martes, marzo 19, 2024
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La cultura de las armas de Estados Unidos

Otra matanza en un colegio de Estados Unidos conmocionaba al mundo entero apenas una semana después de la matanza de Buffalo y a un mes de la masacre del metro de Nueva York. Dos meses de infarto que denotan que en el país de las oportunidades existe un problema.

Las armas no son sino el catalizador de un problema más profundo que vive la nación estadounidense. Hay países armados hasta los dientes que por su situación social pareciera que no han visto jamás una pistola, pero, por ejemplo, en Suiza cada casa posee un pequeño armario con armas, ya que cada ciudadano tiene el deber de proteger su país. Sin embargo, no vemos esas matanzas tan indiscriminadas. Al mismo tiempo, vemos sociedades sin armas donde los delincuentes, para atacar, usan armas blancas o atropellos masivos (la dura oleada de terrorismo low cost). En definitiva, todo puede ser un arma en la mente de un trastornado o de un fanático.

El problema viene cuando las armas (las de verdad, no un cuchillo de cortar cebollas o un coche) son casi de libre acceso, ya que la laxitud con la que se entregan licencias de armas hace que prácticamente exista barra libre. Al mismo tiempo, existe en paralelo una cultura de las armas derivada de varios principios, como pueden ser el de la legítima defensa del estado (Estados Unidos se independizó mediante este tipo de tropas coloniales armadas con fusiles personales en vez de ser un gran ejército real. De hecho, vencieron al ejército británico debido a la experiencia de los líderes de las colonias [como George Washington bajo las órdenes del Rey inglés]) pero también en base al principio de la defensa de la propiedad privada.

Se entiende que el ciudadano tiene un margen para defenderse a sí mismo y a su familia en su propiedad privada frente a otros que vengan a violentar esa propiedad o a esa familia. Esa cultura derivada de esos principios consignados incluso en su Constitución y varias veces enmendada producto de la experiencia histórica de los norteamericanos contra los ingleses pero también en la conquista del Oeste, donde la carga de la colonización corrió a cargo de familias o grupos de familias en territorios indios hostiles, creó la imagen de la necesidad de defenderse constantemente frente a las tropas inglesas, las tribus nativas o los bandoleros.

Una gran parte de la sociedad de los Estados Unidos es eso. Un territorio de frontera donde el arma, ya sea el famoso Winchester, el revólver Colt o las modernas R4, son un tótem y su entrega al niño un ritual de paso. El problema viene de que en la sociedad moderna (todas, no solo Estados Unidos) se están dando una serie de problemas de índole psicológica. Hay más depresiones, estados de ansiedad y psicopatologías en menores que nunca derivado de una sociedad que está cambiando y de una situación de creciente desestructuración familiar y social.

Sin contar con los procesos de radicalización como en el caso de Buffalo o de Nueva York, porque la motivación ideológica es otro factor a tener en cuenta.  

La mala gestión de la frustración y el creciente aislamiento que provoca puede hacer que sentimientos de rabia que se deriva en muchachos problemáticos que necesitan una ayuda psicológica y un correctivo social y jurídico derive, con la visión de un fusil automático en el armario del salón o con la pistola de papá, en una carnicería precisamente en el centro de todos los males de esos muchachos frustrados: el colegio o el instituto en el caso de los niños, un centro comercial en una zona afroamericana o buscando blancos en el metro de Nueva York en el caso del frustrado fanatizado, sin contar con las matanzas en los centros de trabajo.

Normalmente, en estos casos de menores sí vemos la casuística. En muchos casos, el ciclo de violencia comienza con el asesinato del familiar con el que se convive para ir luego al escenario de la matanza para, una vez consumada, suicidarse.

El lobby de las armas de Estados Unidos, un lobby fuertemente vinculado a la historia nacional y muy activo en temas de publicidad y defensa de los valores nacionales, siempre se desvincula de estos episodios defendiendo el uso constitucional de las armas (defensa propia), su uso cultural (en la historia y la sociedad como rito de paso) y lúdico-familiar (con los famosos picnics donde las familias disparan y luego comen).

La asociación del rifle de Estados Unidos, así como los demás lobbies armamentísticos, que ingresan miles de millones de dólares en armas domésticas. Estas armas domésticas se acumulan en muchos casos en las casas de las familias estadounidenses que acaban convirtiéndose en auténticos arsenales, polvorines que harían las delicias de más de un regimiento en Europa.

Pero la labor de estos lobbys que declaran la indisolubilidad de la identidad de los estadounidenses y sus armas crean, a mi juicio, un falso debate, ya que el objetivo de estos grupos de presión no es blanquear estos ataques, sino condenarlos (ya que uno de los primeros afectados son ellos), reafirmándose en el uso constitucional de esas armas y, al mismo tiempo, defender la seguridad de las personas declarando que cualquier persona que quiera atacar una escuela, centro o personas verán en cualquier objeto cotidiano un arma.

Para estos lobbys, a pesar de nuestra mentalidad europea, las armas de fuego son un objeto cotidiano que sirve al fin y al cabo de catalizador de un equilibrio social basado en la autodefensa focalizando la problemática no en el arma sino en quién la usa. Sin embargo, el problema es que la cultura de las armas y la facilidad para obtenerlas hace que cualquiera, desde la persona más limpia hasta el tarado mayor del reino, pueda comprar un arma de fuego. Y una pistola en manos de un majara frustrado es un gran peligro.

El debate de las armas debería centrarse en los procesos para obtener armamento, en la crisis sociológica que está pasando el país para que estas matanzas se den con tanta facilidad y en una revisión y modernización de esta cultura del fusil que tanto daño está haciendo al país.

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