jueves, marzo 28, 2024
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¿Quién fue Ignacio Echeverría, el héroe del monopatín?

Se cumplen cuatro años del asesinato del empleado de banca español a manos de uno de los terroristas que participó en el atentado del 3 de junio de 2017 en Londres

Que levante la mano quien sea capaz de imaginarse con total indiferencia que la vida de la que disfrutamos puede esfumarse en tan sólo 40 segundos. Pasar en tan breve espacio de tiempo a no estar, simple y llanamente, puede ocurrir. Bien lo supo Ignacio Echeverría, que encontró su final, de repente y sin previo aviso, a manos de uno de los terroristas que atentó en Londres el 3 de junio de 2017. Él tan sólo volvía de patinar con unos amigos, pero el fin de su existencia le sobrevino sin previo aviso. Todo por querer que no hubiese que llorar otras despedidas, aunque fuera a costa de la suya.

Los 39 años de existencia que contemplaron a Echeve, como le conocían sus más allegados, quizá fueron cortos, pero también intensos. La infancia la pasó en Ferrol, donde nació un 25 de mayo de 1978 y donde su padre, Joaquín, trabajó como ingeniero de Endesa en la central térmica de la ciudad. Las Rozas acogió a la familia durante la infancia y adolescencia de Ignacio, cuando la afición por patinar llegó a su vida para quedarse.

Licenciado en Derecho, Ignacio podía ejercer como abogado también en Francia, donde homologó su titulación. La actualidad y los idiomas (hablaba cuatro) eran otras de sus pasiones, al igual que el surf. Eso sí, los designios del mercado laboral le llevaron a la banca. Primero, trabajó en Natixis, un banco francés. Después, en el Banco Popular, donde no podía faltarle, como sempiterno compañero de jornada, el ejemplar diario del Financial Times.

Luchar contra la corrupción, el blanqueo y la financiación terrorista a nivel de las directivas europeas bancarias se convirtió en una de las grandes obsesiones profesionales de Echeverría. Nunca dejó de investigar precisamente de dónde salía el dinero para el terrorismo, centrándose en los movimientos de dinero que se daban en Yemen, Líbano, Irán o Arabia Saudí.

Ignacio pasó, además, por el Banco Árabe Español, donde se demostró que su valentía iba más allá de intentar arrojar luz sobre asuntos controvertidos: si él creía que tenía que posicionarse en contra de sus superiores, lo hacía sin dudarlo. Hasta llegó a pasar una temporada en el paro antes de que llegase la aventura que, para bien o para mal, cambiaría su vida: un puesto en una sucursal en Londres (ya tenía a sus dos hermanas allí) del banco HSBC.

Por las mañanas, Echeverría era un empleado más de la mastodóntica City londinense de los negocios. Por las tardes, casi siempre cogía su monopatín y quedaba con otros dos españoles, Guillermo y Javier, para dar rienda suelta a su pasatiempo favorito. Quién le iba a decir que una de esas tardes de skate, después de patinar y en busca de un sitio para cenar, sería la última.

Por desgracia, así fue. Tras dos kilómetros de pedaladas en unas bicicletas de alquiler rumbo a la zona de Whitechapel, los tres amigos tuvieron que frenar en seco: un hombre atacaba a un policía delante de sus narices. Después de propinar una serie de cuchilladas al agente, el atacante pasó a emprenderla con una mujer. Entonces, Ignacio Echeverría fue a por él.

Lo que no sabía es que el hombre cuyo daño quiso mitigar se trataba de uno de los tres yihadistas que asesinaron a 11 personas e hirieron a 48 aquel 3 de junio. A esas víctimas se unió el español, a base de puñaladas, sobre las 23:00 horas de ese día. Nadie pudo ayudarle: sus dos amigos no tuvieron más remedio que huir del lugar y a otros testigos del suceso que quisieron socorrer a Echeverría se les impidió abandonar los bares en los que se refugiaban.

Desde entonces, surgió la leyenda del héroe del monopatín. Con tintes incluso de una suerte de mártir, dada la profunda fe católica de Ignacio y la condición de misionero jesuita en Perú de un tío abuelo suyo, Antonio Hornedo. Nadie ha dejado de recordarle, ni a él ni a su sonrisa, en cada aniversario de su fallecimiento. Ni la familia ni tampoco las más altas personalidades de nuestro país. Porque Ignacio Echeverría se ha convertido en todo un símbolo de la lucha contra la barbarie terrorista y del reconocimiento a sus víctimas. Esa batalla que tanto le quitó el sueño en su empleo y que pudo ganar para siempre en apenas 40 segundos.

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