miércoles, abril 24, 2024
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La defenestración de Praga

Cuius regio, eius religio”. Este fue el principio bajo el que se firmó la Paz de Augsburgo entre Carlos V y la Liga de Esmalcalda en 1555. Con esta tregua parecía que terminarían los conflictos religiosos en Europa central entre católicos y protestantes. Sin embargo, fue el preludio de uno de los conflictos más sangrientos y devastadores de la historia del Viejo Continente: la Guerra de los Treinta Años (1618-1648).

Es muy probable que el lector haya escuchado hablar de esta guerra, pero ¿cómo se llegó a este conflicto? 

En aquella época, el Sacro Imperio Romano Germánico era un conglomerado de más de doscientos estados independientes. Uno de ellos era el reino de Bohemia, que desde antiguo había sido una avanzadilla de la diplomacia y el poder españoles. Por aquel entonces gobernaba Rodolfo II, un rey sumamente extravagante a la par que incompetente.

La Corona de Bohemia era una pieza clave de los intereses españoles y desde tiempos de Felipe II los embajadores españoles en Praga trabajaban para levantar un fuerte partido católico e hispanófilo. Tras los débiles emperadores Rodolfo y Matías, los Habsburgo españoles propusieron a su propio candidato, el archiduque Fernando, que fue nombrado rey de Bohemia en 1617, lo que se consideró una victoria de los Habsburgo. 

Poco tiempo después, Fernando decretaría la prohibición a los nobles bohemios de construir nuevos templos protestantes, lo que derivaría en grandes protestas y generaría un gran malestar entre los protestantes. La chispa que encendería la llama de la guerra en Europa llegaría en mayo de 1618. Una procesión de más de 100 protestantes marcharía hacia el Castillo de Praga a las órdenes de Matías Bonturn, donde, tras una acalorada discusión, los secretarios católicos que se encontraban en la sala, Slavata y Bořita de Martinice y su escribano Philip Fabricius, fueron arrojados por la ventana. 

Lo curioso es que, como cuenta la historiadora Marie Šedivá Koldinská, lograron sobrevivir a una caída de 16 metros, y aunque las causas del suceso nunca se han aclarado, pudo suceder debido a que cayeron en una superficie en cuesta o incluso a la protección que les otorgaba el grosor de los ropajes de la época. El bando católico aseguraba que la Virgen María había intervenido para salvar a los condenados.

Con este suceso comenzó la llamada Revuelta de Bohemia (1618-1620), tras la que se instauró un gobierno revolucionario, cuya primera medida fue expulsar a los principales aliados de España: los jesuitas. 

Se coronó a Federico V, elector del Palatinado, jefe y cabeza visible de la Unión Evangélica. La Revuelta de Bohemia no tuvo demasiados apoyos del extranjero, únicamente algunos príncipes alemanes y el Duque de Saboya. La cuestión de Bohemia no tardaría en resolverse con el primer conflicto armado: la batalla de la Montaña Blanca en 1620. El bando protestante estaba conformado por príncipes alemanes y nobles húngaros, liderados por Bethlen Gabor. Llegaron a acumular alrededor de 20.000 contendientes frente a otros 20.000 por parte del bando católico, formado por tropas austríacas y españolas, comandados por el Conde Tilly. La batalla se decidió a favor de los católicos y se sucedieron muchas persecuciones en las provincias alemanas.

Finalizaba así la Pax Hispánica, y un año después, su artífice, Felipe III. La monarquía hispánica pronto se vería envuelta en otra revuelta con los rebeldes del norte. Con la Guerra de Bohemia y el inicio de la guerra con los Países Bajos surgiría el más terrible conflicto bélico conocido hasta entonces en Europa, la Guerra de los Treinta Años, tras la que se asistiría al desplome de la supremacía española en Europa. 

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