viernes, marzo 29, 2024
viernes, marzo 29, 2024

Cien años del primer vuelo del autogiro, el precursor del helicóptero inventado por un español

El ingeniero Juan de la Cierva construyó e hizo volar «la nave más segura de la historia de la aviación»

Aunque muchos no lo sepan, los helicópteros, capaces de despegar y aterrizar en vertical existen, en gran parte, gracias a Juan de la Cierva, el español que inventó el autogiro, la aeronave con mando y despegue directo, cuyos principios dinámicos permitieron el desarrollo del helicóptero.

Este lunes, 9 de enero, se cumplen cien años del primer vuelo del autogiro. Las pruebas oficiales se harían trece días después y el 31 de enero voló durante más de tres minutos, a más de veinticinco metros de altura.

Su creador fue Juan de la Cierva -Juanito, como le llamaban sus familiares y amigos-, hijo de un ministro conservador de la Restauración y de María Codorníu, de otra ilustre familia murciana. Excelente estudiante, su adolescencia coincidió con los locos inicios de la aviación que, a principios del siglo XX, produjeron todo tipo de máquinas voladoras: dirigibles, globos, planeadores, aviones y unos incipientes helicópteros.

«Con apenas 15 años, él y sus amigos José Barcala y Pablo Díaz decidieron construir un avión en el aérodromo de Cuatro Vientos, donde el padre de Pablo tenía un taller de carpintería», explica Marcelino Sempere, profesor de historia de la aeronáutica en la UNED y miembro del Servicio de Historia y Cultura Aeronáuticas del Ejército del Aire.

Era el BCD1 (Barcala, Cierva, Díaz), el primer avión fabricado en España, que voló gracias a que Mauvais, un piloto francés habitual de los aeródromos de Getafe y Cuatro Vientos, les prestó el motor de un avión siniestrado para poder volar el aeroplano. El BCD1, apodado el cangrejo, fue el inicio de una extraordinaria serie de inventos aeronáuticos, unos más exitosos que otros (en uno casi mata a su hermano), que definieron su carrera.

Su gran oportunidad le llegó en 1919, durante la guerra de Marruecos. España necesitaba aviones para la contienda pero durante la Primera Guerra Mundial no había aeronaves en venta, «entonces se organiza en España un concurso de aviación en el que De la Cierva presenta el primer trimotor de la historia, fabricado en la carpintería de Díaz y tan grande que para sacarlo del hangar tienen que derribar las paredes», relata Sempere.

En el segundo vuelo de pruebas, la nave se estrella y «decide entonces fabricar un avión que no se caiga nunca, cuya sustentación no dependa de la velocidad de traslación». Inspirado en la caída de las semillas de arce o fresno (árboles muy frecuentes en su Murcia natal), que caen dando vueltas como una hélice, fabrica un avión sin alas y con dos rotores (unas palas giratorias) para que le den sustentación, es el autogiro. «El avión coge carrera de despegue, la hélice empieza a girar y a partir de unas cuantas rotaciones tira del avión y lo sustenta. Además, si el motor se para cae como un paracaídas», señala Sempere, «es la nave más segura de la historia de la aviación», subraya.

De la Cierva fabricó varios prototipos, el C1, el C2, el C3 y el C4, en los que Emilio Herrera -gran científico y presidente del Gobierno de la República en el exilio- colaboró porque «además de científicos extraordinarios eran grandes amigos. Entre ellos no había prejuicios políticos».

Sin el reconocimiento que merece

El murciano Juan de la Cierva patenta el autogiro en 1920 y el 9 de enero de 1923, el C4 logra hacer un circuito cerrado: despega, vuela y aterriza en el mismo sitio. «Todos los elementos que hacen que hoy en día un helicóptero vuele los desarrolla Juan de la Cierva para su autogiro»; de hecho, la sentencia Lane de Estados Unidos obliga después de la Segunda Guerra Mundial a los fabricantes de helicópteros a pagar royalties al propietario de las patentes de Juan de la Cierva en ese país porque «está demostrado, científica y judicialmente, que el autogiro es el antecesor del helicóptero actual».

El autogiro fue una revolución mundial pero la falta de tejido industrial en España obligó al ingeniero a buscar financiación y fundar fábricas en Gran Bretaña y Estados Unidos, aunque se reservó los derechos para España y regaló las licencias a los que fabricaron autogiros en nuestro país.

En 1928 su autogiro, pilotado por él mismo, cruzó el canal de la Mancha cubriendo un trayecto de más de mil kilómetros en un momento en que los helicópteros tenían su récord en los 1.500 metros. Y en 1932 la Federación Aeronáutica Internacional le concede la Gran Medalla de Oro, es un científico mundialmente conocido.

Para Sempere, De la Cierva, como Leonardo Torres Quevedo, Emilio Herrera o Santiago Ramón y Cajal, fue uno de los grandes científicos españoles cuyas aportaciones han sido poco valoradas. A su muerte dejó una viuda y seis hijos que jamás recibieron un céntimo por sus patentes.

Fuente: Elena Camacho (EFE).

Relacionados

spot_img

Colaboradores