viernes, abril 19, 2024
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Una inflación con origen múltiple

El dato ha sido peor de lo esperado. Nuestra inflación roza ya el 10% en su tasa interanual y las alarmas, que ya estaban en rojo, se han puesto incandescentes. Es engañarse considerar que lo anterior responde exclusivamente al conflicto bélico que se desarrolla en Ucrania, porque la guerra de Putin no es ni el único motivo ni siquiera el más importante de los que han provocado el peligroso proceso alcista de os precios que sufre España.

Que no es el único motivo es obvio, pues antes de la invasión, teníamos ya una inflación superior al 7%. Que no es el más importante también es evidente, toda vez que el aumento habido tras el estallido de la guerra es inferior al 50% de la tasa preexistente a su inicio. 

También sería engañarse considerar que el proceso inflacionista español responde solo a fenómenos globales como la citada guerra o la crisis previa habida en el transporte marítimo internacional. Sería engañarse, porque nuestra actual tasa de inflación (9,8%), claramente superior a la que sufren países como Francia (4,8%), Italia (6,2%) o Alemania (7,3%), evidencia que en España existen motivos internos que explican el descontrol de los precios

Además, el carácter preocupante de la actual inflación que azota a España se aún mayor si  se tiene en cuenta que nuestra inflación subyacente -descontados los precios energéticos y alimentarios- es ya el 3,4%, la tasa más alta desde al arranque de la crisis de las subprimes.

Sin duda, la errónea política de expansión aplicada al Gasto Público forme parta del origen interno del problema. La irresponsable frivolidad con la que se elaboraron los Presupuestos para 2.022, con la cifra de gasto más alta de la Historia, no puede salir gratis en términos del orden general de nuestra economía. El coqueteo con la indexización tampoco es ajeno al impulso alcista de los precios. Como tampoco lo es el conflicto en el sector del transporte de carretera para el empujón inflacionista de las últimas semanas. En general, puede afirmarse que nuestro sobre problema de inflación trae su causa en la errónea política económica aplicada, en su despreocupación por las reformas estructurales y en su obsesión por la constante adopción de medidas exclusivamente asistenciales.

En el escenario descrito, bueno sería que se adoptase una política anti inflacionista seria.  Porque más allá del enriquecimiento que la subida de precios le está proporcionando al Estado -según diversos cálculos, la sobre recaudación generada en el IVA y en el IRPF alcanza los 5.000 millones de euros/año-, nadie discute que una inflación como la actual constituye un auténtico problema para la economía española.  Entre las metástasis del cáncer que supone una inflación alta se encuentran: Un empobrecimiento generalizado -salvo para el Estado-, un desorden general en el tráfico empresarial con una escalada de la tensión en el sistema de costes-precios empresariales, y un aumento de la incertidumbre -siempre nociva para la inversión-. 

Por lo expuesto, y en orden a evitar que la inflación se desboque aún más y amenace con provocar la todavía peor estanflación, es necesario un impulso político tendente a frenarla. Pero para poner freno al descontrol inflacionista resulta imprescindible la adopción de medidas urgentes, extrañamente ausentes en los acuerdos del último Consejo de Ministros. ¿Por qué no se adoptó ningún acuerdo de reducción del Gasto Público? ¿Por qué no se aprobó ninguna medida de ahorro energético? ¿Por qué no se decidió el inicio de ninguna reforma estructural?

No es fácil dar una explicación económica a las interrogantes planteadas. Y no es fácil porque, más que probablemente, solo puede explicarse por razones políticas. La existencia de un Gobierno carente de cohesión interna y con una debilidad parlamentaria evidente constituye el peor escenario para afrontar la actual crisis inflacionista y, en realidad, para enfrentar cualquier crisis. Pero ambos problemas, la falta de cohesión y la volatilidad de sus apoyos parlamentarios, son insalvables para Pedro Sánchez salvo que se aviniera -de verdad y con franqueza- a intentar un gran pacto con Núñez Feijó. Olvídense, la opción de intentar un acuerdo de Estado con el partido Popular, que es lo que necesita España en su actual encrucijada, resulta radicalmente contraria al ADN de Pedro Sánchez. 

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