viernes, abril 26, 2024
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La guerra religiosa de Rusia y Ucrania

La guerra que estalló hace justo una semana entre Rusia y Ucrania, que ya estaba activa aunque de baja intensidad desde 2014 tras los sucesos del Euromaidán esconde, en otros niveles más profundos, otra guerra: la religiosa ya que las guerras o conflictos religiosos no sólo se dan en el escenario islámico sino que en Europa y entre cristianos, en este caso ortodoxos, también se da semejante conflicto.

Esto comienza, como casi todo en este espacio eslavo y postsoviético, con la caída de la URSS, el retorno tanto al nacionalismo más identitario y centralista como al nacionalismo separatista más contundente fue el origen de la superposición de guerras civiles donde se libraban guerras con grupos separatistas y demás cacao regional que, desde luego, ha dejado mucho material de investigación pero, en este caso, debemos saber entender lo siguiente.

En Ucrania, salvando a los tártaros musulmanes y católicos tanto de rito latino como de rito oriental, la rama cristiana más grande es la Iglesia Ortodoxa, son ortodoxos. De hecho la cristianización de los eslavos comenzó en la actualmente asediada Kiev, capital del primer rus y madre de Rusia, que más tarde acabarían asentándose en el Principado de Moscú, reconvertido en Imperio Ruso y de ahí hasta ahora, sin obviar el ateísmo de estado soviético.

El caso es que en el siglo X los eslavos se convierten al cristianismo y se cristianiza el Rus de Kiev quedando como una metrópolis del Patriarcado de Constantinopla. Una metrópolis sería una provincia dentro de un patriarcado, recordemos que en la iglesia ortodoxa la jerarquía es interna y piramidal dentro de los patriarcados mientras que a nivel alto los patriarcas están todos al mismo nivel primando, de forma muy limitada y casi simbólicamente, el Patriarca de Constantinopla. No es una gigantesca estructura piramidal como estamos acostumbrados en la Iglesia Católica Romana donde la iglesia confluye en el Papa de Roma en su totalidad. 

Sin embargo el estatus de metrópolis u obispo metropolitano no es definitivo, por cuestiones políticas o de volumen de creyentes a una metrópolis se le puede liberar de la autoridad de la iglesia madre y, por lo tanto, se le “independiza” manteniendo siempre, eso sí, la comunión plena en el dogma y en el rito, cánones etc…,

Este es un proceso administrativo eclesiástico requiere de un proceso y debe ser refrendado por el patriarca ecuménico (el Patriarca de Constantinopla). Pues bien, la autoproclamación de la autocefalía es un cisma administrativo, que no teológico ni dogmático, que invalida toda la estructura que se cree de forma paralela: ordenación de sacerdotes, diáconos, monjas, monjes, administración de sacramentos, iglesias etc…

Estos nombramientos serán ilegales según el derecho canónico y eso fue lo que pasó hasta el 11 de Octubre de 2018. 

Sin embargo la crisis viene de antes. Ucrania pertenecía canónicamente a la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, una iglesia autónoma (el rango inferior al de la autocefalía) dependiente jerárquicamente de la Iglesia Ortodoxa Patriarcado de Moscú. Sin embargo con la independencia de Ucrania una parte de la iglesia, especialmente en el centro-oeste de Ucrania, declaró su autocefalía como Iglesia Ortodoxa – Patriarcado de Kiev fundada por el Patriarca Filaret I (que era metropolitano de Kiev) en 1992 tras una petición al patriarca de Moscú para que reconociera la autocefalia, reconocimiento que no se llevó a cabo y que provocó que el propio Filaret I junto con otros obispos proclamaron la Iglesia Ortodoxa de Ucrania – Patriarcado de Kiev para diferenciarla de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania (del patriarcado de Moscú y de la Iglesia ortodoxa Autocéfala de Ucrania), ambas entidades separadas hasta 2018.

De hecho la guerra entre las iglesias de Kiev (las dos) contra la de Moscú fue muy dura de hecho en 1997 el Patriarcado de Moscú excomulgó a todos los miembros de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana – Patriarcado de Kiev reduciendo a estado de laicidad a sus miembros y anatemizando a Filaret I, esta excomunión fue apoyada por el resto de patriarcas de las demás iglesias ortodoxas ya que consideraban que el cisma iba contra los cánones de la iglesia. 

De hecho, estas iglesias actuaron en paralelo manteniendo los dogmas para dar imagen de autoridad y de pertenencia al entramado cristiano ortodoxo pero, al mismo tiempo, se convirtió en un símbolo de nacionalismo ucraniano frente al poder ruso entendiendo que la autonomía de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania (dependiente del Patriarcado de Moscú) era una forma de imperialismo religioso ruso frente a los feligreses ucranianos que no estaban dispuestos a aceptar. 

Esta iglesia ha sido donde se ha apoyado el sector tradicionalista, nacionalista y antiruso ucraniano para reforzar sus posiciones frente a la población del país, mayoritariamente creyente, viendo que esta guerra religiosa es una máscara más de la lucha por la independencia total de Rusia no ya a nivel político o de influencia (los gobiernos prorusos) sino a nivel religioso ya que tener la autocefalia da a Ucrania la independencia religiosa frente a Rusia culminando el proceso de independencia social.

El 11 de Octubre de 2018 el santo sínodo del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla aprobó la autocefalía de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania y la Iglesia Ortodoxa Ucraniana – Patriarcado de Kiev, revertir las excomuniones y restablecer sus estructuras. En reacción a eso y a los intentos de Kiril I de Moscú de reconducir la situación con mucha diplomacia eclesiástica, que se volvió imposible de solucionar tras el inicio de la guerra del Donbass en 2014 y la separación política entre ucranianos, que identitariamente se inclinaros por las iglesias cismáticas ucranianas y los rusoucranianos que hicieron lo propio con la iglesia ucraniana de Moscú.

La estrategia rusa consistía en defender sus derechos y retener la soberanía sobre su territorio díscolo manteniendo la excomunión y congelando la situación sin darle carta de naturaleza pero debido al giro de los acontecimientos desde Constantinopla y el reconocimiento de la independencia ucraniana surgió otro cisma: el cisma Moscú-Constantinopla de 2018 por el cual los rusos se retiraban de la comunión con los bizantinos sustituyendo el conflicto interno de la iglesia rusa en Ucrania por uno de mayor envergadura entre dos iglesias y sus patriarcas que condiciona la gobernanza de toda la ortodoxia bizantina.

El 15 de diciembre tanto la Iglesia Ortodoxa Autocéfala de Ucrania como la Iglesia Ortodoxa de Ucrania – Patriarcado de Kiev y algunos elementos de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana del Patriarcado de Moscú se disolvieron y combinaron para crear la Iglesia Ortodoxa de Ucrania con sede en Kiev siendo que en 5 de enero de 2019 el Patriarca Ecuménico de Constantinopla reconoció, firmando el tomos, la independencia (autocefalía) de la iglesia ucraniana rompiendo la unión, ya muy trastocada desde la caída de la URSS, entre el Iglesia Ortodoxa Patriarcado de Moscú y la Iglesia Ortodoxa Patriarcado de Kiev.

De ahí que este conflicto que podríamos denominar también como conflicto postsoviético haya tenido un fuerte resurgimiento tras el año 2014 y que el Patriarca Kiril I de Moscú, tal vez uno de los únicos hombres que pueden mirar cara a cara a Putin le haya mostrado su apoyo incondicional en la guerra actual contra el gobierno de Zelensky y haya acusado al actual gobierno ucraniano de “fuerzas del mal” no sólo al Presidente y su equipo de gobierno y la Rada Suprema sino, seguramente, sus palabras vayan con segundas intenciones y se refieran más a Epifanio I que a Volodymir Zelensky que, además, no es cristiano sino judío y poco o nada dice sobre este conflicto aunque entiende que el apoyo de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania es vital ya que con ella arrastra el apoyo de Constantinopla y las otras cabezas de la iglesia.

Por lo que la guerra de Putin por reconducir la situación política y militar es la misma que la de Kiril I por reconducir la situación religiosa. 

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