martes, marzo 19, 2024
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La enfermedad y el remedio

Hoy he vuelto al bar del otro día, a aquel en el que no conseguí escribir nada, supongo que por ese instinto autodestructivo, por ese afán de boicotearme que es tan pronunciado en mí. Y la vida me ha premiado, y eso que yo le debo a ella mucho más de lo que ella me debe: las señoras del otro día, la del hijo en Australia incluida, estaban sentadas enfrente. Otra vez el olor a colonia que me marea; otra vez sus abrigos de piel; otra vez su conversación banal y al tiempo tan interesante que impide que logre centrarme en escribir mi columna. Aunque hoy la conversación iba sobre el marido de una, que es un tipo exitosísimo; tanto, que esta Semana Santa se la lleva de vacaciones al Caribe.

Pero no voy a escudarme en lo mismo del otro día: aunque sigo prefiriendo la conversación, esto es, la palabra viva, frente a la escritura, o sea, la palabra muerta, estaría feo que me librase otra vez de escribir mi columna, que en el mundo están pasando cosas y a mí se me paga por comentarlas. Por ejemplo, que Nole ha ganado, que ha igualado el récord de Nadal, y que además lo ha hecho en la pérfida Australia. O que Villacís busca carguito en el PP de Madrid, pero el PP de Madrid está a otras cosas. O que, si me he enterado bien, los tribunales europeos han hecho caso a Llarena con lo de las euroórdenes y Puidgemont está más cerca de volver, aunque hay quien dice, quien avisa de que su pronunciamiento ha sido muy ambiguo. O que el gobierno ha pactado una subida del salario mínimo. O que el aceite de oliva vale más en España, dice ABC, que en Estados Unidos.

Quizá la más importante de todas es que Feijoo está más cerca de ser presidente, que ya queda menos. Y el tipo está disfrutando, se le notó ayer en el Senado, del último aliento del gobierno de Sánchez, de verle retorcerse antes de perecer definitivamente. Que se está ensañando, vaya, pero desde la moderación, por supuesto. Y los hay que se alegran porque con tal de librarse de Sánchez prefieren obviar que fue Feijoo quien impuso la educación sexual desde los tres años (de la mano, por cierto, de Podemos e Izquierda Unida), quien alentó el galleguismo, quien trató de imponer el pasaporte covid y la vacunación obligatoria allí, en Galicia, en donde siempre hizo y deshizo a su antojo. Y no digo que Feijoo sea peor que Sánchez, eso parece difícil; sólo aviso de que a veces la enfermedad es menos mala que el remedio.

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