martes, abril 16, 2024
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Sánchez vuelve a defender la propuesta marroquí sobre el Sáhara: «Es la más seria, creíble y realista»

El presidente del Gobierno ha comparecido en el Congreso para explicar las nuevas relaciones con Rabat

La decisión del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de aceptar las exigencias de Marruecos sobre el Sáhara permitió reconducir las relaciones con un vecino del sur, pero desató una catarata de consecuencias que van desde la división interna del Gobierno hasta la ruptura con el otro gran vecino del sur, Argelia.

La «nueva relación del siglo XXI» alcanzada con Marruecos sólo fue posible gracias a un giro histórico de la política española sobre el Sáhara que el Gobierno niega, pero que ha provocado la crítica unánime de todos los partidos salvo el PSOE. Casi dos meses más tarde, Sánchez ha dado explicaciones sobre ello este miércoles ante el Congreso.

El presidente ha resaltado los frutos de la declaración conjunta firmada por España y Marruecos en abril con motivo de su visita a Rabat para reunirse con el rey Mohamed VI y al que trasladó que «la soberanía española sobre Ceuta y Melilla está fuera de toda duda».

Una declaración con la que ha dicho que se abrió una nueva etapa de confianza recíproca y en la que ha resaltado que hubo un compromiso de respeto mutuo para evitar en la práctica política todo lo que se sabe que ofende a la otra parte.

Sánchez ha vuelto a defender su posición favorable a la propuesta marroquí para resolver el conflicto del Sáhara ya que considera que es la «base más seria, creíble y realista». Respeta que no se comparta ese criterio, pero ha precisado que se engaña quien no reconozca que hay que desencallar un conflicto que dura ya demasiado tiempo. Por ello, ha pedido a los grupos parlamentarios que entiendan la dimensión de una política de Estado y la importancia de tener una llave para dar estabilidad a la región.

Un consenso que, de momento, está lejos. Previo a su comparecencia, desde Unidas Podemos, hasta el Partido Popular, han mostrado su rechazo a la decisión de Sánchez de ceder el control del Sáhara a Marruecos. Su socio de Gobierno, en voz de portavoz, Pablo Echenique, ha recordado que la posición del presidente sobre el Sáhara es contraria a la de su grupo, a la de las resoluciones de la ONU y al propio programa electoral de los socialistas. Por su parte, Cuca Gamarra ha asegurado que el hecho ha roto «un consenso de 40 años en política exterior» y sin contar con el apoyo de todo su gobierno ni de la mayoría parlamentaria.

El giro de España en su relación con Marruecos, ha provocado una catarata de reacciones en el panorama internacional.

Desde la invitación del rey Mohamed VI a Sánchez a compartir la cena del Ramadán en Rabat hasta la indignación de Argelia, que de inmediato retiró a su embajador de Madrid y parece dudar sobre la venta de gas a España. También el Frente Polisario rompió sus relaciones con el Gobierno de España y criticó duramente el “abandono” a los saharauis.

El inicio de la crisis con Marruecos se suele fechar en el mes de abril 2021 cuando se supo que el líder del Frente Polisario, Brahim Gali, había entrado de incógnito en España y estaba siendo tratado en un hospital de Logroño.

En mayo de ese año, el enfado de Marruecos se desató en forma de avalancha humana sobre las ciudades de Ceuta y Melilla donde llegaron más de 10.000 irregulares, muchos de ellos menores marroquíes y la retirada de la embajadora marroquí en Madrid, Karima Benyaich.

Nada, ni la destitución de la entonces ministro de Exteriores, Arancha González Laya, ni las reiteradas llamadas del ministro José Manuel Albares a su homólogo marroquí y las decenas de declaraciones sobre la solidez de la amistad hispano-marroquí y la inexistencia de una crisis bilateral, lograron aplacar el enfado marroquí.

Tan solo la aceptación por parte de España del plan de autonomía marroquí como “la solución” para el conflicto del Sáhara lograron desatascar la situación. Nada más conocerse la carta que Sánchez había enviado a Mohamed VI, las relaciones volvieron a fluir: llamadas, declaraciones amistosas, invitaciones a reuniones bilaterales, regreso de la embajadora…

Desde entonces se ha puesto en marcha una “hoja de ruta” en la que se enumeran 16 asuntos que deben restablecerse como parte de la nuevas relaciones, en la que destaca la creación de al menos seis «grupos de trabajo» y la voluntad de «iniciar conversaciones» en numerosos asuntos.

Sin embargo, los críticos subrayan la falta de concreción, detalles y plazos, y la falta de elementos nuevos que permitan considerar a esta nueva etapa en las relaciones como “el nuevo partenariado para el siglo XXI”, como gusta llamarlo al ministro de Exteriores, José Manuel Albares.

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