viernes, abril 19, 2024
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Se acaba un «tiempo para todo»

Cada ser humano tiene varios “trenes” en su vida que coger, unas acertamos al subirnos, otras nos arrepentimos de haberlo hecho, y otras de haber dudado. A suceso pasado todos somos sabios, y todos “damos lecciones” cuando deberíamos reconocer que muchas veces fue el azar o personas en nuestro camino las que propiciaron la elección. O incluso que eligen por nosotros sin que importe nuestra opinión; ya se sabe que para toda Distopia el ser humano siempre es “un eterno menor de edad” sin conciencia ni criterio.

El hoy es el tiempo de tomar decisiones, como tantas otras veces generaciones precedentes las tomaron reteniendo el aliento ante la incertidumbre. Hemos vivido mucho tiempo confortablemente de espaldas a la realidad que nos circundaba, ignorando las señales de aviso de tantos sucesos que, como una fila de disciplinadas hormigas de forma inexorable recuperan la formación, y que cumplen su “alineamiento” aunque mil veces se la destruyas. No haber visto no es culpa de nadie y es responsabilidad de todos en la medida de nuestra ignorancia, nuestra carga de intereses creados o el grado de soberbia con el que nacimos y nos criaron.

Es difícil mantener un pulso firme en los objetivos para un francotirador de las palabras cuando hay tantos estímulos. Algunas veces hay que parar para tomar conciencia de los propios sesgos y de los propios límites, de los propios errores, y de las evidencias que con pesar adquirimos.

Ahora es uno de esos momentos determinantes para que una generación cambie el paradigma o se despeñe como la canción “Donde va Vicente…”. No digo que se esté en posesión de verdad o razón, incluso niego que se interprete bien el papel que hemos de jugar. Mas sin duda en casi un siglo este es el momento en el que las sociedades se dividen y encuentran sus tiempos para “cada cosa”, como en el Eclesiastés 3. Decidir es patrimonio de la Razón humana, como lo es ser la única especie que con conciencia y voluntad se encamina a precipicios de los que no hay retorno. Hasta la fecha los errores afectaban parcialmente a porciones del mundo “relativamente controlables”, pero en las decisiones del “hoy” nos va el camino sin retorno de un Órdago en el que las cartas están marcadas y sólo se reparten una vez.

He tenido suerte de bordear tanto la fortuna como la desdicha en cada década, sin que en cada caso lograra culminar éxito o ruina. Pero lo que sí he visto es la felonía en todos sus aspectos. Da igual que hablemos de política, economía o que usemos las herramientas de la “manipulación informativa” para sesgar opiniones, sentimientos y corazones. Los felones siempre triunfan por un tiempo, puede que, durante toda su carrera profesional, siendo rara la ocasión en la que se les ve caer; pero lo que sí se ve a la legua es el temor en su mirada, en sus gestos, de ser sorprendidos y revelada su incompetencia profesional.

No hay campo en el que no exista esa caterva despreciable, pero hay entornos que por su idiosincrasia son abonados para su proliferación. Aquellos sitios en los que se maneja información y recursos para “aconsejar” o cargar las tintas en “la toma de decisiones”. Ahí es donde bajo el manto de las palabras talismán y la incitación a los miedos más atávicos se sienten cómodos y medran como los champiñones en un estercolero. Unos se aferran a sus encantos como serpientes que manejan oratoria, carisma y narcisismo para convertirse en políticos deseosos de pasar a la historia, aunque sea por llevar a la ruina a su patria y a la pobreza esclavista a generaciones venideras.

Otros desde la atalaya de un supuesto conocimiento nacido del manejo de “herramientas de información reservada” construyen un ideario a medida de “la voz de su amo”, temblando ante cualquiera que conozca su historia: mentir y aparentar hasta parecer que el silencio es prudencia cuando en verdad es flotar con la corriente favorable en cada momento.

La causalidad de tantos años de “juegos y malabares” ha provocado que en esta nuestra era, en este momento de la historia, debamos decidir si seguimos a los maestros del Órdago y de la manipulación hasta el exterminio de nuestra cultura y especie, o por el contrario desvelamos sus intenciones y enfrentamos nuestro destino con la incertidumbre del mañana, pero sin el lastre de las mentiras de cada bando en discordia. Puede que el resultado sea el mismo, pero al menos será sincera la ruina o el éxito.

Si hubo un tiempo para empezar a decir la verdad, es este; si hay un tiempo para derribar falsos muros de intereses creados, me temo que es ahora. En breve veremos si la espiral y el escalamiento de tanta testosterona fue una mano de cartas entre borrachos de taberna, o es un final digno de una Distopia. En este juego de Tahúres nosotros somos las cartas que lanzan contra la mesa, y de cada uno de nosotros depende el papel que queramos jugar en estos postreros días de cambio de paradigma.

Como parece que no hay sitio para todos, espero que quede en pie alguien sensato que no repita los errores de Adán, Caín y toda la prole posterior; aunque me temo que no heredarán la tierra ni los limpios de corazón, ni los justos. Saldrán victoriosas las serpientes, aunque sea para reinar entre cenizas. 

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