viernes, abril 19, 2024
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Sebastián de Eslava, el superior olvidado de Blas de Lezo en la defensa de Cartagena de Indias

Este militar navarro lideró junto al marino de Pasajes la numantina defensa de la plaza española frente a una descomunal flota británica

El sitio de Cartagena de Indias es una de las batallas más legendarias de la amplia historia militar de España. Se trata de un episodio conocido. En el contexto de la Guerra del Asiento, la flota británica del almirante Vernon puso el ojo en la plaza más próspera del Caribe español, Cartagena. La ciudad del virreinato de Nueva Granada se preparó para el asedio con una fuerza entre siete y diez veces menos numerosa que la inglesa.

El comandante de la escuadra británica, seguro de su victoria, hizo acuñar monedas conmemorando un triunfo que preveía sencillo. No obstante, le salió al paso un tal Blas de Lezo y Olavarrieta. El ‘Medio Hombre’ fue protagonista de la defensa española, que acabó con una humillante derrota inglesa como pocas se han visto en la historia.

Con todo, son curiosos los devenires de esa historia. Blas de Lezo murió olvidado, habiéndosele negado un título nobiliario y sin conocerse el lugar donde reposan sus restos. A pesar de ello, en las últimas décadas, la historiografía y la cultura popular han recuperado la figura del marino vasco, hasta el punto de ser uno de los héroes más celebrados de nuestros siglos pasados.

Blas de Lezo y Olavarrieta.

Eslava, el gran desconocido

La figura de Sebastián de Eslava, en cambio, ha recorrido el camino inverso a la de Lezo. Por su participación en la defensa de Cartagena, se le concedió la llave de gentilhombre de Cámara y llegó a ser ministro de la Guerra. El rey Carlos III incluso le concedió póstumamente el título de marqués de la Real Defensa. Hoy, sin embargo, no disfruta ni de la décima parte de fama que Blas de Lezo.

Pero, ¿quién era Sebastián de Eslava y qué pinta en toda esta historia? Este militar navarro era, en el momento del sitio de Cartagena, el virrey de Nueva Granada y, por tanto, la máxima autoridad política y militar de la ciudad. Es por eso que superaba a Lezo en rango y que sobre él descansaba la última responsabilidad de la contienda.

Cierta historiografía ha definido a Eslava como un hombre ambición desmedida y muy autoritario. Al margen de lo que de cierto haya en esta descripción, lo cierto es que el virrey era, según Jesús Dolado Esteban, académico de las Ciencias y las Artes Militares, “uno de los mejores generales del ejército español”.

Su hoja de servicios, como la de Lezo, era sencillamente impecable. Había participado en campañas en la Guerra de Sucesión, en Sicilia, Orán y Nápoles, destacándose en todas ellas. Su sólida formación y experiencia hicieron de él el hombre ideal para ocupar el cargo de virrey de Nueva Granada, un territorio escenario de numerosas tensiones con los británicos en el Caribe. De hecho, all llegar a Colombia, el nuevo representante del monarca no se asienta en la capital del virreinato, Santafé de Bogotá, sino que se queda en Cartagena de Indias previendo un asedio inglés

Sus pronósticos se cumplieron y, apenas dos meses después de ocupar el cargo, estalló la Guerra del Asiento, que llamaría a las puertas de Cartagena poco después, en marzo de 1741. Allí fraguaría Eslava la hazaña más gloriosa de su amplia carrera.

La fortaleza San Felipe de Barajas, en Cartagena de Indias.

Eslava y Lezo, dos hombres y un destino

Sí es cierto que Eslava tenía un enérgico carácter que hizo inevitable que chocase con Lezo, que tampoco se andaba con chiquitas. El navarro y el vasco tuvieron, por decirlo suavemente, sus más y sus menos, pero el resultado es que ambos condujeron a los defensores españoles a la victoria y a los británicos, a la humillación.

La flota mandada por el almirante Vernon estaba compuesta por 186 navíos y casi 30.000 hombres. Una tropa engendrada con un solo propósito: doblegar Cartagena. Por poner estas cifras en contexto, la humanidad no volvió a ver una escuadra semejante hasta que los Aliados desembarcaron en las playas de Normandía.

El reto al que se enfrentaban Eslava y Lezo era, pues, mayúsculo. Con todo, al marino vasco no le faltaban arrestos para sacar sus barcos de la bahía e ir a batirse con Vernon en mar abierto. Eslava, no obstante, lo convenció para adoptar una estrategia más conservadora (hay que tener en cuenta que Lezo solo contaba con seis navíos de línea, por los 29 de los británicos).

Resistir a cañonazo y bayoneta

Así pues, la táctica se basó en el desgaste inglés. Eslava sabía que la bahía de Cartagena era una ratonera natural para las fuerzas de Vernon —es muy significativo que uno de los fuertes que defendía el enclave se llamara Bocachica—, así que se aseguró de que el avance del almirante británico fuera un auténtico vía crucis.

De esta forma, Eslava y Lezo optaron por desmontar los cañones de los navíos españoles para colocarlos como baterías de tierra en los distintos fortines que defendían la bahía. Los marinos, de esta forma, se convirtieron en artilleros e infligieron graves daños a los barcos de Vernon según estos iban pasando junto a los fuertes del Manzanillo, San Felipe y San Luis de Bocachica.

Con todo, a pesar de la férrea defensa española, las tropas inglesas consiguieron llegar a las puertas de la fortaleza de San Felipe, que, de haber caído, habría supuesto la rendición de la plaza. Sin embargo, en ese momento clave de la batalla, la formación en ciencias naturales de Eslava se antojó especialmente útil. El virrey sabía que el tiempo corría a su favor y que los ingleses tenían al enemigo entre ellos. Así fue cómo los primeros casos de cólera, disentería y vómito negro no tardaron en aparecer entre las filas de los casacas rojas.

Mientras las enfermedades continuaban haciendo estragos entre los ingleses, las sucesivas cargas de infantería de las tropas de Vernon fueron sistemáticamente rechazadas por los españoles, que hicieron miles de bajas en las filas enemigas. Vernon acabó por resignarse y mandar que sus hombres se retiraran a los barcos. Desde allí, dirigió un cañoneo que aún duraría treinta días más, pero todo fue inútil. Se cuenta que los ingleses, al marchar de Cartagena, tuvieron que incendiar cinco naves al no disponer de hombres suficientes para manejarlas.

La leyenda cuenta también que Vernon se fue de Cartagena exclamando «God damn you, Lezo» (Dios te maldiga, Lezo). Sirva este artículo para dedicar algo de aquella merecida maldición a Sebastián de Eslava.

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