La hermana Ann Rose Nu Twang se interpuso entre la policía y la población civil, consiguiendo que dos agentes depusiesen las armas
Mientras la represión continúa en Myanmar (antigua Birmania) semanas después del golpe de Estado, un episodio ha dado la vuelta al mundo. Se trata de las imágenes protagonizadas por la hermana Ann Rose Nu Twang, una monja católica de 45 años que se interpuso entre las fuerzas de seguridad y la población civil.
La hermana se arrodilló, extendió los brazos en cruz y comenzó a suplicar a los agentes: «Matadme a mí y no a los niños». La respuesta de dos policías fue asimismo arrodillarse juntando las manos en señal de respeto hacia la monja, mientras que otros permanecían indiferentes al gesto.
Tawng, que dirige una clínica en la ciudad, dijo que había recibido garantías de los oficiales superiores de que acababan de despejar la carretera, según recoge Reuters. Sin embargo, no lejos de allí empezaron enseguida los disparos.
«Escuchamos fuertes disparos y vimos que la cabeza de un niño había explotado y había un río de sangre en la calle», explicó Tawng a Reuters en una entrevista telefónica. La hermana intentó llevar a algunas de las víctimas a la clínica antes de quedar cegada por los gases lacrimógenos.
«El piso de nuestra clínica se convirtió en un mar de sangre», dijo. «Necesitamos valorar la vida. Me hizo sentir muy triste», añadió. «Fue un momento de pánico. Estaba en medio y no podía hacer nada», explica, aunque matiza: «No tenía miedo».
El pasado 28 de febrero, la religiosa ya se había distinguido al ponerse de rodillas frente a las fuerzas de seguridad para pedirles prudencia, en una imagen que algunos compararon con la de la plaza de Tiananmen, en China, en 1989.
Al menos 60 civiles han perdido la vida desde el golpe y más de 1.800 han sido detenidos, según la Asociación de asistencia a los presos políticos.
