jueves, abril 25, 2024
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Gran coalición

Parece que a Feijóo no le importaría gobernar con el apoyo del PSOE, o que al menos no lo importaría tanto como hacerlo con Vox. Gobernar con el apoyo de un PSOE moderado, se entiende, de uno en el que ya no esté Pedro Sánchez y con el que puedan alcanzarse por tanto pactos de Estado que hagan las delicias de los tertulianos de uno y otro canal. 

Esta posibilidad, la de una gran coalición ―große koalition, le he oído a algún ceremonioso analista―, asusta a muchas personas, y supongo que con razón. Dado el historial del PP, considerando lo que hace ahora en la oposición y lo que hizo cuando gobernó entre 2011 y 2018, quien gobernaría de hecho sería el PSOE. Los socialistas pondrían la ideología y los populares cuadrarían las cifras para pagar la fiesta. Habría más aborto, más memoria democrática, más teoría de género y más eutanasia, señalan los detractores. Pero ¿acaso no los habría si gobernase el PP en solitario? ¿Acaso no dispuso Rajoy de una mayoría absoluta que utilizó, ejem, para absolutamente nada? ¿Acaso no ha impulsado el PP buena parte de las leyes autonómicas de género?

Yo no puedo oponerme al pacto entre PP y PSOE, ¡a la große koalition! porque no puedo oponerme a las leyes de la lógica. Ambos partidos coinciden en los asuntos fundamentales y en consecuencia es lógico, no lo nieguen, que firmen pactos de gobierno. No necesitan ponerse de acuerdo porque ya lo están; no necesitan tender puentes porque ya llevan mucho tiempo tendidos. PP y PSOE opinan lo mismo sobre el aborto (¡derecho!), sobre la ideología de género (¡libertades!), sobre la Constitución (¡nos la dimos!), sobre la Unión Europea (¡sacrosanta!) y sobre Putin (¡diablo!). 

Algún lector objetará que la coalición es lógica, vale, pero que buena, lo que se dice buena, no puede ser. Yo le pediré que piense a largo plazo. Un acuerdo de gobierno entre PP y PSOE sería bueno, ¡necesario!, para que la escenificación terminase y los actores se despojaran por fin de sus caretas. El trampantojo se vendría abajo y nosotros veríamos de pronto la realidad tal cual es. Veríamos que el PP no es de ningún modo una alternativa al PSOE, que es tan sólo el reverso de la moneda, el otro protagonista del teatrillo gatopardiano: que todo cambie ―el presidente, los ministros, los diputados―, ¡para que todo siga igual! 

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