martes, abril 16, 2024
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Muchas más Begoñas

Begoña trabaja en una tienda de una compañía telefónica. Yo la conocí el otro día, cuando me acerqué a preguntar por las ofertas que tenían, y la vi ayudando a un anciano que, con la factura en la mano, pedía que le diese de baja una de sus líneas de teléfono porque no entendía el motivo de que le hiciesen pagar dos veces. Begoña escuchó amablemente las quejas del señor, que eran del todo legítimas, y estuvo ayudándole durante treinta, cuarenta minutos a que lograra su propósito. Llamó ella a atención al cliente, esperó su turno y pasó el teléfono al señor después de explicarle que sólo el titular de una línea puede darla de baja. Claro que los de atención al cliente trataron de retenerle, de que mantuviese esa segunda línea a la que tan poca utilidad encuentra prometiéndole ofertas, paquetes, dispositivos, tabletas y qué sé yo. Él sólo contestaba: «Señorita, y yo para qué quiero eso, si estoy jubilado. Por favor, dé esa línea de baja»; pero la señorita insistía. Y así muchas veces. Cuando por fin logró convencerla, colgó el teléfono y levantó la vista para dar las gracias a Begoña, que le había estado escuchando atentamente, con cariño casi filial, sin pedirle que se levantara de la silla para poder atender a otro cliente.

—Muchas gracias, guapa. Espero que esta vez me hagan caso.

—¡Claro que sí! Ya lo verá. Y, si no, ya sabe dónde estoy. No tiene más que venir —respondió sonriente.

La situación me enterneció y tuve que dar interiormente la razón a Julito: el mundo no es tan malo como nos parece a priori. A él le basta con el canto de un mirlo, con dos adolescentes besándose en la parada del autobús para darse cuenta; a mí me ha hecho falta Begoña. Porque a pesar de tener un trabajo poco agradecido, a pesar de soportar a clientes maleducados está dispuesta a dedicar cuarenta minutos a ayudar a un anciano que la necesita aun cuando ayudarle pasa por enfrentarse a los intereses de la empresa en la que trabaja.

Ninguna de las promociones que ofertaban me valieron, pero me dio igual: salí de allí con un artículo y con la íntima convicción de que hay muchas más Begoñas. Y de que el problema es mío porque me cuesta verlas. 

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