jueves, abril 25, 2024
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Una visión al conflicto entre Marruecos y Argelia

Hace unos días, saltaba una noticia a los medios de comunicación: en algún lugar del inhóspito desierto del Sáhara, tres camioneros argelinos morían tras un ataque llevado a cabo por Marruecos. Rápidamente comenzaron las especulaciones y comenzaron a sacarse a colación los años que Marruecos lleva rearmándose (blindados Abrams, apaches, drones de USA y turcos) y también su frenética actividad diplomática, que le ha acercado a Washington y a otros países.

Por otro lado, en el contexto de este ataque, los camioneros no estaban en territorio marroquí ni argelino, sino de la RASD, la zona del Sáhara que no está bajo control del ejército marroquí. Marruecos, para evitar ser acusado de crímenes de guerra, acusa al convoy de ser una caravana de reabastecimiento al Polisario, que desde el año pasado ha reiniciado hostilidades contra Marruecos a raíz de la crisis por el bloqueo del Guerguerat y la no solución del conflicto (estancado desde el alto al fuego de 1991 y con presencia de la MINURSO de la ONU para establecer un referéndum de acuerdo con el censo de 1974).

El estancamiento de esta situación y la labor de inteligencia y diplomacia marroquí, unido a la crisis política de Argelia en los últimos días de Bouteflika, cuyas protestas iban camino de convertirse en reivindicaciones revolucionarias, hizo que el gobierno cambiase la plana: tanto el presidente como el primer ministro renunciaron. Esto, junto con las restricciones por el COVID-19, calmó la situación en 2020, a lo que se unió una serie de indultos y la celebración de las elecciones legislativas en 2021, donde el FLN renovó con un 26% de participación ciudadana.

Sin embargo, Argelia tampoco ha quedado atrás al mover ficha diplomáticamente en su esfera de influencia internacional. Especialmente con Rusia, país con el que participó el pasado mes de octubre en maniobras militares en Osetia del Sur y del que obtuvo, siendo el primer país en comprar estos aviones, los cazas de combate SU-57. Al mismo tiempo, en su visión y retórica anticolonialista, los choques con Francia, especialmente en la región del Sahel, son importantes: frente al G5 del Sahel comandado por París, los argelinos, que se negaron a participar, organizaron y dinamizaron a la CEMOC.

Frente a esto, en su desierto sur, Argelia protege al Polisario, especialmente alrededor de Tindouf, pero al mismo tiempo esas fronteras son el santuario de peligrosos grupos yihadistas que llevan ahí años obteniendo experiencia en combate, armamento y financiación a través del tráfico de personas, drogas y armas. De hecho, a Mojtar Belmojtar (líder del AQMI) durante años se le llamó “Mister Marlboro”.

En esta situación, la frontera de Argelia y Marruecos representa una frontera tanto de la guerra fría árabe entre las tesis panarabistas y socialistas y las monarquías absolutistas árabes (como pudimos ver en Oriente Medio en el tándem Egipto-Siria vs Arabia Saudí-Jordania), pero al mismo tiempo forman parte de una frontera sin deshielo tras la Guerra Fría mundial entre los bloques socialistas (representados por Argelia) y el bloque occidental (representado por Marruecos). Todo ello salpimentado por un Sáhara Occidental cuyo conflicto no ha sido solucionado, cuya instauración e independencia hubiera dado a la URSS, en su tiempo, una plataforma en el Atlántico Norte (tesis heredada por los estrategas rusos) y a Argelia le hubiera dado la misma salida.

Lo peor de todo es que ambos países, similares en lo cultural, étnico, lingüístico y social que lucharon contra el dominio francés y español en la región, tan pronto después de sus independencias se enemistaran de esta forma por territorios e ideales. La realidad es que las actitudes de ambos estados están haciendo un daño importante a la región. La reactivación de las hostilidades por parte del Polisario, que lleva un año hostigando el muro militar marroquí, compromete de una forma directa a Argelia, compromiso que se ha visto en este último ataque contra el convoy de camiones en la RASD y ha implicado a Mauritania, que no permite la circulación de vehículos por la carretera de Bir Lehlu y ha declarado que el ataque no se llevó a cabo en su territorio.

Sin embargo, ¿cómo nos afecta esta guerra entre Marruecos y el Polisario? Pues ya lo ha hecho. Las presiones de Marruecos sobre España para que Madrid reconozca la soberanía de Rabat, sobre todo el Sáhara, son bastante grandes. Sin olvidar el caso de Ghali, cuando en mayo vino a España, de forma bastante tortuosa: con documentación falsa, etc, para tratarse en un hospital español del virus del COVID y que desató una grave crisis diplomática.

Ahora mismo, Argelia tiene un problema. Comprometidos por una guerra entre Polisario y Marruecos e implicados en la ayuda a su aliado histórico, el ataque sobre el convoy ha hecho que el país se movilice aún más, ya que desde octubre llevan reforzando la frontera occidental al igual que Marruecos, que ha reforzado el muro y su frontera con Argelia. Sin contar con las declaraciones de la Presidencia de Argelia que prometía una respuesta y la plena autorización que el Parlamento argelino ha dado para responder a Marruecos.

Una crisis que también ha afectado a España: en primer lugar, Argel ha cerrado el principal gasoducto Magreb-Europa por su conflicto con el reino alauita, al que acusa de prácticas hostiles. Razón que ha afectado de lleno a España, tal vez para presionar a Madrid y lograr que se implique de alguna manera (Argelia es uno de los mayores exportadores de gas a Europa), aunque los argelinos continúan con el gasoducto submarino. Sin embargo, al mismo tiempo, Argelia ha cambiado su embajador en España. Argelia, al mismo tiempo, se apoya en Alemania por la postura inflexible de Berlín sobre el Sáhara Occidental, radicalmente enfrentado a Rabat y Washington en este tema.

La dependencia que Europa Occidental tiene del gas argelino es una buena baza que los líderes argelinos han jugado, ya que el cierre del tramo marroquí daña a Rabat de forma directa, pero fuerza una reacción en Europa frente al desabastecimiento de este recurso en un momento de crisis mundial de suministros tras la crisis postCOVID.

Sin embargo, desde Argelia la apuesta es clara: conoce y comparte las aspiraciones del Polisario, al que protege y ayuda a cambio de que no deje de ejercer presión frente a Marruecos. Un país que necesita estabilizar su frontera sur, convertida en un barrizal que no termina de conquistar pero que tampoco pierde. Todo ello bajo la presión de las resoluciones de la ONU y la necesidad de controlar de forma oficial la carretera del Guergerat que le une a Mauritania y, con ello, al resto de la costa del África Occidental, lo cual podría convertir a Rabat en el motor económico del Magreb frente a una Argelia económicamente estancada tras años de socialismo.

¿Habrá guerra? No, las posiciones blindadas de ambas fronteras se mantendrán y la tirantez puede durar años hasta que se logre un deshielo que normalice (dentro de lo que cabe esperar entre ambos países). Una guerra sería desastrosa en la región, ya que destruiría ambos estados y con ello el mercado que Europa en general tiene en ambos países, sin contar con las oleadas de refugiados que podrían llegar a España y que podrían colapsar las estructuras de inmigración en Europa. Además de la posible criminalidad asociada a la guerra traducida en violencia intercomunitaria entre las comunidades marroquíes y argelinas asentadas en países como España, Francia o Bélgica.

El daño económico y social sería increíble, sin contar con el poder que los grupos yihadistas en África Occidental (agrupados en torno al ISWAP [DAESH] y el JNIM [Al Qaeda]) adquirirían en este escenario de guerra clásica. Escenario que hemos visto en Siria, Irak, Libia, Yemen o Afganistán. La existencia de células en Marruecos y Argelia (que las hay) unida al poder de grupos como el AQMI, MUYAO, ANSAR DINE o Boko Haram (entre otros), que han logrado crear un anillo de fuego yihadista que llega desde el desierto del norte de Mali hasta la selva del sur de Burkina Faso, Togo y Benín y desde las costas de Somalia (con Al Shabab) hasta las regiones de Nigeria, sería una oportunidad que no podrían dejar pasar.

¿Recuerdan Libia? Las decenas de grupos yihadistas asentados en el territorio haciendo y deshaciendo. Pues así sería en un conflicto entre Argelia y Marruecos en un momento de desgaste. Tardarían en hacerse realmente fuertes entre uno y dos años, pero una vez hicieran acto de presencia el incendio llegaría desde Azawad (que podría reconstruirse) hasta ¿la frontera norte de Argelia y Marruecos? Recordemos que estos grupos están enfrentados a todos: Polisario, Argelia (que ya les derrotó en la guerra civil de los noventa), Marruecos… Y en una guerra de estas características, tras el drama humanitario, podríamos tener un emirato o, peor aún, un califato a pocos kilómetros de las costas europeas, y eso sí obligaría a Europa a actuar en serio.

Por eso, este escenario, más realista de lo que parece, no se dará. En cambio, tendremos esto: sanciones, cierre de gasoductos, presiones, muestras de poderío militar, algún desfile, alguna maniobra improvisada (ambos países están calientes tras sus recientes maniobras con USA y Rusia, respectivamente). Toda esta tensión y fervor patriótico para que cada uno renueve sus votos de doctrina estatal y vuelta a lo mismo mientras que la madre del cordero, el conflicto del Sáhara, sigue sin resolverse como se debería: cumpliendo los compromisos adquiridos tras el alto al fuego de 1991, el famoso referéndum, y que sea lo que Dios quiera y los saharauis voten. Lo que ocurre es que la manzana es tan preciada que depende de dónde caiga (a favor de Rabat o Argel) el equilibrio de fuerzas tan delicado terminaría por decantarse definitivamente. Por eso, este conflicto durará y durará.

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