viernes, abril 19, 2024
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Estado de excepción

En España vivimos en un permanente estado de excepción desde que Sánchez llegó a la Presidencia del Gobierno a través de una Moción de Censura que vulneraba el espíritu constitucional de la norma (en España las Mociones de Censura deben ser constructivas, el legislador puso especial interés en evitar que coaliciones negativas pudieran derrocar gobiernos) y que se apoyaba en un párrafo introducido en una sentencia sobre la Caja B del PP por José Ricardo de Prada, un juez amigo del PSOE. El juez fue posteriormente recusado por la Audiencia Nacional al entender  que su actuación “destruye la necesaria apariencia de imparcialidad que debe reunir todo miembro de un tribunal”, “dando por sentado el acreditamiento de varios hechos que no eran objeto estricto de enjuiciamiento”, e incurriendo así en un “posicionamiento explícito” que “le priva objetivamente de las condiciones de imparcialidad exigibles”. O sea que la Audiencia Nacional confirmó que la moción de censura presentada por Sánchez fue una maniobra para auparse en el poder que estuvo cimentada en un manejo espurio del derecho.  Pero para cuando llegó esa sentencia el daño ya estaba hecho y el impostor ya dormía en la Moncloa.

Convengan ustedes conmigo que en España todo ha sido una excepción desde el momento en el que Sánchez utilizó un párrafo redactado por un juez cómplice para dar apariencia de legalidad al engaño. Todo ha sido una excepción desde el momento en el que el PSOE -un partido que históricamente contribuyó a la recuperación y la construcción de la democracia- se coaligó con los enemigos mortales de la democracia para aupar a su Secretario General a la Presidencia del Gobierno. 

España vive en estado de excepción desde el mismo momento en el que ese impostor pisó la Moncloa para quedarse a dormir en el Palacio. Todo lo que es malo para España es bueno para él, y la COVID19 no iba a ser una excepción; a Sánchez le ha venido la pandemia a ver y ha encontrado en el virus, que ha provocado más de cien mil muertos, el mejor de los aliados soñados.

Decía un día de estos Federico Jiménez Losantos que a los siete millones de parados que hay en España (cuatro de las estadísticas, uno en ERTE y dos de autónomos que han declarado cese de su actividad), habría que sumar a los miembros del Tribunal Constitucional. Insignes juristas han analizado a lo largo de estos meses (especialmente relevante me parecen los artículos de Manuel Aragón Reyes, catedrático Emérito de Derecho Constitucional y Magistrado Emérito del Tribunal Constitucional), los sucesivos “estados de alarma” que ha decretado el impostor no se han limitado a restringir algunos derechos fundamentales, tales como el de circulación, reunión, y manifestación, sino que han suspendido esos derechos. Pero los  integrantes del TC  no se han sacudido la galbana o no parecen encontrar un hueco para analizar los recursos sobre los sucesivos estados de excepción, llamados de alarma, por el impostor que habita en la Moncloa. 

Como decía antes, todo es una excepción en España desde que Sánchez duerme el Palacio de la Moncloa. Es una excepción europea que un Estado miembro tenga un gobierno formado por socialistas, comunistas leninistas y bolivarianos chavistas, y sostenido por golpistas y terroristas. Es una excepción europea que el Gobierno de la Nación de un Estado miembro de órdenes ilegales a los funcionarios y los cese cuando estos mantienen su juramento de cumplir y hacer cumplir la ley. Es una excepción europea que el Presidente del Gobierno de un Estado miembro mantenga en el Gobierno a un Ministro sobre el que ha recaído una sentencia judicial que dictamina que dio una orden ilegal a un miembro de las fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Es una excepción europea que el presidente del Gobierno de un Estado miembro copie su tesis y falsifique su curriculum. Es una excepción europea que el presidente del Gobierno de un Estado Miembro aproveche la pandemia para cerrar el portal de transparencia y declarar secreto de Estado el coste de sus viajes en el Avión del Ejército, los sueldos de su esposa… Es una excepción europea que el Gobierno de un Estado miembro haya decidido repartir con opacidad y arbitrariedad los fondos para la recuperación que llegaron a España gracias al sacrificio y el esfuerzo de todos los europeos. 

Sánchez dijo en su mitin del pasado martes que él no se cansa de repetir que “tiene” cuatro vicepresidentas “dos gallegas, por cierto” (¿); yo no me cansaré de repetir que lo de este tipo requiere tratamiento político, penal y médico. Porque para librar la batalla y poder defendernos eficazmente de los efectos que provocan las decisiones de este personaje me parece especialmente relevante recordar en manos de quien estamos.  En Psicología hay un concepto que define el comportamiento humano de Pedro Sánchez: la Triada Oscura. La personalidad de esos sujetos está determinada por tres factores: la psicopatía, entendida como una empatía muy limitada, propia de personas que no tienen remordimientos y para los que la moral y las normas éticas les son indiferentes; el maquiavelismo que se caracteriza por tener actitudes cínicas y adoptar estrategias cuyo único fin es beneficiar sus propios intereses; y el narcisismo, que define al vanidoso, a quien fantasea con un poder ilimitado y cree merecer un estatus superior. No me digan que la definición no se adapta como un guante al Sánchez que nos está amargando la vida y ha convertido a España en una excepción en el espacio europeo de libertades.

Ya estamos tardando los españoles normales en mandar a este tipo el rincón.

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