viernes, abril 19, 2024
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España vs. Inglaterra: 10 encontronazos (parte I)

Divulgando que es Historia

Últimamente están apareciendo en el mercado editorial (y alguno con aviso de surgir tomando barlovento con fuerza), varios libros sobre la Armada española del siglo XVIII. Ese siglo tonto, de los Borbón, en que los tristes dicen que ya éramos una filfa de Imperio y tal. Una gran paparrucha que cada vez se va desmontando más, como parte de lo que fueran las, podemos llamar, Fake News del Imperio Español con se quiso combatir una España poderosa. Más de lo que creen muchos. Con sus luces y sombras, por supuesto. Pero temible y temida.

Uno de los tópicos históricos está en la predominancia por mar de los ingleses sobre los españoles. Ya dicen ellos mismos que «A los españoles por mar los quiero ver, porque si los vemos por tierra, que San Jorge nos proteja». Claro queda que la realidad y leyenda de los Tercios fue clara. Pero, ¿acaso no se les venció por tierra antes, y por mujeres? ¿Por qué no se recuerdan nuestras habilidades bélicas por mar? Vamos a hacer un repaso de varios encontronazos entre estas dos naciones seculares, pues la cosa, como verán, nos viene de lejos. Con el cariño mutuo propio de quienes han sido los únicos en haber tenido Imperios Globales. Lo que une mucho, no les quepa duda.

1.- 1386. Todavía Castilla luchaba para sí, en lucha por reconquistar (como el resto de reyes y condes peninsulares) aquella Hispania romana que heredaran los godos. Reinaba en tal año Juan I, el cual venía de pifiarla en Aljubarrota contra los portugués. Ante tal derrota, el Duque de Lancaster, que pretendía el trono castellano (¡nada menos!) aprovechó el momento para atacar, y en llegando y queriendo tomar Palencia, apenas sin hombres al estar en las levas del rey Juan, las mujeres palentinas se encargaron de luchar contra los ingleses, defendiendo la plaza y ganando al de Lancaster. Lo más que logró, ya que por las armas fue vencido, es que su hija Catalina se casara con el hijo de Juan, Enrique, y para no ser menos que los anglos con el título que tenían para los herederos (Príncipe de Gales), se instauró desde entonces el de Príncipe de Asturias. Cosa que se le debe, pues, a las bravas palentinas.

2.- 1589. Tras el Cisma, y que la hereje Isabel I Tudor desdeñara casamiento no ya con Felipe II que, por cierto, fue Rey de Inglaterra con todas las de la ley antes que de España, sino hasta con el apuesto Jeromín; tras la pesadez del pirata Drake de darse vueltas por nuestro litoral, ora por Cádiz, ora por Lisboa; y tras el fallido ataque de nuestra Armada. Aquella que los anglos convirtieron tal desastre en Gravelinas de 1588, como el cénit de la campaña, resulta que se ponen gallos y nos hacen una Contraamada, que pocos de ellos quieren recordar. Pues al glorioso Sir Francis Drake se le dio la del pulpo. Especialmente en La Coruña (que lo hacen muy bueno), donde de nuevo una mujer se convierte en heroína, como lo fue María Pita, que con su grito: «¡Quien tenga honra, que me siga!», mató al alférez inglés que creyó que lograría plantar su pendón en la invicta ciudad. De tal exitosa campaña, los ingleses perdieron 40 navíos, lo que permitió que recuperáramos de nuevo nuestra supremacía naval.

3.- 1625. Lo de los validos pelotas no es sólo cosa española. Así, el Duque de Buckingham alentó al rey Carlos I de Inglaterra a aliarse con las provincias de los Países Bajos para romper la llamada Pax Hispánica y empezar una broma que duró Treinta Años. Con esa pretensión absurda de que son mejor en la mar, se lanzaron al asedio y conquista de Cádiz (como principio para darnos en lo que era la puerta de nuestras provincias del otro hemisferio) con unas fuerzas de 90 barcos y 10.000 soldados de infantería. Nuestro Duque de Medina Sidonia, y el gobernador de Cádiz, Fernando Girón, con la mitad de hombres, no solo repelieron el desembarco, sino que causaron gran mortandad entre los atacantes, dejando en el fondo del mar no menos de 30 navíos enemigos. Un descalabro que les hizo pensar que mejor les salía a cuenta luchar contra los franceses de un tal Richelieu.

4.- 1704. Tiene gracia que la que podamos considerar, pérdida y victoria en este caso inglesa, no ya fuera de nuevo apoyada por los holandeses (cada día me está sentando mejor el recordar el gol de Iniesta), sino por otros españoles enfrentados por cuestiones dinásticas. Pues en esa Guerra de Sucesión entre austracistas y borbónicos, al final todos perdimos. Y en esa, fue cuando perdimos Gibraltar. Nos quedamos mancos de una de nuestras hercúleas columnas de nuestro blasón. Diego de Salinas, gobernador de la ciudad, apenas contaba con un centenar de hombres de armas, y viejos cañones de la época del Emperador Carlos. El almirante Rooke, contaba con más de 4.000 para desembarcar y tomar la que se empecinó en ser fiel a Felipe V. La imposible defensa se intentó, no sin algún éxito para los defensores; pero viendo el gobernador el problema de las grandes bajas que se podían producir a mujeres y niños en una plaza indefendible con los medios que contaba, parlamentó con dignidad, saliendo finalmente habitantes y soldados, con armas y banderas, y con el pendón de la ciudad flameando al ritmo del parche de los tambores. Perdióse el Peñón. Pero no el honor.

5.- 1741. Los enfrentamientos con los ingleses por supuesto que no se quedaron a nuestros mares, pues como dije, ambos fueron los primeros Imperios que inventaron la globalización (ellos a nuestro remolque, obviamente). Y en Cartagena, la de Indias, los ingleses tuvieron una de las derrotas más tremendas habidas. Para colmo, por culpa de un guipuzcoano tullido que le llamaban Mediohombre, que tales llegaron a ser sus heridas como para que tal fuera su apodo. Para estar ya España en declive, los ingleses no acababan de tomar una plaza en América continental, lo que les llevó a intentarlo en la próspera Cartagena de Indias, con el pretexto de un agravio a un corsario pillado in flagrante delicto llamado Jenkins al que le cortó una oreja el capitán de La Isabela que lo apresó, el cual le dijo «Ve y dile a tu Rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve». Casus Belli habemus. 29 navíos, 22 fragatas, 12.000 soldados, 15.000 marineros. Y el tullido aquel, un tal Blas de Lezo, con 6 navíos y 4.000 hombres en total. Necesitaría un artículo entero para narrar una derrota inglesa tan grande, tan enorme, tan terrible, que fue borrada de sus libros de Historia, e incluso mintieron a su población hablando de una victoria, de la que empezaron a dudar cuando aquellos victoriosos, nunca llegaron de vuelta a Inglaterra.

Por ahora vamos 4 a 1. ¿Cómo quedará el recuento tras las otras cinco historias que faltan por contar?

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