viernes, abril 19, 2024
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Las cartas a los Reyes Magos: inteligencia aplicada, capacidad y discapacidad, por Fernando Cocho

El Emboscado

Se acerca la fecha mágica de propósitos para el año próximo y la carta a los Reyes Magos que hasta los republicanos hacen. 

Así que vamos a ello: mi carta tiene sólo cuatro peticiones. Propósitos muchos, pero confío más en la magia de la Navidad que en poder cumplir la cada vez más compleja lista de propósitos. La una depende de la voluntad propia, la otra depende de la de otros. Dicho queda.

Es de todos sabido que para que una rutina se fije como hábito se requieren 21 días de cumplimiento continuado de esa actividad, así como se sabe que el trimestre es la medida estándar y la orientación para saber si el rumbo de un proyecto es adecuado o se debe modificar la directiva. 

Son curiosos esos números aparentemente mágicos. Si los traducimos respectivamente, son 168 horas de actividad centrada y 504 horas de actividad continuada. No en vano todos los expertos en educación y pedagogía del aprendizaje (los de verdad, los que tratan con alumnos/as y no con teorías) destacan que para que un conocimiento se instale de verdad en una mente se requieren un mínimo de entre 160 y 180 horas dependiendo de la persona y la tarea, donde la tecnología refuerza el aprendizaje, pero nunca sustituye la “voluntad o la acción del sujeto”; así mismo las 500 horas es el horizonte estándar de un “posgrado”.

Cuando hablamos de inteligencia, pero no sólo de la económica, la empresarial o la que afecta a la competitividad, también hablamos de esa inteligencia social que sirve de caldo de cultivo o entorno fértil para cualquier proyecto. Esa inteligencia es casi tan importante como la capacidad operativa de una organización para abordar una tarea, por que esa inteligencia habla de la cultura, entorno o ambiente, que facilita de forma tácita que las cosas fluyan por unos derroteros u otros. Las capacidades en inteligencia social dependen de muchos factores, que, si no son comprendidos y analizados correctamente, no comprenderemos por qué las cosas no funcionan, salen mal y parece que la gente está a por uvas o en un eterno día de la marmota.

Comprender las capacidades de un país y su población, no reside sólo en la tasa de universitarios o en el número de bancos que tiene y su peso mundial, ni siquiera depende del régimen político. Depende de comprender con qué materia prima se cuenta para afrontar los retos, qué tipo de modelo social y mental está arraigado, de sus mitos, de sus modelos educativos, etc. En este último punto, si se valorasen como positivos los cambios de modelos educativos y sus leyes, España sería la potencia número uno, pero lamentablemente es al revés, cuanto menos se cambia la estructura formal de un modelo educativo, y se va cambiando solamente cuestiones metodológicas o técnicas, mayor éxito y productividad se logra. Pero nadie parece escuchar.

Hemos de recordar que la educación nunca ha sido vista desde hace décadas como un factor productivo, sino como un factor político, un modo de cultivar futuros votantes. Cuando se desarrolla una ley educativa, lo que se hace en España es pedir a expertos pagados que digan cómo hacer para adoctrinar u orientar ideológicamente a la juventud, y no que expertos les digan a los políticos lo que tienen que hacer para tener generaciones futuras productivas independientemente del modelo ideológico que exista. Así nos va y a las pruebas me remito.

Pero hoy me he puesto las gafas del optimismo, con mascarilla y distancia de seguridad por supuesto, y me he dado cuenta de que debemos ver qué hacer con lo que tenemos. Luego ya veremos cómo mejorar, optimizar o cambiar lo que tenemos. 

Así que con las gafas limpias me planteo qué jardín tenemos. ¿Tenemos una sociedad dividida y polarizada o unida? ¿Qué tasa de productividad y retorno tenemos en cada sector? ¿Tenemos cultura de colaboración o subsidiada? ¿El emprendimiento es real o es un engaño al no tener leyes adecuadas? Bueno, me temo que son temas muy amplios para tomarlos de golpe. 

Me voy a centrar en dos temas ciertamente olvidados, algo residual para las noticias, de relleno, que se toca de pasada, que genera temor… a no ser que toque buscar votos o hacerse fotos.

Rompamos mitos: el 10 de octubre de cada año se celebra el Día Mundial de la Salud Mental (que no locura), el 3 de diciembre de cada año se celebra el Día Mundial de la Discapacidad (que no incapacidad).

Estas dos fechas me hacen reflexionar sobre algunas cuestiones un poco incómodas. Si bien hay que escudriñar entre estadísticas e informes para encontrar ciertos parámetros o indicadores, hay preguntas que delatan el “estado del arte” de nuestra sociedad. Insisto en que las gafas que llevo puestas son las de la positividad, porque para cambiar hay que primero saber. Un buen amigo me dijo una vez el siguiente dicho popular: “Si una persona te dice que tienes joroba, sigue tu camino; si dos personas te dicen que tienes joroba, detente y piensa; si tres personas te dicen que tienes joroba, plantéate que seguramente eres un camello”. ¿Cuántos españoles sufren de trastornos de salud mental? ¿Qué tasa de discapacidad hay y de qué tipo? ¿Cómo afecta al tejido social, a la productividad, a los usos y costumbres? ¿Cuál es la tasa y motivo de uso de ciertos medicamentos para ciertas patologías en España?

Lejos de estigmatizar, lo que hay que hacer es analizar qué hacer con ese porcentaje de población que por algún motivo está en esos dos grupos. Si analizamos las causas y los orígenes, sanaremos el jardín y sabremos qué frutos podemos esperar.  Eso es ser inteligentes. Siempre decimos que el recurso humano es lo más importante, pero nuestro comportamiento es de miedo, tabú y estigma.

Pues bien, como parece que sólo hacemos caso cuando nuestros referentes míticos e icónicos hacen algo, entonces rápidamente lo adoptamos como dogma de fe, vamos a poner un ejemplo límite para demostrar que todos podemos aportar. Por ejemplo el misticismo de la inteligencia de Israel es algo ya casi marcado a fuego en nuestro inconsciente.

Los israelíes han abierto brecha en un tema tan sensible como el análisis de información militar de inteligencia a analistas con trastorno del espectro autista, concretamente Asperger, que han demostrado una superior eficacia en ciertas tareas. No se trata de que todos puedan, se trata de que todos quizá valemos para algo. Sólo hay que saber para qué y hacerlo. 

El esfuerzo de conocer tu recurso humano y sus circunstancias es lo que nos puede hacer fuertes, ya que no en número comparado con otros países, al menos sí en uso real de las capacidades. 

Parece innovador, ¿no? Pues ya esto era una realidad presentada en documentos de inteligencia hace cinco años en España. Por tanto, no es que no se pueda, es que no “limpiamos nuestras gafas”.

He cumplido mis cuatro deseos: conocer mi jardín y sus frutos, saber qué es lo que puedo conseguir, integrar a todos, pero sobre todo mi deseo más fuerte es que nos traigan los Reyes Magos el destierro de la queja y el ansia de mejorar sin cainismos y mitos.

El que luego nuestra voluntad lo logre tras 21 días de esfuerzo, o un trimestre de prueba, para salir del día de la marmota es ya otra cuestión para el año que viene.

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