martes, marzo 19, 2024
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Rajoy, el último metafísico vivo

Acepto las críticas a las dos primeras columnas de Rajoy; yo mismo, por ejemplo, lamento su brevedad, siento con ellas lo mismo que debe de sentir quien padece eyaculación precoz, desearía que el gozo se prolongase un poco más, una miaja al menos. Comprendo también a los que denuncian el intrusismo, a quienes afirman que el expresidente escribe más bien mal, a quienes le imputan una dramática propensión al brochazo, al tópico. Lo que no puedo aceptar, sin embargo, es que algunos lo critiquen por escribir obviedades, tautologías: «Alemania es Alemania» y «Costa Rica es Costa Rica».

Chesterton escribió en Herejes que llegará el día en el que haya que desenvainar una espada para defender que el pasto es verde. Veo en Rajoy a un discípulo aventajado suyo, a uno que supera al maestro, a uno que va un paso más allá porque el mundo así se lo exige. El inglés desenvaina su espada para defender que el pasto es verde y el gallego la desenvaina para defender que el pasto es pasto. Consideradme optimista, pero yo percibo ahí una valentía, también una lucidez. En una época en la que uno es lo que se siente, lo que se cree, lo que se considera, Rajoy tiene la encomiable audacia de decir que uno es lo que es y no otra cosa.

Imagine el lector qué ocurriría si el sujeto y el atributo de la tautología cambiaran, si Rajoy escribiese columnas políticas en vez de crónicas deportivas:

―Un hombre es un hombre y una mujer es una mujer.

Su discurso devendría de pronto revolucionario, cancelable; habría incluso quien lo acusara de tránsfobo. Rajoy no ofende porque escribe de fútbol, pero lo cierto es que nos ha descubierto a todos ―ése es su último gran servicio― las posibilidades contraculturales de la tautología: Costa Rica es Costa Rica y no Alemania, la justicia es justicia y no reinserción, el sexo es sexo y no género, y una nación es una nación y no varias naciones.

Rajoy se erige así en el mejor de nuestros metafísicos. Escribe sobre el ser, sobre lo que es, cuando el personal, intelectualidad incluida, farfulla a todas horas sobre opiniones, sentimientos, creencias, percepciones. Le da un ápice de solidez a este mundo líquido, una certeza a esta sociedad que duda. Cuestiona lo que quieras, vale, aplica el método cartesiano, conforme, pero no niegues lo innegable, chaval: una cosa es lo que es y no lo que no es. Hay ahí un tomismo humilde, velado, sutil, perceptible sólo para los hombres más atentos. Me imagino a Rajoy escondiendo la Suma de teología debajo del Marca, junto al puro. No me extrañaría que un buen día se lanzara a divagar sobre los trascendentales del ser, que un día cualquiera sofisticara sus tautologías hasta extremos ahora insospechados: el ser es bello, bueno y verdadero, lo bello es verdadero y bueno, lo bueno es bello y verdadero, y lo verdadero es bello y bueno. Ea.

Muchos han dicho recientemente que para escribir obviedades es mejor no escribir en absoluto. Yo, siempre con Rajoy, replico que sólo escribiendo obviedades puede el escritor contemporáneo escribir como está llamado a hacerlo: contra las agujas de un tiempo, el suyo, desquiciado por momentos (o no).

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