jueves, abril 25, 2024
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Entender la Rusia de Putin

Entender la composición de poder en la Rusia actual es muy complicado para aquellos que intentan hacer una lectura superficial y simplista de los hechos en sí y mostrar a Vladimir Putin como un líder soviético o un zar. Estas simplificaciones son ridículas y dejan en muy mala postura a quién le define de una forma tan maniquea. De entrada, la forma de poder de Putin es meramente administrativa y utilitarista, no hay una definición intelectual detrás; de hecho, Putin no es un ideólogo sino un hombre de acción, un líder.

Él no define su era o época en términos ideológico, no ha redactado un Mein Kampf, un libro rojo de Mao o un libro verde de Gadafi, ni se apoya en teóricos previos. A lo sumo tiene asesores que van proveyendo el espectro ruso de ideas y su grupo, el “Grupo Kremlin” adapta para sí, caso por ejemplo de Alexandr Dugin y su Cuarta Teoría Política, usado como soporte ideológico en parte y luego, en otras áreas, apartado o ignorado.

Por lo tanto, podemos concluir que detrás del comportamiento de Putin no hay una agenda ideológica compartimentada ni consignada sino que es un totum revolutum de nacionalismo ruso, patriotismo soviético (que no una nostalgia por la estructura supranacional socialista). Este patriotismo soviético tiene dos vertientes: la nostalgia de la fuerza de Rusia como eje central de la URSS y la nostalgia de una Rusia dominante más allá de sus fronteras inmediatas, dominación incontestable por otro lado.

El filósofo ruso Nikolai Bediayev (1874-1846) lanzaba una interesante definición de Rusia y la URSS diciendo que: “el pueblo ruso se tenía como una tercera roma, la heredera religiosa de Bizancio tras la caída de Constantinopla pero que de su seno nació la tercera internacional que, paradójicamente, es también una fe ortodoxa y un sacro imperio (ortodoxo) de tal forma que ambas ideas se ligan dejando claro que, al final, la Tercera Internacional es una idea rusa”.

Esta idea puede servirnos de apoyo para entender por qué Putin un día está haciendo la señal de la cruz en una Iglesia Ortodoxa y al otro defiende a la URSS, no es por una mera idea rancia y de falsa dialéctica de “Imperio zarista vs Comunismo ateo” sino que Putin reivindica la identidad nacional del pueblo ruso dentro de un espacio eslavo definido en términos culturales, religiosos e históricos de ahí el tremendo tradicionalismo que surge del pensamiento putinista pero, al mismo tiempo, reivindica el hecho diferencial soviético como una forma de entender la dinámica postsoviética de dominio del espacio geográfico y el poder de influencia.

Entendemos que el dominio, tanto del espacio soviético como el alto nivel de la diplomacia y el ejército de la URSS, explique que ante el vacío de este poder y la incapacidad de Rusia de heredar esta “púrpura imperial” a nivel económico ni militar y sabiendo que Occidente se lanzará a la conquista de ese territorio (ampliamente copado por la UE y la OTAN), Rusia establezca la retórica de la “estafa occidental”, ”nos engañaron” y de la necesidad de la seguridad nacional y de sus fronteras.

Por lo tanto el resumen ideológico de Putin, bastante tosco y romo, se podría definir como un sistema autoritario de poder vertical amparado a la luz de las estructuras administrativas del estado copadas por elemento de su partido “Rusia Unida” que absorbe a un gran grupo de funcionarios y altos miembros del partido comunista, reconvertidos del patriotismo soviético al nacionalismo ruso y elementos no clasificables dentro de la estructura funcionarial del estado como el líder checheno Ramzam Kadyrov (ex combatiente separatista en los años noventa).

Curiosamente Litvinenko, en el documental “Rebelión” del gran periodista ruso Andrei Nekrasov, acusaba esta situación actual de políticos ilegítimos en un estado ilegítimo (la URSS) que atraen a un estado legítimo (Rusia) a una trampa política para legitimarse dentro de un estado ilegitimándolo para así poder vivir en él.

Este sería el núcleo duro del poder: funcionarios – miembros del partido Rusia Unida, muchos de ellos (sus más cercanos colaboradores) herederos del poderío soviético como el diplomático Sergei Lavrov, los generales Sergei Shogiú y Valeri Geramisov, los ex KGB Nikolai Patrushev, Alexandr Bortnikov, Sergei Naryshkin. Todos ellos salieron de los últimos años de la era soviética y se consolidaron durante los duros años noventa rusos en diversos puestos de la administración rusa de Yeltsin.

Esta línea, sin embargo, de poder a nivel doxográfico nos deja claro que el modelo de poder vertical no es sino la consolidación de una élite postsoviética, política-militar asentada sobre un segundo nivel periférico que, sin embargo, los medios de comunicación occidentales pretenden hacer creer que es central. Los oligarcas.

Los oligarcas fueron una nueva clase económica con ínfulas políticas: multimillonarios como Boris Berezovsky, Oleg Deripaska, Román Abramovich, Mikhail Khodorkovsky etc…, estos oligarcas, magnates vinculados al poder ruso tras la caída de la URSS, la liberalización de la economía y la privatización de sectores estratégicos, estaban muy vinculados al cerebro de este proceso: Boris Yeltsin.

Sin embargo, como hemos visto, Vladimir Putin no es un oligarca ni un liberal, ni siquiera un demócrata, sino que es un autócrata ya que entiende que la democracia es simplemente un sistema administrativo para gobernar y puede, de una forma muy sencilla, ser dominado por las élites de un país. Esto ocurre también en Occidente, sin embargo, no debemos confundir términos ya que a Vladimir Putin se le ha llamado tirano, cosa que no es cierta, sino que es un autócrata.

Putin no abusa de su poder como lo haría un tirano, sino que ejerce su poder más allá del asesoramiento de su círculo más cercano por lo que sería un autócrata al más puro estilo tradicional ruso. Por otro lado, esto pone a Putin en contra del liberalismo económico y la transformación subsiguiente de la población debido al cambio de paradigma económico, de ahí que reniegue del capitalismo liberal salvaje propugnado en los años 90 con el apoyo de los oligarcas pero tampoco desee volver al modelo socialista.

Su modelo político-económico es el mercantilismo, típico en las sociedades absolutistas; por el cual se dan relaciones entre el poder político y económico en términos de sumisión del segundo al primero produciendo una intervención estatal en la economía de mercado (pero no tan fuerte como en el comunismo) y la moneda pasa a estar también bajo control.

Estas ideas, como he dicho, convertidas en eje central de la sociedad absolutista traídas a la Rusia post Yeltsin trata de configurar un sistema de poder autoritario que instrumentalice las instituciones del estado y las cope de acólitos del Partido, en este caso Rusia Unida.

Los oligarcas entonces tenían dos opciones: oponerse a este modelo, defender las ideas liberales cuyo fin era disfrutar del capitalismo salvaje y seguir enriqueciéndose tutelando al poder político para llevar el modelo democrático occidental a Rusia y poder copar el espacio social, caso de Boris Berezovsky; por ejemplo;

Someterse y entender que pasan a estar tutelados por un estado autoritario con todo el poder de dominarles o eliminarles (ya sea mediante la cárcel, el asesinato o el exilio) de la ecuación política en curso en cuanto ese poder económico periférico choque con los intereses del “poder central” representado arriba, en la cúspide de ese poder vertical.

Para ello retiene un fuerte discurso nacionalista en lo social, político y económico, surge un modelo capitalista de oligarcas afines al mercantilismo ruso que continúan con la corrupción desatada en los años noventa con el visto bueno del eje central del poder (recordemos que Leonid Breznev decía que “nadie vive sólo de su sueldo”, en clara alusión a la corrupción) y perpetúan ese poder.

Esta tutela se traduce en que los oligarcas no son sino una corte interesada que, al mismo tiempo que se beneficia, puede aportar grandes servicios a Rusia de forma encubierta al no ser ni funcionarios del estado ni del partido del líder. De ahí el intento estratégico de Occidente de dañarles, la diferencia es que estos oligarcas están dañados en el exterior pero dentro de Rusia siguen manteniendo grandes cotas de ingresos y obviamente saben que la inestabilidad económica derivada de esta crisis puede hacer que el Kremlin, que no se las piensa dos veces, si les tiene que atacar, les ataque.

En definitiva que el sistema de poder ruso se mantiene ideológicamente en los términos descritos; como una idea superficial y compuesta de muchos fragmentos de la historiografía antigua, moderna y contemporánea de la historia rusa, que mezcla patriotismo imperial con patriotismo soviético y nacionalismo actual como un mosaico y somete las estructuras democráticas como herramientas de gestión administrativa que sirva para dinamizar el funcionamiento arriba-abajo del poder vertical mientras que los oligarcas, tras años de abierta guerra con el estado, se sometieron o desaparecieron.

Entender esto es entender qué es la Rusia de Putin.

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