jueves, abril 25, 2024
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Pedro Sánchez no es una anomalía

Cada vez más analistas se refieren a Pedro Sánchez como el peor presidente de la historia de la democracia. Lo presentan como una ruptura con todo lo anterior, como una anomalía, como una excrecencia del sistema. Yo puedo entender por qué lo hacen, pero no puedo discrepar más: creo que Pedro Sánchez no representa una ruptura, sino una continuidad; que no es una negación del sistema, sino algo así como su sublimación. 

Los analistas imputan en exclusiva a Pedro Sánchez desmanes que también perpetraron sus predecesores. Denuncian que ha claudicado ante los separatistas catalanes, pero Aznar ya les sirvió antes, mucho antes, la cabeza de Vidal Quadras en bandeja de plata. Dicen que compadrea con Bildu y que acerca a los presos de ETA, pero aún no ha acercado a tantos, ejem, como Rajoy, que acercó a 229. Le acusan de arrimar las instituciones al ascua de su partido, pero he ahí un vicio en el que han incurrido todos los políticos desde que nos dimos la Transición democrática. Aseguran que aprueba leyes inaceptables, pero también lo hizo ZP y el PP, que en su momento las había criticado, las mantuvo con diligencia de fideicomiso. 

Sé que consuela pensar que Pedro Sánchez es una anomalía ―eso significaría, al fin y al cabo, que desaparecido él, desaparecido el problema―, pero lo cierto es que no lo es. Es, más bien, el discípulo aventajado de sus predecesores, uno que ha llevado sus enseñanzas hasta las últimas consecuencias. Todo lo hace con el justo cinismo, con la pertinente altivez. A nuestros anteriores gobernantes les dábamos absolutamente igual, estaban a lo que estaban. A Pedro Sánchez también, pero él no se esfuerza siquiera mínimamente en disimularlo. Le resbala España y lo muestra cada vez que se presenta la ocasión. Tiene ese punto de desvergüenza del que carecían sus predecesores porque, en el fondo, para jeta hay que valer. Su gran mérito es haber sublimado algo que ya estaba ahí, como en germen. No es una ruptura; lo suyo es un desarrollo. Con Sánchez se da lo que en el mundo de los insectos se llama metamorfosis; la crisálida se hace mariposa y llega así a ser lo que estaba llamada a ser. ¡Es el presidente-lepidóptero!

Pedro Sánchez ha llevado el proceso a su plenitud, ha cumplido lo que hasta su advenimiento ―él no llegó, él advino― era sólo una promesa, ha convertido la potencia en acto. Que a los españoles no termine de gustarles esto es significativo, y a mí, que me opongo a la plenitud setentayochista tanto como en su momento me opuse al germen, me brinda un voluptuoso placer que sólo confesaré aquí, entre amigos. 

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