martes, abril 16, 2024
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Pioneras de la prensa de guerra

Divulgando que es Historia

La guerra es un infierno. Queda claro. Un infierno que ha provocado incontables líneas impresas. Desde la Guerra de Troya, narrada en la Ilíada por Homero y en la Eneida por Virgilio, hasta el último título de cualquier novela histórica al uso. La narración, bien por razones propagandísticas, como las imágenes jeroglíficas de Ramsés II en la batalla de Qadesh hace más de 3000 años, o lo que nos tragamos por las diferentes televisiones sobre lo que ocurre en Ucrania, ha tenido la necesidad de personas que la relataran. A los cronistas a cargo de uno u otro rey, se sumarían los historiadores que, desde Tucídices y Jenofonte, nos contarían lo que presuntamente ocurrió en tal o cual conflicto. En aquella batalla épica o terrible. La literatura, como vemos, casi nace a la par que la plasmación del relato bélico. Pero algo cambiará cuando aparezca una nueva forma o medio para contar los hechos: el periodismo.

Se tiene por primer corresponsal de guerra al dublinés William Howard Russell, enviado por The Times de Londres a cubrir la guerra de Crimea en 1854. Era la primera vez en que un civil, desarmado y sin vinculación oficial a uno de los ejércitos en liza, sino a un medio independiente, acudía para contar qué es lo que estaba sucediendo desde el mismo teatro de operaciones. Desde primera línea de frente. Y digo que se tiene, porque curiosamente el primer corresponsal realmente sería el inglés Charles Lewis Gruneisen… ¡pero en la Primera Guerra Carlista! En España. Había sido mandado como corresponsal del Morning Post en 1837, y estuvo a punto de ser fusilado por el general Espartero creyéndole un espía, ya que había sido incrustado, como suele decirse en el argot, en el Alto Mando del pretendiente don Carlos.

¿Cuál sería el primer español con este título? Cierto es que tuvimos incluso hasta literatos como Pedro Antonio de Alarcón durante una de nuestras guerras africanas, pero me gustaría hablar de las que fueron pioneras. Mujeres que, en ocasiones, estuvieron en la guerra no con ese título, aunque alguna ha llegado a ostentar tal merecimiento de ser la primera, como Carmen de Burgos. Y esto hay que dejarlo matizado desde el principio. Una cosa es que escribas en o desde la guerra, y otra, ser lo que es estrictamente un corresponsal de guerra. Veamos unas breves semblanzas de ellas y seguramente nos quedará más claro este matiz. Matiz que no minusvalora a ninguna de ellas, faltara o faltase.

Quedémonos en España. De nuevo una carlistada asola el territorio patrio. La Tercera (segunda para algunos historiadores). De 1872 a 1876. Y en ella nos vamos a encontrar a una mujer. A la ferrolana Concepción Arenal. Una pionera en muchos aspectos de lo que será el feminismo, llegaría a disfrazarse de hombre para poder acudir como oyente en la Facultad de Derecho de Madrid. Colaboraría en varios periódicos y sería la primera mujer en ser visitadora en las cárceles. Suya es la frase: «Odia el delito y compadece al delincuente». Aboga por la importancia del concepto de la caridad cristiana y una visión religiosa siempre desde la libertad y no la imposición. Cuando estalla el conflicto, va a estar involucrada de manera directa. Organizará la Cruz Roja del Socorro para los heridos que se producen en el frente, llevando ella misma el hospital de campaña en Miranda de Ebro. Un hospital de sangre, que así se conocían a los que estaban en primera línea. Doña Concha iba a estar en plena guerra e iba a escribir sobre ella. Sus vivencias quedarán recogidas en su Cuadros de la Guerra Carlista.

Con el nuevo siglo llegarían nuevas guerras en África, donde la presencia española se vería en situaciones terribles luchando en el Rif. Y a Melilla llegará en 1909 la famosa Colombine, nombre periodístico de la ya entonces popular periodista, la almeriense Carmen de Burgos. La primera periodista profesional española. Pero, ¿también la primera corresponsal de guerra? Así podemos encontrarlo en muchas publicaciones y en webs. Discrepo. Cuando estudie su vida en el libro Siempre estuvieron ELLAS no cabe duda de que fue una mujer excepcional. Pero cuando fue enviada por el Heraldo de Madrid, Carmen lo fue con el propósito de hacer una crónica sobre los heridos, su estado y situación, así como sobre la labor de las entregadas enfermeras que estaban en zona. Aprovechará, es cierto, la ocasión, viajera y curiosa como es, periodista que quiere ser de raza, de marchar con ellas. Y de verse en el frente en pleno fregado.

En El Telegrama del Rif se dio noticia de su llegada y de cuál fue su cometido: «la escritora Carmen de Burgos, Colombine, redactora de “Heraldo de Madrid”, del cual ha recibido el importante encargo de estar al lado de la Cruz Roja de Melilla, dar cuenta de sus trabajos e informar a los lectores de aquel diario de cuanto a heridos o enfermos se refiera». Pero no iba a informar de la guerra. Estuvo en la guerra, pero no fue una auténtica corresponsal de guerra, labor que recayó en sus compañeros Pedro Rocamora, Luis Bonafoux y Luis de Armiñán. Su experiencia de primera mano, no obstante, le valdría para escribir su libro En la guerra, donde abogaría por la objeción de conciencia.

Sin embargo, sí podemos encontrar a una mujer que fue específicamente contratada para hacer de corresponsal informado de lo que acontecía en un conflicto bélico. ¡Y nada menos que el de la Primera Guerra Mundial! Me refiero a la coruñesa Sofía Casanova. Una literata que, con el tiempo, llegaría a estar incluso entre los candidatos al Premio Nobel de Literatura. Su vida fue toda una aventura. Aventura que le llevaría a encontrarse en Polonia cuando estalla la Gran Guerra. Torcuato Luca de Tena le propondrá ser la corresponsal del ABC para la Europa Oriental, aceptando ella este encargo profesional. Sus crónicas desde el frente y su marcha huyendo del avance alemán hacia Rusia, la convertirá también en testigo del estallido de la Revolución Rusa, de la que también informaría. Célebre fue su entrevista a Trotski, y la narración de la muerte de Rasputín. Sus crónicas quedarán plasmadas en varios libros, como De la guerra, De la Revolución rusa, Episodio de guerra, o La revolución bolchevista.

Es también de ley el nombrar a la donostiarra Teresa de Escoriaza, que firmaría varios de sus trabajos como «Félix de Haro». Marcharía también a cubrir la Guerra del Rif, su trabajo fue mucho más centrado en los aspectos bélicos, sin dejar de lado la parte humana de lo que una guerra implicaba. Sus vivencias las dejaría plasmadas en su libro Del dolor de la guerra: (crónicas de la campaña de Marruecos). Sorprendentemente, apenas es conocida. Siempre se dice que el lema de un buen periodista es nunca ser la noticia. En el caso de Teresa esto ha sido llevado tan al límite, que es una pena que se haya perdido memoria suya. Sirva este pequeño artículo como homenaje a ella, y a tantas reporteras de guerra que tuvieron en las citadas, a sus increíbles pioneras.

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