lunes, abril 29, 2024
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El futuro de un país que legisla a favor de sedicentes y malversadores

No ha sido suficiente con el indulto concedido a los ya condenados por el delito de sedición que les permitió salir de prisión antes de cumplir su condena. Tampoco con suprimir el delito de sedición sustituyéndolo por el descafeinado de desórdenes agravados cuya pena asociada será claramente inferior. Ya conocemos que el Gobierno también va a entregar a los separatistas de Esquerra Republicana la modificación del delito de malversación por el que se reducirán las penas que puedan imponerse a aquellos inculpados del procés pendientes de juicio. Y, de paso, se beneficiará también de la reforma José Antonio Griñán, esa “buena persona” que permitió el desvío de cientos de millones de las arcas públicas para enriquecimiento de decenas de sus conmilitones ¿Alguien da más?

No es ya la absoluta falta de ética que supone que el Gobierno modifique las consecuencias de una sentencia y el contenido del Código Penal para obtener en el Congreso de los Diputados los votos que precisa. Es que la ausencia de ética va acompañada de una desvergüenza ilimitada por la que se nos pretende convencer de la inexistencia del trueque pactado, pese a que la calificación como precio de la medida de gracia y de las reformas legales ha sido realizada por los propios dirigentes de ERC con los que el Gobierno ha tenido a bien acordar este ignominioso pacto.

Ante lo sucedido es obligado preguntarse si Pedro Sánchez tiene algún límite, si existe alguna norma o algún principio que no esté dispuestos a pisotear, enterrar o dinamitar en beneficio de su proyecto personal. Proyecto que, a la luz de lo acontecido, parece no tener otro contenido que su permanencia en el poder fuera como fuese, al coste -para España- que sea.

Ya lo he apuntado en otras ocasiones, pero me imposible no reiterarlo: ¿Dónde están los muchos, muchísimos, socialistas que yo creía -y desearía seguir creyendo- que sí rigen su conducta y su pensamiento en base a criterios éticos? Hasta ahora son pocos, aunque notables, los que se han atrevido a cuestionar la deriva de Sánchez. ¿Dónde está el límite de los que no se han rebelado? ¿Tampoco ellos lo tienen?

Realizando un ejercicio de futurismo, no parece descabellado que ante una hipotética nueva legislatura en la que vuelva a necesitar el apoyo parlamentario de los independentistas catalanes y vascos, Sánchez se avenga a ceder a sus nuevas pretensiones. Según lo han manifestado ellos mismos, la primera exigencia de los separatistas en la próxima legislatura sería la celebración de un referéndum pro independencia, con la denominación y vestimenta que diseñen para ocultar su naturaleza real y por el que con toda seguridad volvería a debilitarse el Estado. A juzgar por la conducta que ha seguido hasta ahora, pocas dudas caben respecto a que si Sánchez necesita sus votos volverá a ceder a la presión separatista. Pero ¿y los millones de votantes del PSOE? ¿Van a permitir que se llegue a semejante encrucijada? Las encuestas dicen que, en gran medida, sí. Y éste es el drama de España.

Ciertamente, no se adivina solución fácil para el escenario descrito pues aunque Sánchez sea desalojado de La Moncloa en las próximas elecciones ya hemos aprendido que media España, la socialista, está dispuesta a todo, a cualquier cosa, con tal de lograr y mantener la presencia del PSOE en el poder. Siendo así, nada hace imposible la futura aparición de otros sáncheces que repitan lo realizado por el original. Y, según hemos visto, ni el PSOE ni sus votantes están dispuestos a evitarlo.

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