miércoles, mayo 1, 2024
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Cainismo en seguridad e inteligencia

El emboscado

Durante los últimos meses, pero sobre todo durante las últimas semanas, las noticias cruzadas sobre temas a los que subyace temática o uso de metodologías de inteligencia no para de crecer.

Para la gente dedicada al sector y a sus implicaciones esto debería ser un motivo de alegría. Máxime en países como España en los que queda tanto por hacer en los campos de seguridad integral, inteligencia, ciber… Pero no, no es motivo de alegría porque no estamos preparados para gestionar, analizar, procesar y emitir juicios sobre las informaciones (verdaderas o falaces) que afectan o usan la inteligencia como “humus” desde el que partir en su desarrollo.

En este primer planteamiento, en este “disparo de salida”, creo que lo mejor es sentar los preceptos y ver el caldo de cultivo en el que estamos; y, como no hay espacio para desarrollar completamente cada precepto o cada situación de forma clara, nos tenemos en esta ocasión que limitar a nombrar la base y el significado de conceptos y comportamientos que hay tras la visión o acciones de inteligencia o seguridad. Siendo el mundo Ciber el lugar que actualmente está cobrando más preponderancia por su agilidad y por la propia configuración que permite desarrollar, si no mejor, al menos más dúctilmente los comportamientos en materia de inteligencia.

Sentemos lo que intentaremos sea el hilo conductor de nuestras reflexiones compartidas desde ahora, y sus dificultades. Primero tendremos que hacer referencia al origen o lugar en el que la noticia, hecho o fenómeno a destacar nace a la luz pública. En este caso será la URL o similar ruta en archivo digital que permita su contraste. Sabiendo de antemano que los cambios tanto por modificación, corrección o supresión de la información en las plataformas de internet es tan fácil y ágil que algunas veces será difícil comprobar, no digo la verdad o falsedad de la información, si no ya tan sólo la veracidad de la existencia de tal información en todos sus puntos. En este mundo digital y de mutabilidad permanente debemos acostumbrarnos a vivir. El aviso a navegantes sobre la propia lectura o fundamentación de la verdad está hecho ya.

En segundo lugar, estará la certeza, claridad y distinción de que lo leído, escuchado o referenciado es cuando menos contrastable en todos sus puntos. Algo que ya en sí será imposible. En una sociedad amparada en el hipertexto y en lo “prolijo” de las referencias (no hablo de que sean ciertas) será difícil fundamentar la solidez de las opiniones o afirmaciones. De sobra es conocido que para que algo escrito o verbalizado sea aceptado basta con que sea verosímil, basta con que un 32% sea rigurosamente cierto, para que la información se consolide por la propia velocidad de transmisión y por la acumulación de comentarios y aportaciones que se le suceden. Recordemos que hay 256 formas de razonamiento posibles por su construcción, pero sólo 19 son formas válidas/veraces de razonamiento. Mucho margen por tanto para la elicitación, decepción, inferencia o manipulación desde el punto de vista de la inteligencia, para el control de la información y la creación de “fakes” (noticias a veces que si no falsas si son muchas veces construidas de forma que amparen cuando menos la ambigüedad o sea fácil mostrar una versión como la mejor o más plausible).

La tercera barrera o fenómeno para diseccionar es precisamente lo más oculto y misterioso de la inteligencia y sus aplicaciones: la intención. Algo arcánico, oculto las más de las veces. Difícil es que al comienzo de un razonamiento o editorial se diga desde que postura o posición se parte. Normalmente las etiquetas las ponen otros, pero no las “manifiestan” los que escriben. Esta “no postura” hace que muchas orientaciones coexistan en un mismo espacio. No nos equivoquemos, no es libertad y pluralidad, es mera técnica de encubrimiento y táctica de salvaguarda.

Todo lo anterior nos da que la palabra, escrita o no, se convierte en un talismán. En un referente icónico que sufre de reificación y por tanto nadie se molesta, o se atreve, a poner en duda o en preguntarse su significado. Igualdad, libertad, derechos, democracia, verdad, falsedad… son ahora lugares comunes que pierden su sentido hermenéutico (conocimiento cierto y con atributos de identidad y no contradicción; es decir universales, necesarios e incondicionales que explica, traduce, aclarara o interpreta algo). Como lugares comunes, no se sabe cómo entraron en nuestras vidas, pero sí que ya no se pueden marchar o cambiar de orientación. Los “influencers” de la comunicación o los que tengan capacidad de ser escuchados por la fuerza o el convencimiento, marcarán la nueva verdad y la nueva narrativa.

Con todo lo anterior, sin embargo, lo más terrible para mi es el cainismo (Genesis 4) del que adolecen muchos ámbitos de nuestro desarrollo social en todas sus facetas. No vamos a hacer exegesis del fragmento, ni vamos a valorar si Abel se lo merecía, ni entraremos en el comportamiento de los progenitores, ni la secular pelea entre formas productivas e intereses subyacentes (Caín el Agricultor y Abel el Ganadero), ni por supuesto en las motivaciones reales y ocultas de tal comportamiento (pensar que la “maldad o las acciones que llamamos negativas” son fruto de momentos puntuales de enajenación y no un comportamiento constitutivo e identitario, es cuando menos inocente y pueril a estas alturas). 

Me preocupa más el cainismo consciente y voluntario, intencional y preparado con el que parece que en muchos ámbitos de la vida nos encontramos. Me inquieta mucho más que ese cainismo sea incentivado por otros intereses, como serpiente en manzano mítico que susurra a nuestro oído para, evidentemente, hacer primar sus intereses o su proceso de influencia dé frutos (prospectiva). En el ámbito de Inteligencia y Seguridad, máxime ya en el espacio de redes y ciber, parece que ha cobrado muchísima fuerza y ya no somos capaces de desenredar el nudo gordiano que ha creado la confusión. Parece y es de consenso casi unánime, pero “sotto vocce” (1ª acepción del DRAE, adv.) que es real y no imaginación que el ámbito de inteligencia es caldo perfecto de cultivo para que rencillas, envidias, celos y recelos, luchas por el medro personal, y el desarrollo rápido de los ámbitos de tareas e intereses individuales y no los colectivos sean los que primen. 

De por sí ya es preocupante. Pero lo es más cuando hablamos de seguridad e inteligencia y se delatan intereses (legítimos por supuesto) de otras personas e instancias, cuando no instancias privadas o gubernamentales de otras nacionalidades. Pruebas hay a cientos, empezando por la más reciente de las informaciones del Covid-19 y los problemas de abastecimiento de insumos paralizados por intereses nacionales y no regidos por los principios de solidaridad o asistencia al más necesitado.

Este será, y así lo declaro, mi propuesta en cada pequeña aportación que haga: intentar escudriñar y evidenciar los posibles intereses cruzados o los intereses “bastardos” (por ser de origen torticero) que hay tras las acciones, noticias o informaciones que piense que es interesante compartir y debatir. No pretendo tener la razón, y de facto es seguro que no la tendré, sólo cual tentativa de emboscado mostraré mi opinión y argumentaré lo mejor que pueda.

Para terminar, recomiendo dos poesías, una de Costantin Kavafis (1863-1933) “Esperando a los Barbaros” y  el poema de Miguel Torga (1907-1995) “Depoimento”. Espero cumplir esta auto exigencia y hacerlo con la mejor de las voluntades sin por ello creerme que yo mismo no estoy sesgado o equivocado.

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