sábado, abril 27, 2024
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No mentirás: posverdad, geopolítica y bulos

«La primera víctima cuando llega la guerra es la verdad» (Hiram Johnson).

El octavo mandamiento es claro: “No mentirás”, ¿por qué no es bueno mentir? Porque con la falsedad lo único que logramos, a nivel social, es romper la cohesión social, generamos desconfianza y ello trae de la mano la debilidad social, y en la gigantesca jungla darwinista llamada mundo, ¿qué pasa con los débiles? Desaparecen. Nosotros, si seguimos así, acabaremos desapareciendo.

Cuando hablamos de posverdad y geopolítica estamos hablando de uno de los pilares más importantes de la propaganda y la información. Este neologismo hace referencia a un acto político en el cual la verdad (la concordancia de los hechos relatados con la realidad de los mismos) queda supeditada al interés político en virtud a las emociones.

No es una mera falsedad, una mentira, sino una estafa política o chantaje emocional. En el proceso de establecimiento de la posverdad el objetivo de la misma es despertar las emociones del receptor y anular su juicio por el efecto de las mismas o por defecto. En el segundo caso (la anulación por defecto) nos encontramos con una posverdad que, aunque el sujeto conozca su falsedad, manipulación o exageración no puede oponerse a ella debido a la presión social.

La posverdad no es una mentira categórica, sino una verdad retorcida y dirigida a los sentimientos de la opinión pública para hacerle aceptar situaciones presentes o futuras. Es una de las formas más sutiles de manipulación política y necesita de la connivencia de los medios de comunicación e internet para repetir y hacer aceptar, por saturación, los hechos.

Uno de los actos donde la posverdad se ha ido desarrollando es en el marco de la creación y búsqueda de elementos de conflicto social a favor del poder ideológico. ¿Objetivo? Establecer paradigmas de comprensión por el cual, tras repetir axiomas y falacias, la masa social acepte sus propuestas de tipo moral.

El gobierno, como gestión de la res pública (de la cosa pública), nos invade, toma posiciones dentro de nuestra intimidad y, por sobre todo, donde más importa: en nuestra mente y en nuestra moral. En ese momento el Estado se convierte en el ente opresor que ahoga al ser individual.

Lo que nos venda debe ser siempre dramático, cuanto más dramático mejor. Sin embargo, conforme aumenta el dramatismo del hecho que nos quieren vender más pequeño es el porcentaje de su realización. Es decir, los actos con los que nos bombardean son minoritarios pero sirven para la manipulación. El objetivo de la posverdad es distorsionar la realidad y eso el Estado y los medios de comunicación lo hacen a la perfección. ¿Resultado? Que las realidades incómodas se obvian, no existen o son “reaccionarias” (contrarrevolucionarias).

Eso es lo que ha ocurrido con el bulo del culo. El chico miente, denuncia que le han agredido sumándose a la ola de agresiones reales (algunas con resultado de muerte) que se han dado contra mucha gente, no sólo contra gays sino contra mujeres (¿cuántas violadas por grupos privilegiados por la ideología posmoderna hay, grupos de los que no se puede hablar?) y contra chicos, como el caso Alexandru Andrei.

Estos casos, el de las mujeres atacadas o el de Alexandru mueven titulares y se olvidan rápido. Sin embargo, el bulo del culo tenía todos los alicientes. Una turba de encapuchados, un portal, una víctima explotable por el sistema… pero era mentira y la policía lo descubrió, los medios callaron y rápidamente modificando el lenguaje cambiaron la historia… no era una denuncia falsa ni una mentira… era una “agresión consentida”.

Sin embargo, el daño lacrimógeno estaba hecho: la maquinaria es como un gigantesco intestino que todo lo digiere ya sea por repetición, asimilación o silencio y, en este caso, la omertá hizo efecto: salvo en las redes sociales, ese jardín donde aún la verdad tiene cabida, se contrarrestó el veneno que desde los medios masivos se lanzó.

¿Por qué, sin embargo, tanta virulencia? Porque estamos en guerra, idiotas, en la guerra de clases donde aún vive la izquierda y sus hijos postmodernos, una guerra declarada pero no asumida, una guerra que ya (por ahora) no es con las armas sino desde las instituciones, desde la modificación del lenguaje, desde la política y los medios de comunicación y usted es la víctima.

La posverdad, las mentiras, han justificado guerras mundiales y guerras civiles, desórdenes, locuras colectivas y demás sindioses. Es auténtico ácido porque no es sólo la mentira y su uso per se sino toda una estructura de pensamiento y una metodología del uso del mismo.

La posverdad consiste también en descontextualizar textos o frases, aumentar su importancia y repetir constantemente las implicaciones sentimentales de las mismas, es como una reducción al absurdo pero cuyo objetivo no es sólo desprestigiar sino manipular los sentimientos de los receptores y despertar sentimientos contra la persona sobre la que se lleva a cabo la operación de posverdad.

Esta primera posverdad es la de la “realidad del suceso” y es actual, otro tipo de posverdad (el usado por grupos populistas de derechas) se centra en una posverdad sentimental y nacionalista con el deseo de una vuelta a un pasado mejor.

Por otro lado la posverdad como objeto político ha sido capaz de avalar guerras. En 1991 se dio a conocer al mundo entero la historia de Nayira, una supuesta niña kuwaití que relataba como los soldados iraquíes mataban a los niños sacándolos de las incubadoras en los hospitales de Kuwait City. Estos testimonios, retransmitidos al mundo entero, dio apoyo moral a la campaña de George Bush contra Sadam Hussein y dio alas a las posteriores intervenciones en Irak. Luego se supo que esta niña era la hija de un diplomático kuwaití en Estados Unidos y que no había estado en el país durante la invasión iraquí.

La de Nayirah era una mentira sentimental que actuó como un chantaje emocional pero, sin embargo, en los Balcanes se acusó a los serbios de crímenes de guerra, violaciones y genocidios, cosa que se llevó a cabo por las tropas serbias, pero se obvió las agresiones de albaneses, albanokosovares, bosniacos y croatas contra los serbios de tal forma que la realidad fue sesgada para, de nuevo, justificar la campaña contra Yugoslavia y criminalizar a los serbios mostrándoles como los únicos agresores cuando, en realidad, eran uno más de los varios actores que cometieron atrocidades durante la guerra.

En el caso de la Guerra de Irak no existió posverdad sino una mentira diplomática que, a la larga, se demostró mucho más inefectiva ya que era poco creíble y aunque apelaba al miedo iba más dirigida a la razón, debido a la constante repetición de términos científicos difusos para el grueso de la población, sin embargo durante la Guerra de Siria se acusó constantemente al ejército del Presidente Bashar al Asad de bombardear civiles.

Esos civiles estaban secuestrados y usados como escudos humanos por parte de los terroristas pagados por Occidente, Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos por lo que quién cometía los actos de guerra eran los terroristas opositores al gobierno sirio, es más las campañas de grabaciones de niños y personas asustadas se demostraron que eran llevadas a cabo por miembros de los grupos terroristas, especialmente Al Qaeda, para provocar la reacción de la sociedad occidental y forzar una posible intervención contra Bashar al Asad.

La posverdad como manipulación se dio en ese momento así como por la llegada masiva de refugiados sirios y la constante muestra de fotografías morbosas como las del niño ahogado Aylan Kurdi con la cual se acusaba al gobierno de Bashar al Asad de cometer actos de terror y forzaban a la población europea a aceptar a esos refugiados a cualquier precio pero obviando que estaban siendo usados por Turquía como elemento de presión geopolítico y como forma de obtener beneficios de Europa, especialmente el pago de 3.000 millones a Turquía en 2016 para proteger las fronteras en lo que podríamos hablar de una de las mayores operaciones de tráfico de personas y chantaje del siglo XXI llevados a cabo por Turquía aunque Marruecos también hace lo mismo.

Mientras las críticas contra el gobierno de Bashar al Assad se llevaban a cabo veíamos civiles sirios y extranjeros así como soldados siendo decapitados, ejecutados, quemados vivos e, incluso, un yihadista de Al Qaeda comió el corazón de un soldado sirio abatido…esas imágenes fueron obviadas o relativizadas mientras que a las tropas sirias, que se comportaban de acuerdo al derecho internacional público y las leyes humanitarias de la guerra, eran vejadas y criticadas.

La posverdad como elemento geopolítico llegó al absurdo cuando se acusaba de forma anual en los medios de comunicación a Bashar al Asad por el uso de armas químicas cuando una comisión de la ONU entre los que estaba Estados Unidos avaló la destrucción del arsenal químico sirio en 2014.

Sin embargo la posverdad como situación negativa también existe y consta de la no explicación de forma correcta de los actos que se llevan a cabo, su uso para ocultar la verdad o retorcerla a fin de no provocar sentimientos de rechazo hacia una parte, en este caso nos encontramos con la protección mediática a favor de Arabia Saudí en la Guerra de Yemen o la protección mediática que goza Marruecos a la hora de no hablar de que es un narcoestado, que comercia y chantajea a España y Europa Occidental con la inmigración de forma encubierta a través de la exigencia de pagos por la defensa de las fronteras o la represión de los saharauis.

La posverdad, como hemos visto, tiene como objetivo la provocación de emociones que, por definición, al no ser racionales se convierten en una forma de condicionar el pensamiento y las reacciones de los sujetos ante ciertos hechos o personas estableciendo unas categorías de filias y fobias.

La posverdad es un elemento mucho más profundo porque no es una cuestión aislada sino que es una cadena de transmisión de información por la cual los arquetipos que establece de buenos y malos se identifican con los deseable y lo no deseable y, por lo tanto, es usado para coartar al rival político o a otros colectivos.

La ventana de Overton es un marco de tolerancia sobre la posverdad por la cual se modifica una situación, se exagera y se va probando el umbral de tolerancia de la ciudadanía sobre tal o cual hecho. Eso se hace mediante la normalización de una actitud o idea, su vinculación a ideales modernos y democráticos que son identificados con lo bueno, deseable y frente a ello los que se oponen, aunque argumenten con lógica y razón, formarán a ser parte de un colectivo opuesto a los valores identificados como democráticos siendo que la realidad se vende como un paquete de buenos y malos.

El hecho sobre el cual se ha llevado a cabo la operación de posverdad se convierte en algo del cual deriva una situación o nuevo status quo defendido como bueno, humanitario y democrático mientras que los que se oponen al mismo y argumentan pasan a ser malos, antidemocráticos y a ser acusados, por ejemplo, de fascistas aunque la argumentación de los primeros sea más una disonancia cognitiva o una radicalización y la segunda una argumentación lógica.

Para la lucha retórica los defensores de la posverdad no pueden argumentar de forma lógica ni atenerse a la realidad que, por su propio discurso ya está adulterada, sino que su estrategia será seguir incidiendo en el hecho (aunque sea falso) para seguir invocando los sentimientos de los receptores y fundamentar su defensa en falacias lógicas (especialmente el argumento ad hominem, la afirmación del consecuente, argumento ad nauseam y el reductio ad hitlerum en cualquiera de sus formas aunque la lista falaz del argumento lógico en la posverdad puede ser muy amplio).

La defensa ilógica al estar apoyada sobre elementos emocionales e identificar al contrario con ideologías y movimientos que provocan rechazo general tiende  a imponerse ya que se vincula lo indeseable para la sociedad con el argumento contrario.

Como vemos la posverdad es un elemento social y geopolítico de manipulación excepcionalmente peligrosa por su capacidad de nublar y contaminar la relación del sujeto con el hecho sobre el que se construye la posverdad entendiendo la misma como la defensa de un interés particular o de un colectivo en un entorno más grande.

Debido a la capacidad de la posverdad para establecer arquetipos y condicionar, en base a filias y fobias, todo un ideario defendido mediante falacias que provoca el desprestigio o directamente el silencio de aquellos que saben que están frente a una manipulación, ya que aunque no lo parezca, el mayor peso para coartar a los que no aceptan la posverdad es, precisamente, la presión social y con esto se justifica la toma del poder, el desprestigio del rival político en el ámbito doméstico así como guerras, violación de Derechos Humanos etc…

De hecho la defensa de la posverdad se hace desde la “detección de bulos” por parte de empresas deshonestas ¿por qué?, por vinculación ideológica, hay que defender un virus que se ha atrincherado dentro del sistema, un parásito que vive a costa de otro. La detección de bulo, es en realidad, censura bien disfrazada, elegante, con estilo y una gran sonrisa…las dictaduras chillonas, estrictas y severas han pasado de moda.

¿No quiere que le engañen?, no crea a nadie. Como Descartes haga de la duda metódica la base de su vida y contraste, contraste las noticias…eso es lo que ellos temen.

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