viernes, mayo 3, 2024
viernes, mayo 3, 2024

China permeable

“Todo esto pertenecería más bien a un capítulo que debiera intitularse: la falta de espíritu de los chinos” (Hegel)

Cuando en octubre de 2010 se clausuró la Exposición Universal de Shanghái lo hizo con un récord de visitas: los 73 millones de visitantes superaron con creces a los 64 millones de Osaka en 1970, que había sido la Exposición más multitudinaria hasta el momento. Además, participaron 192 países, desde EE.UU. a Timor Oriental, superando también en esto a cualquier Exposición celebrada anteriormente. Y es que desde hace algo más de una década, coincidiendo con la celebración de los Juegos Olímpicos en Pekín y la Exposición de Shanghái, China está dando muestras visibles, en efecto, de que su nueva política de apertura, supone una mayor permeabilidad en sus fronteras de lo que venía siendo habitual. Tanto es así que desde el año 2003 en adelante, y ya al margen de ambos acontecimientos (con lo que tienen de extraordinario), China ha ido escalando puestos en el ranking de los países más visitados hasta situarse en cuarto lugar, con alrededor de 62 millones de visitantes anuales (en 2019), tan sólo por detrás de Francia, España y EE.UU.

La cuestión es si esta permeabilidad de sus fronteras habla de una apertura efectiva o, más bien, se trata de una vuelta de tuerca sobre su cierre, pudiendo suceder que ese mayor trato hacia el exterior no se produzca en razón de una mayor transparencia, sino más bien en razón de que China, al modo de un vórtice o torbellino, se va desarrollando haciendo girar a su alrededor esa exterioridad a la que termina por fagocitar. Es decir, en resolución, ¿se trata de una apertura, frente al tradicional aislacionismo chino, o es que, más bien, el cierre chino continúa, pero pasa ahora por tragarse, como la ballena a Jonás, al resto del mundo (y de ahí su “apertura”)?

Y es que es célebre, sin duda, la persistencia de lo que el marxismo llamó modo de producción asiático con su forma social correspondiente conocida como despotismo oriental: ya Hegel le negaba el carácter histórico a la sociedad política china y lo hacía precisamente en razón de ese inmovilismo social producido, a su vez, dice Hegel, por la ausencia en los chinos de “libertad del espíritu subjetivo”, hablando así, para referirse al tiempo en el que vive el Imperio chino, de una especie de presente continuo (sin pasado ni futuro); por su parte Wittfogel, en su influyente libro El despotismo oriental, sin embargo, critica esta concepción del sistema asiático como sistema estacionario, contemplando la posibilidad de transformaciones en él. En el último libro del conocido sinólogo Jonathan Spence (En busca de la China moderna, ed. Tusquets, 2011) se habla, aunque siempre con reservas, igualmente en este sentido.

En definitiva, y sea como fuera, lo que parece claro es que por fin nos encontramos ante el “despertar de Asia”, según la célebre expresión leninista, alcanzando en el presente, a raíz de ese giro de timón producido por los dirigentes chinos sucesores de Mao, un mayor estrechamiento de las relaciones entre las democracias homologadas occidentales (lo que se llama Occidente) y el núcleo duro del extremo Oriente asiático, bien sea porque Occidente comienza a orbitar en torno al “centro” chino, bien porque China se ve reabsorbida en la “globalización” capitalista occidental.

Marcelo Muñoz, “decano de los empresarios españoles en China” y autor de varios libros acerca del gigante asiático (actualmente preside la asociación Cátedra China), hablaba todavía en el año 2007 de “el enigma chino”, y de cómo encajarlo en el marco de las relaciones internacionales. Parece que ahora el enigma se está despejando, según afirma Muñoz en su último libro (La China del siglo XXI), pero porque es China la que está encajando las relaciones internacionales en una nueva visión, en un nuevo marco que no es el occidental. China, al parecer, “vuelve a ser el centro”.

Relacionados

spot_img

Colaboradores