jueves, mayo 2, 2024
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El peligro marroquí para España y Europa, por Koldo Salazar

Se habla mucho de los movimientos de Turquía en los Balcanes, de la penetración de los barcos prospectores turcos en aguas griegas, de la injerencia en Siria, Libia o del apoyo de Ankara a los azeríes en la pasada guerra de Nagorno Karabaj así como del control de flujos migratorios desde Oriente Medio hasta Europa, pero sin embargo no es el único país que juega cartas sucias con Europa.

Marruecos es un país peligroso para Europa Occidental, el Magreb y las regiones del Sahel. En primer lugar se ha convertido en un país que utiliza su posición estratégica en el norte de África y su frontera con Ceuta y Melilla para presionar a España y a la Unión Europea por su control del flujo migratorio que llega desde el África negra.

Las autoridades marroquíes piden dinero a cambio de contener estos movimientos, cosa que no hace, ya que el chantaje se lleva a cabo cuando las masas asaltan las islas Canarias, Ceuta, Melilla, el estrecho de Gibraltar o el mar de Alborán con pateras. Eso implica que los flujos migratorios que para llegar allí penetran en las fronteras del sur de Marruecos, a casi mil kilómetros de las costas mediterráneas, no son controlados por la monarquía alawita siendo, además, que esa zona está fortificada por un muro defensivo de 2700 kilómetros que está minado para contener a las fuerzas del Polisario saharaui, entonces ¿cómo entran?, ¿hay brechas o entran de otra forma a Marruecos?.

Al mismo tiempo nos olvidamos de que Marruecos es un narcoestado debido a su papel como máximo productor mundial de hachís, su papel es similar al de Afganistán con el opio obtenido de la resina de la amapola o la hoja de coca en países latinoamericanos, convirtiéndose en el primer eslabón en la cadena internacional del hachís al ser el país productor y exportador.

Sobre el yihadismo y la problemática marroquí nos encontramos con una nueva ola de religiosidad vibrante proveniente de la influencia creciente de Turquía sobre el mensaje sunita a pesar de que Marruecos profesa la escuela malikí del sunismo y el Rey es el “Amir al Muminín” (príncipe de los creyentes). Sin embargo una gran cantidad de yihadistas en Europa son de origen marroquí, muchísimos han ido a Siria e Irak a combatir, algunos han sido detectados en Afganistán también e, incluso, en la no tan lejana Malí.

Al mismo tiempo Marruecos hace dejadez de sus funciones en el control fronterizo de su territorio, permite que sus menores nacionales (los MENAS) salgan de forma ilegal de su territorio sin ningún tipo de control, lo cual deja muy claro el deficiente control policial de sus límites y la ruptura de su tejido social ya que miles y miles de menores cruzan a Europa arriesgando sus vidas.

 ¿Dónde está la familia y quién ejerce la patria potestad?, ¿qué papel juega el Principio del Imperio de la Ley y la restitución de esos menores a sus familias?, ¿dónde queda la protección diplomática de los menores marroquíes?, ¿qué papel está jugando el cuerpo diplomático marroquí en España, consulados y embajadas, a la hora de identificar a los menores para filiarlos y velar por sus derechos e integridad?, ¿cómo pueden ser abandonados por su propio gobierno en un país extranjero del que no conocen en muchos casos ni el idioma?.

En el caso de los MENAS queda claro de que estos quedan bajo responsabilidad del gobierno español que los acepta sin verificar su identidad ni posibles antecedentes y, obviamente, sin velar por los intereses del menor que es, como todo niño, volver a su casa o, en su defecto, quedar bajo la tutela de las autoridades marroquíes que lo tratarán e insertarán en su propia sociedad ya que es responsabilidad marroquí a todos los efectos. Marruecos se desentiende de ellos y, por eso, no son devueltos a su país y viven a cargo del gobierno español.

Hablamos de un país cuya crisis económica va empeorando en paralelo a la mejora de vida del Rey y de sus allegados, un país con un fuerte déficit en infraestructuras y con un grave problema de pobreza y falta de inversión en las regiones del Rif mientras que Sáhara Occidental continúa mayoritariamente bajo invasión y colonización marroquí desde 1975.

Todo esto en un contexto de modernización militar, de revitalización del proyecto del “Gran Marruecos” cuyo objetivo es engullir totalmente el Sáhara Occidental, Mauritania y el norte de Malí hasta el río Senegal, por el este pretende engullir la región Occidental de Argelia, por el oeste las Canarias y por el norte las ciudades españolas de Ceuta y Melilla y más allá. En ciertos textos Marruecos también anhela toda la región al sur del Río Tajo en España en un intento de restaurar el Imperio Almohade identificando estos proyectos políticos históricos con el moderno reino marroquí.

Toda esa ideología postcolonial que considera que el proceso de independencia marroquí no acabará hasta la restauración de estos territorios se une con su irresponsabilidad a la hora de tratar cuestiones como la defensa de la región contra el yihadismo, la droga o la trata de personas. Responsabilidades ineludibles de un estado y que se han convertido para Rabat en una mera moneda de cambio para lograr concesiones de Madrid o, mejor aún, de Bruselas.

Todo ello mientras existe la controversia de las aguas en Canarias tras la aprobación de la ley 38.17 por la cámara baja del parlamento marroquí el 23 de enero de 2020, para la extensión de la reclamación de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) y de la plataforma continental, lo cual choca con los derechos de las aguas territoriales españolas de Canarias y las aguas territoriales que pertenecen al Sáhara Occidental y que están pendiente de descolonizar de iure por España y de facto por Marruecos.

Todo ello con la extensa red de inteligencia marroquí que se ha tejido en España y que implica a los servicios secretos marroquíes como uno de los dinamizadores del separatismo catalán entre los musulmanes de Cataluña, sus contactos con allegados de las altas esferas de la política española y una profunda red de asociaciones, fundaciones y casas culturales en todo el país.

Asimismo, y sin ir más lejos, nos encontramos con acuerdos ilegales de pesca llevados a cabo sobre aguas jurisdiccionales saharauis que Marruecos se atribuye o la comercialización de todo recurso natural que se explote en el Sáhara y que puede ser constitutivo de un crimen de guerra por saqueo de recursos naturales y someterse al principio de justicia universal. 

Todo ello mientras en Europa se aplaude al gobierno de Mohamed VI como un aliado islámico moderado y se cede en todas sus estrategias geopolíticas vinculadas a la lucha antidroga mientras continúa la emisión de hachís de forma constante siendo la Policía española y la Guardia Civil las que desmantelan a las mafias que la comercializan en España y mientras la droga sigue llegando indiscriminadamente. 

Mientras continúa la lucha contra la inmigración ilegal desbaratando mafias de tráfico de personas en España y rescatándolos en el mar mientras que los traficantes de personas desde Marruecos exigen a España dinero para no enviar más pateras. El gobierno marroquí no investiga la comisión de estos delitos ni a los traficantes de persona dentro de su territorio ni muchos atropellos más. De hecho el descontrol hace que no dejen de llegar situando a Marruecos en el mismo nivel que Libia, un estado fallido.

Vemos como el objetivo marroquí es desarrollar redes de interdependencia entre Marruecos, Europa en general y España en particular y alcanzar la suficiente influencia como para reforzar su posición y negociar con ases en la manga, condicionando al repertorio que hemos expuesto cualquier declaración sobre la ocupación del Sáhara Occidental, crítica a la gestión interna de la lucha antidroga/anti tráfico de personas/antiyihadismo o sugerencias para el cambio del modelo político que pase de la monarquía totalitaria marroquí a un sistema democrático de corte occidental como se ha exigido a otros países como Siria, Irak o Venezuela que, desde luego, no son tan corrosivos para Europa como la célebre Turquía de Erdogan o la más desconocida y bien maquillada Marruecos de Mohamed VI.

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