viernes, abril 26, 2024
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El emprendedor: ni Adán ni Robinsón

Un espíritu emprendedor, por muy espiritual que sea, y por mucho ingenio emprendedor que pueda desarrollar, no puede actuar si no es a través de los mecanismos de un estado. Unos mecanismos que ni pone ni puede poner el sujeto emprendedor. Unos mecanismos que implican lo colectivo, lo social, actuando, y del que este individuo depende totalmente (lo del «individuo soberano» es un imposible como lo es una circunferencia sin centro).

Por ejemplo, si un señor monta un hotel en España, cuenta para ello, como ventajas, unas horas de sol muy largas, un clima, en general, bastante benevolente, que, naturalmente, no pone el estado (la zona climática que ocupa España, templada, determina todo esto). Aunque, hay que matizar, que, si bien es cierto que esa geografía está condicionando al territorio del estado, la acción (secular) del estado también modifica el territorio y, por así decir, amortigua (con las técnicas y tecnologías) esos condicionantes geográficos -que se lo digan si no a los holandeses-. El territorio actual español ya está “roturado”, por así decir, por la acción de la historia en él, y esto se debe, naturalmente a la acción social de los españoles, y también a la acción del estado.  España, precisamente, con su orografía característica (una meseta bastante elevada en el centro, rodeada cordilleras, que caen sobre las costas, y dos grandes depresiones que coinciden con la cuenca de dos ríos) tuvo que “trabajarse” mucho el territorio para hacer unas comunicaciones y conexiones entre sus partes más o menos solventes (y siempre con ciertos problemas endémicos que aún arrastramos -tren de Extremadura, “inexistencia” de Teruel, etc). Una llegada rápida al destino, desde el exterior, es algo importante para el negocio turístico en el que dicho hotel podría funcionar. España es el segundo país con más kilómetros de vía de tren de alta velocidad (aunque ello haya significado sacrificar la vía tradicional, dejando algunas comarcas bastante marginadas en la red de transportes). El turismo, en general, también exige cierta seguridad en las calles, lo que implica una acción policial que también se debe a la acción del estado (y tampoco la pone el “emprendedor”). De hecho, Madrid, Barcelona, etc, ya no digamos las ciudades de provincias, son de las ciudades más seguras del mundo. 

Por otro lado, el turismo en España es de tipo “sol y playa”, y también “cultural”. 

En el primer caso, se trata de playas, las españolas, abiertas al público en su inmensa mayoría, y su mantenimiento también depende de la acción del estado. Por otro lado, el turismo “cultural” depende de un patrimonio (el tercero más importante del mundo, y el segundo de Europa, después de Italia), cuyo mantenimiento también depende del estado (o las concesiones que este pueda hacer a otras instituciones que lo mantengan, por ejemplo, la iglesia católica española). 

Todo eso no lo pone el emprendedor, sino que está presupuesto, y está mantenido con los presupuestos generales del estado.

En definitiva, esa conciencia robinsoniana o adánica, que la ideología liberal proyecta sobre el emprendedor, es eso, ideología: “falsa conciencia” de una realidad distorsionada por esa ideología del “man who makes himself”.

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