jueves, abril 25, 2024
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La esterilidad creativa del «centroderecha»

Marcos de Quinto ha fundado un think tank, Pie en Pared, y los compañeros de El Debate lo han entrevistado a ese respecto. En un momento de la conversación, que tiene sus tintes elegíacos, que es algo así como un lamento a dos voces, de Quinto denuncia la hegemonía política de la izquierda: «Para que gobierne la izquierda basta que el centroderecha se salte un semáforo en rojo. Sin embargo, para que el centroderecha vuelva a gobernar, la izquierda no solo tiene que saltarse 20 semáforos en rojo, sino que además tiene que atropellar a todos los viandantes. Solo después existe la posibilidad de que vuelva el centroderecha al Gobierno».

Esto es tal y como lo describe de Quinto, así de dramático, pero me temo que la culpa no es de la izquierda, qué va. Es del centroderecha, que ni llamarse a sí mismo «derecha» quiere. Es culpa de su esterilidad creativa, primero, y de sus complejos, después.

Atendamos al nombre del think tank de de Quinto: Pie en Pared. Creo que ilustra a la perfección la actitud de la derecha, perdón, del centroderecha liberal y reformista. Sabemos lo que piensa de la sociedad Pablo Iglesias, sabíamos lo que creía Zapatero, sabemos también lo que desea Ione Belarra. Tienen un modelo de sociedad, que dirían los tertulianos, y se afanan en implementarlo, que dirían los académicos. Pero ¿sabemos qué piensa Feijóo, qué propone? ¿Sabemos lo que defendía Rajoy? Los representantes del centroderecha, sus grandes exponentes políticos, no proponen. Ellos rechazan. ¿Qué la izquierda propone una ley de eutanasia? La derecha la rechaza. ¿Que impulsa una ley trans? Lo mismo. Le deja la iniciativa al rival, va a la contra. Pero tampoco pensemos en los contraataques del Madrid de Mourinho, que acababan en gol o en ocasión manifiesta de gol. No. Éstas son contras más modestas, como del Levante, unas que concluyen justo después de que el balón cruce el centro del campo. 

Digo que son contras modestas, como de equipo que juega en campo enlodazado, porque nunca se consuman. El rechazo del centroderecha tiene algo de ademán, de gesto, de pataleta sobreactuada. Tiene un no sé qué simbólico. Sus líderes se oponen a los proyectos de la izquierda cuando ésta gobierna, únicamente entonces. Luego, cuando quienes gobiernan son ellos, esos proyectos empiezan a parecerles buenos, correctos, «homologables con los del resto de Europa». Ha ocurrido con Almeida y «Madrid central» y ocurrió con Rajoy y absolutamente todo. Contragolpes frustrados, pies apoyados en paredes que terminan revelándose de cartón piedra.

Me entran ganas, lo confieso, de que la izquierda siga saltándose semáforos en rojo por los siglos de los siglos.

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