielorrusia, las escaramuzas entre el ejército y milicias ucranianas contra las milicias de Donbass. Rusia, apenas hace dos días, reconocía a ambos estados y firmaba acuerdos de asistencia mutua.

Sin embargo Rusia, en lugar de pasar a mantener unas posiciones defensivas en Donbass para proteger a sus aliados regionales; ha llevado a cabo un ataque que ha cubierto todo el territorio del estado ucraniano violando la soberanía, los principios de no injerencia en los asuntos internos de los estados y, obviamente, ha pasado a la ofensiva de una forma agresiva que hace injustificable que sea, por lo menos, una mera defensa de sus intereses.

Lo que vemos aquí no es sólo la defensa de sus intereses nacionales, de seguridad y fronterizos sino una ofensiva que el mismo Vladimir Putin ha declarado que no tiene como objetivo anexionar el territorio de Ucrania sino que el target es desmilitarizar Ucrania para proteger a sus aliados en Donbass. Semejante operación, con estas características, no debe tener como objetivo simplemente el destruir arsenales, que pueden ser reconstruidos, sino forzar un cambio político en la actual situación, cambio político que sea como fuere ya ha condenado a Ucrania.

El futuro de la viabilidad del país ya está en cuestión. Como decía en los anteriores artículos, estamos asistiendo a la partición del país, un país escindido entre rusos y ucranianos que ha acabado definido en dos términos mutuamente excluyentes: ucranianos alrededor de la Rada Suprema y el Presidente (Zelensky u otro) como defensores de la “ucraniedad” e independencia del estado y los prorusos en las regiones de Donbass.

Esta actual operación rusa intenta definir, sin embargo, los términos intermedios de estas dos esferas de influencia a nivel étnico, político y territorial, lo cual puede implicar la división del estado en dos entes estatales: una zona ucraniana reconocida y el resto como estado de reconocimiento limitado. Esta operación recuerda mucho a la Operación Atila de Turquía en Chipre que usando la defensa de los turcos ocupó el norte de la isla y tras unos años construyendo una estructura estatal de facto abandonó la isla “independendizando” la zona turca, de facto independiente pero bajo influencia determinante de Ankara y manteniendo una República Turca del Norte de Chipre como estado no reconocido.

Este pretexto puede darse en el marco de esta operación una vez que las operaciones aéreas y bombardeos den paso a la invasión terrestre. Esta operación, sin embargo, no puede ser eterna ni larga en el tiempo ya que Rusia tiene la capacidad militar de tomar todo el territorio pero su capacidad económica hace que sea un rival débil, sexta economía mundial con un PIB algo superior al de Italia, con un 3% de volumen de comercio superior a España movilizando 100.000 soldados, armada, fuerzas aéreas, artillería etc… y en una guerra abierta en Ucrania. Esto debe ser una sangría para las arcas de Moscú, sin contar con la caída de un 45% del mercado ruso y la caída del rublo hoy, que se supone que continuará su caída, eso sólo con la guerra…sumemos las sanciones.

Esta actuación en defensa de los intereses rusos pero también de la nación rusa en el este de Ucrania coincide con la idea de que Rusia es el centro del mundo eslavo y Ucrania, que es una zona eslava y postsoviética cogida con pinzas, debe ser controlada. Moscú sabe muy bien que los estados eslavos más occidentales están fuera de su influencia (República Checa, Eslovaquia, Polonia) pero en Ucrania aún puede retener influencia y territorio que sirva de colchón a sus propias fronteras no por un mero temor a la OTAN o a la UE (la OTAN es nuclear pero Rusia es también potencia nuclear), Rusia tiene un gran aliado en China y en los estados de la CEI, sino por la necesidad de dinamizar un espacio donde proyectarse sin la fiscalización de Occidente.

El objetivo de Rusia es el de dinamizar un espacio eslavo en sintonía con Moscú del cual poder obtener seguridad, réditos económicos y estabilidad frente a Estados Unidos y la UE en Europa. ¿A qué se debe esta actitud actual de Rusia?. A la situación actual, tras el breve impasse de democracia liberal de la era Yeltsin con la consecuente pérdida de poder internacional, los conflictos y conflictividad social interna, la mafia, los oligarcas, la guerra civil en Chechenia y la casi guerra en Tartaristán, Vladimir Putin se propuso dominar el país para estabilizarlo.

El control interno, el uso de instrumentos del estado pero también la guerra contra los oligarcas rusos que acabaron exiliados, muertos o en la cárcel o formando parte de los cuadros extraoficiales de Rusia, auguró un orden de cosas estable basado en la autocracia (tradicional en la historia rusa). Esa autocracia vino acompañada de un aumento de la riqueza y la estabilidad y, con ello, la casa se estabilizó

Frente a esto Rusia, una vez con su situación interna estable, decidió consolidar su poder como potencia emergente pero con una particularidad que no tenían otras potencias como China, India o Brasil: Rusia, era heredera de la URSS y eso no sólo computaba para ocupar la silla permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, sino que era también una carta de naturaleza, unida a la de la defensa de la etnicidad y cultura rusas (ya esgrimida en Osetia del Sur) para justificar un colchón de influencia, en principio, alrededor de sus propias fronteras ya fueran en el Cáucaso (Abjasia y Osetia del Sur) o en Europa del Este (Donbass). Sin embargo esta carta de naturaleza sobre Donbass se extiende sobre toda Ucrania, considerada en algunos círculos políticos rusos como un estado artificial ideado por Lenin y, por ende, sin legitimidad.

Ucrania es, para Moscú, la oveja negra de su espacio de influencia eslavo y postsoviético. De hecho el único estado de reconocimiento limitado postsoviético que entró, tras solicitar entrar en la federación rusa, fue Crimea y Sebastopol por su importancia estratégica: Osetia del Sur, Transnistria o Gagauzia fueron rechazadas en su día.

A día de hoy, con esta operación y el intento de desmilitarización de Ucrania, se busca lograr objetivos políticos y esos pasan por reconducir a Ucrania a la esfera rusa por las malas (esfera rusa puesta en cuestión dentro del estado ucraniano desde la era Yushenko), frente a la imposibilidad de sustituir a Zelensky por un proruso (ya que contaría con la oposición tanto de la Rada Suprema como de los ucranianos), el objetivo es amordazar militarmente a Ucrania para que no moleste en el espacio de influencia determinante ruso que, tras la operación, podría ampliarse a un colchón más amplio de seguridad controlado por Rusia o, tras debilitar el país y por la inercia de la guerra, que se produzca la efectiva caída, disolución y partición del mismo al más puro estilo yugoslavo en zonas etnopolíticas significadas geopolíticamente.

La realidad, sin embargo; es mucho más compleja ya que ahora mismo, mientras escribo y usted lee este artículo, el territorio ucraniano está siendo bombardeado y los combates no cesan. Esta actuación no es sólo defender Donbass del ejército ucraniano sino que, de paso, Rusia consolida sus posiciones en el Mar Negro y en el Este de Europa a través de la confirmación de un espacio geopolítico propio en un mundo multipolar.

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