viernes, abril 26, 2024
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Los indultos, la última mentira electoral de Sánchez

La medida de gracia se suma a una larga lista de falsas promesas que el actual presidente del Gobierno utilizó para llegar a la Moncloa

Que Sánchez ha llegado a presidir España de una manera legal, nadie lo niega. El PSOE ganó las elecciones y sumó una mayoría parlamentaria suficiente para investir a su candidato. Lo que ya no está tan claro es si su mudanza al palacio de La Moncloa fue legítima. Ya saben, del dicho al hecho hay un trecho y Sánchez lo ejemplifica a la perfección.

Del Pedro Sánchez candidato, al Pedro Sánchez presidente, hay un mundo. Muchas de las promesas electorales que iban a ser pilares de una supuesta legislatura socialista, han sido dinamitadas sin escrúpulos en un tiempo digno de récord, en menos de dos años en el poder. Con armas puramente propagandistas, bajo el mando de su jefe de Gabinete, Iván Redondo, Sánchez ha ido traicionando a sus votantes como si fueran meros peones en un tablero de ajedrez. Sinceramente, si fuera votante socialista (no lo soy, por suerte), sentiría urticarias cada vez que Sánchez intenta justificar sus giros de 180º en materias tan importantes como sus pactos gubernamentales. Aunque me temo que algunos se seguirán dejando comer por el «Rey» (o la Reina, según si se acuerdan o no del vocabulario inclusivo) en las próximas elecciones.

Los indultos

Sin duda, el tema más candente de la actualidad política. Sánchez, ahora, es un grandísimo defensor de la medida de gracia. Con una nueva palabrería ‘made in Redondo’, el presidente califica los indultos como «la mejor decisión para Cataluña y la mejor decisión para España». Pese a ello, no hace mucho, de hecho, hace más bien poco, Sánchez y sus cómplices tenían una visión muy diferente sobre estos indultos. El discurso era completamente antagónico: «El cumplimiento de la pena»; «Acatamiento»; «Aplicación de la sentencia»; «Concordia» y un largo etcétera. Siendo francos, y aunque nos intenten vender esa moto, los indultos no son ni la mejor decisión para España ni para Cataluña, son la mejor decisión para que el PSOE se mantenga en el poder, ya que depende de los votos independentistas para seguir gobernando.

El Gobierno de coalición

«Yo sería un presidente del Gobierno que no dormiría por la noche». Sin duda, una de las frases que quedarán para la posteridad en la carrera política de Pedro Sánchez. El actual presidente afirmaba, a escasos meses de las elecciones de noviembre de 2019, que era inviable un gobierno de coalición con Unidas Podemos, ya que tendría que darle un puesto de responsabilidad a Pablo Iglesias, una persona con «poca experiencia política o de gestión pública». Y no lo digo yo, lo dijo literalmente Sánchez en una entrevista. Pero esta no era la única vez que el socialista descartaba aupar a Iglesias a un cargo de responsabilidad en un supuesto gobierno conjunto, decenas de veces juró y perjuró que no abriría las puertas de las instituciones a Unidas Podemos. Pese a ello, ya conocemos todos como acabó la historia: Iglesias, vicepresidente de España.

Bildu como línea roja

El Partido Socialista, y muy concretamente Pedro Sánchez, siempre se mostraba muy digno a la hora de analizar una posibilidad de un pacto con los herederos de ETA, EH Bildu. «Con Bildu no se acuerda nada»; «Nosotros no vamos con Bildu, es una línea roja»; «Se lo digo 20 veces, con Bildu no vamos a pactar». La contundencia en sus declaraciones hacía presagiar que era «imposible» que el PSOE y EH Bildu estamparan sus firmas en cualquier documento oficial. Pero ya no sorprende nada en las filas socialistas. Todas esas promesas fueron tiradas por el sumidero. Primero en Navarra, donde la presidente, María Chivite, pactó los presupuestos con la izquierda abertzale y, luego, Sánchez, que tiró de los votos de Bildu para llegar a La Moncloa tras la moción de censura a Rajoy, y para aprobar los Presupuestos Generales del Estado del 2020. Bildu, la antigua Batasuna, se convertía así en socio prioritario del partido que gobierna España.

Pacto con los independistas catalanes

Otro de los juegos de trileros que Sánchez ha ido ejecutando según su conveniencia ha sido la «bolita» de los independentistas. En infinidad de ocasiones, Sánchez se ha opuesto a la posibilidad de llegar a un acuerdo con los secesionistas catalanes. Una de sus intervenciones más vehementes fue en el debate electoral de cara a las elecciones general del 2019: «No es no y nunca es nunca», afirmaba Sánchez a su electorado en riguroso directo y ante la mirada atónita de sus contrincantes políticos. Con esa promesa, consiguió ganar las elecciones, pero sin los votos suficientes. Fue entonces cuando, ante la necesidad de apoyos, acordó con ERC la creación de una mesa entre el Gobierno de España y el Gobierno de la Generalidad para la «resolución del conflicto político» a cambio de la abstención, necesaria para pisar moqueta en La Moncloa, de los independentistas en la investidura. Un mesa de diálogo que ha tenido como colofón final el indulto a los líderes del ‘procés’, acusados formalmente de delitos tan severos como sedición y malversación de fondo públicos.

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