viernes, abril 26, 2024
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Banalizar la muerte, por Juan Andrés Rubert

España acaba de ingresar en el reducido grupo de países del mundo en aprobar una ley de eutanasia. Ha logrado el respaldo amplio del Congreso, solo con los votos en contra de PP y Vox. La iniciativa ha superado la primera fase de su tramitación, y ahora pasa al Senado.

Es interesante ver en qué contexto se ha sacado adelante dicha ley, tramitada con una sorprendente premura. Ha sido en medio de una pandemia mundial, con miles de muertos –Dios sabrá cuántos a estas alturas–en España por el coronavirus. Después, en un país en estado de alarma. Por último, no ha habido ni debate, ni audiencia pública. Ni se ha consensuado, ni se ha escuchado a los médicos.

De hecho, el Comité de Bioética, que depende de Sanidad, rechazó por unanimidad la proposición de ley. Concluyó que existían “sólidas razones sanitarias, éticas, legales, económicas y sociales para rechazar la transformación de la eutanasia en un derecho subjetivo y en una prestación pública”. Imposible ser más claro… para ser ignorado por completo. 

Por no hablar del Código de Deontología Médica, que señala de forma clara que el profesional “nunca provocará intencionadamente la muerte de ningún paciente, ni siquiera en caso de petición expresa por parte de este”.

¿Qué hay de los cuidados paliativos? Este tipo de cuidados están estancados en España desde hace casi diez años. Están muy poco implementados, no se invierte en ellos. Son muchos los pacientes que sufren de forma innecesaria por la falta de estas ayudas médicas. Ahí va otro dato: hay cada año 75.000 enfermos en nuestro país con un sufrimiento intenso que acaban muriendo de forma muy dolorosa porque no tienen acceso a dichos cuidados. Ahora, con la actual ley, se les arrinconará hacia la eutanasia porque no podrán elegir otra opción.

Las imágenes de júbilo por parte de la izquierda, una vez aprobada la ley, daban que pensar. La agenda ideológica del actual Gobierno se ha impuesto como una apisonadora en la sociedad española. Da igual si hay consenso o no, si hay mayoría o no, si estás de acuerdo o no, la cuestión es obligar a comulgar con determinadas ideas a través de leyes o decretos. Aunque sea para banalizar la muerte.

Pero es curioso que se haya querido llevar este asunto al terreno de la política. Que la eutanasia es materia progresista. El Partido Comunista portugués, por ejemplo, votó en contra hace un par de años en un proyecto de ley muy similar. Parece una ironía que, después de la muerte de miles de ancianos en soledad, cuando la vida se ha hecho más vulnerable y frágil, arribe una ley que venga a segar las vidas de los más débiles.

Poner punto final a la vida de una persona no puede ser la solución para abordar un problema que es humano. Frente a la muerte como solución, es necesario invertir en esas ayudas sanitarias. Y no hay que olvidar la cercanía que todos necesitamos en la etapa final de nuestra vida. Esta es la auténtica empatía, la compasión ante el sufrimiento del enfermo. El amor hacia esa persona, esa luz que se apaga.

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