viernes, abril 26, 2024
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Leyes viejas para un mundo nuevo

Ayer mismo compartiendo con uno de los mayores expertos académicos en aplicación de las leyes al ámbito práctico que requiere el mundo penal, aprendí de nuevo en una frase lo que sin duda condensa mucho más, y que al formularla parece obvia de lo sencilla y evidente que es: las leyes de un mundo analógico no valen para el mundo digital. Al escucharla todos debemos asentir de su absoluta posición Analítica (aquello en lo que el predicado esta incluido en el sujeto y por tanto es redundante… pero necesario para los neófitos) pero hay que formularla, y eso sólo lo hace quien puede condensar toda la jurisprudencia en una frase. Los demás sólo repetimos lo que oímos.

En un mundo donde la gente, las costumbres y las necesidades laborales requieren una velocidad de asimilación que, a poco que te despistes, estás OUT de todos los sistemas; cuando se aplica esta máxima a las necesidades de información y procesamiento de datos, entonces nos encontramos con una autentica aporía: “No podemos usar la información para la toma de decisiones si no está enmarcada en una norma legal”… evidente, pero al tiempo estéril e incapacitante, porque la máxima jurídica que protege nuestro sistema es que nada que no esté legislado está dentro de la legalidad. Y el mundo hace tiempo que abandono el ritmo del poder legislativo.

Durante los últimos meses cada vez tenemos más claro que actuar dentro de la ley, conforme a la ley, no es suficiente para articular una defensa adecuada de nuestros valores ante la velocidad que tienen la sucesión de los hechos y ante los “intereses” de aquellos que no están dentro del marco jurídico de un Estado Democrático. Aquellos que pueden situarse en las antípodas de todo lo que nuestros padres grabaron a fuego en nuestras leyes, costumbre e incluso en las capacidades o limitaciones de “comprender” otras mentes, otros marcos teóricos que existen diametralmente a los nuestros. Llegamos al punto de que, para evitar un etnocentrismo somos tan perversos que damos por válido la semilla de la serpiente que devorará nuestro futuro y a nuestros hijos en un mar de relativismo.

No, lo siento, no soy relativista, no soy etnocentrista, pero mucho menos soy un necio que desfundamenta los principios morales de acción que constituyen de forma objetiva el “ser” de la razón humana. Podemos discutir matices, como colores tiene el Pantone, pero los limites deben estar claros, incluso en esas morales heterónomas y monoteístas que tanta sangre han traído, tenemos cultura, religión y sociedad con los principios motores que nos darán solución a las cuitas meramente “retoricas” que hacen ganar dinero a mucha gente, docta, intelectualmente culta, pero sin capacidad de fundamentar nada que permita una toma de decisiones razonable. No hay mano para tanto caradura.

Y es aquí “lo mollar” de la cuestión que me hace tomar distancias para apuntar desde mi emboscadura: sólo desde un planteamiento formalista en moral, sólo desde la confianza en la voluntad inquebrantable del sujeto de la acción en hacer las cosas de forma correcta, no sobrepasar sus funciones o dejarse arrastrar por el “mesianismo”; sólo si eso se diera podríamos dar nuestra confianza a quien debe tomar las decisiones que afectan a nuestra razón de ser, que lo harán guiados por la “Razón de Estado” pero con la salvaguarda jurídica adecuada… Algo a todas luces, imposible, ilusorio y con mi pesimismo antropológico rezumando por cada poro, ciertamente veo peligroso para cualquier sistema.

Sólo la ley, la norma y la cultura, pueden controlar a la “bestia de egoísmo, soberbia y autocomplacencia” en la que el hombre cae de forma irremediable, siempre, cuando tiene poder. La tentación saca de nosotros, no lo peor, si no lo más constitutivo del ser humano: el pequeño dictador, el pequeño “Leviathan” que llevamos dentro.

Pedimos a individuos sometidos a escrutinio voraz de forma permanente, que se mantengan firmes en la observancia de la ley para conseguir unos objetivos que ya han sobre pasado todo entendimiento sobre las normas que les rigen… por obsoletas, mortecinas e inoperativas. Pedimos a tecnócratas que resuelvan acertijos en el mundo de la computación, con herramientas del mundo analógico; queremos que seres que nacen y viven la latencia de las nuevas ciencias y sus riesgos para “nuestro bienestar” (no el que ellos dicen, si no el que nosotros marcamos como estándar), pero bajo las herramientas y doctrinas de un mundo muerto. Anhelamos protección 4.0 y forzamos la aplicación de herramientas que a duras penas cumplirían el estándar 1.0.

Por si alguien no ha detectado lo que veo por la mirilla de mi fusil, me refiero a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, y sobre todo a los silenciosos, anónimos y siempre sometidos al “fiel de la balanza política”, miembros de los servicios de información e inteligencia. Les arrojamos a una batalla perdida de antemano ante gente que ni cumple las reglas, ni están sometidos al imperio de otra ley que no sea la Autocracia correspondiente; aquellos que luchan libérrimamente sin reglas más que la eficacia para sus Sátrapas o los resultados para su “establishment” de políticos y empresarios que tienen otros paradigmas en su cabeza. Aquellos que usan nuestro relativismo onanista, nuestro buenismo operativo, que es inoperante a no ser para salvar Ballenas, Perritos y sistemas medioambientales (los mismos que nosotros destruimos durante siglos, los que ahora dejamos que otros destruyan para salvar nuestra “conciencia verde” mientras otros mueren contaminando sus territorios).

Recomiendo encarecidamente que se lea un poco sobre Cultura de Seguridad Integral, para la Paz y la Defensa de nuestros valores, y sobre todo que intenten alejarse del miedo al “Estado Propio” cayendo en brazos de los intereses de otros Estados.

Debería ser obligatorio leer las ordenanzas y normativas de seguridad, como leer documentos “abiertos” sobre inteligencia y su funcionamiento. Quizás entonces podamos opinar y saber con que “mierda” de normas analógicas tienen que preservar nuestros derechos digitales y proteger todos nuestros “intereses”, muchos ilegítimos, de “ser el ombligo del mundo”. Y hacerlo en silencio.
Sí, de esto va mi disparo de hoy. De la menospreciada “Inteligencia Nacional”, de la desconocida “Seguridad Nacional”, de la ignorada “Constitución Española”. No negaré que, en cada uno de los estamentos citados, exista endogamia enfermiza, vulgares tuerce botas que han medrado a golpe de genuflexión (nunca sabré si por el peso de las medallas ganadas con la sangre de otros, o por que su actitud rastrera va con ellos desde el momento que son dúctiles a los políticos que les convierten en paniaguados, aun siendo de lo más torpe, lo peor).

El tiempo no pondrá a nadie en su sitio por que en esas esferas ya se crearon las leyes para proteger a los lacayos del sistema, en vez de asistir a todos los demás que cumplen con su trabajo a costa de vida privada y enfermedades “profesionales” (aguantar a tanto necio en silencio por imperativo legal a poco te cuesta una hernia, si no un tumor en cualquier parte).

Me cansa hablar con quién critica de lo que no conoce ni el reglamento, que no han visto o asistido a una guerra más que desde la televisión, o aquellos que enarbolan la bandera de la Libertad individual sin saber las obligaciones que conlleva la misma.

Se acercan tiempos raros. Empezamos hablando de leyes inoperantes en el mundo actual y acabamos flagelando a los “todólogos” que nunca, más que se oídas y consigna, saben lo que deben decir.
No hace mucho estuve por azar en un medio nacional, y antes de comenzar la “historia” pactabanse las diatribas, posiciones y limites de los improperios a la par que se mostraban fotos de sus retoños y quedaban para otro momento para esparcimiento conjunto. Ante mi estúpido asombro, cuando manifesté mi inocente y ridícula sorpresa, me acallaron en coro con un “no conoces las reglas del juego… todo es un juego y entretenimiento”…

Apunto pues a sus cabezas. Ellos tampoco conocen las reglas del juego en el que les va la vida y su estatus y además ignoran como “se les cubren sus vergüenzas”.

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