jueves, abril 25, 2024
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Emilia Pardo Bazán contra el galleguismo

El 16 de septiembre de 1851 nacía en La Coruña Emilia Pardo-Bazán y de la Rúa-Figueroa y que, hasta su muerte, producida en Madrid el 12 de mayo de 1921 -hace ahora cien años-, tocó literariamente prácticamente todos los palos (novela, teatro, poesía, cuento, ensayo, artículo periodístico), incluso tuvo tiempo de dedicarse también a la traducción, a la edición y a otros aspectos de la producción literaria. Suele destacarse, y con buen criterio, su reivindicación de la igualdad de derechos para las mujeres, dedicando parte de su narrativa a ello, así el tema aparece en La Tribuna, o, más directamente, en La Tigresa, en Feminista, etc. En el volumen La Mujer española podemos leer, en los varios artículos allí reunidos, la descripción que realiza de la condición de la mujer española, muy sometida en España a la religión, desde un punto de vista, claro está, reivindicativo feminista. 

Pero un aspecto que no se suele tener en cuenta al abordar las distintas facetas de esta rica figura es su oposición frontal al nacionalismo fragmentario, particularmente al galleguismo, que, además, vio nacer. 

Emilia Pardo Bazán fue autora crítica muy incisiva con el galleguismo, y esto suele hoy día silenciarse. Con Sánchez Moguel a la cabeza, pero también Núñez de Arce, o el propio Juan Valera, fueron autores que, en buena medida, vieron venir, y advirtieron, de lo que se nos venía encima a los españoles con la llamada por entonces, y sin pelos en la lengua “escuela separatista”.

En un conjunto de textos reunidos bajo el título De mi tierra (en Obra crítica 1888-1908, ed. Cátedra), doña Emilia, señala al galleguismo como un movimiento peligroso, que pone en riesgo a la patria española, riesgo de fragmentación.

Reivindicó, en primer lugar, el castellano como idioma propio de Galicia, como idioma de la «patria», España, que Pardo Bazán distinguía de la «tierra» (“a terra”), en referencia a Galicia. Así, dice Doña Emilia: “pues con ser hoy el castellano nuestro verdadero idioma […] habla majestuosa de Castilla” (De mi tierra: La poesía regional gallega, Discurso leído el 2 de septiembre de 1885 en el Liceo de La Coruña, ed. Cátedra, pp. 159-160). Y ello sin dejar de rendirse al gracejo de la lengua y literatura local gallega, dialectizada y ruralizada, aun rechazando lo que en el terreno político representa la literatura regional; aun abrigando dudas acerca de su utilidad y porvenir, al encontrarnos frente a frente con ella, nos desarma su gracia” (p. 161). No es autora, ni mucho menos, como vemos, que le produzca rechazo la lengua local. Es más, Pardo Bazán, en buena medida se traga el mito celtista, del que usarán y abusarán los nacionalistas gallegos (desde Murguía y Vicetto en adelante), dedicando incluso su novela Morriña a ello (a ese sentimiento atávico de nostalgia por la tierra, dice Pardo Bazán, característico de “los pueblos de raza céltica, esa rama del nobilísimo tronco ariano”).

Después explica doña Emilia, o quiere hacerlo, cómo surgen estos movimientos nacionalistas regionales (o locales) que no son sino una reacción a la “universalidad” que representa la civilización moderna. El separatismo regionalista es, pues, una respuesta frente a la civilización moderna que se produce en algunas regiones, y que buscan mantener la singularidad local (folclórica, dice Pardo Bazán, utilizando lo que entonces era un neologismo), con sus atavismos castizos, como resistencia reaccionaria ante la posibilidad de ser engullidos y disueltos por el patriotismo nacional (canónico) que representa la civilización contemporánea. Así, señala Pardo Bazán lo siguiente: “Nadie ignora que, hacia mediados del siglo XIX, se ha despertado vigoroso el espíritu de raza, como si al nivelador y uniforme impulso de la civilización moderna respondiese, protestando, el ayer de cada pueblo, temeroso de ver anulada para siempre su individualidad histórica. No a otra causa deben su existencia las Asociaciones de Folklore y su resurrección las literaturas regionales” (p.161, viéndose obligada, por cierto, en nota al pie, a explicar lo que significa el neologismo folklore).

Cuando esto se junta, además, sigue explicando Doña Emilia, fijándose en el caso gallego, con cierta postergación y relegación de la región surge el “rencor” contra las otras regiones dominadoras, así Galicia con Castilla, y de ahí deriva el separatismo: “y claro está que si estas quejas no son mero juego retórico; si, como es de creer, expresan una aspiración sincera, contenida en el movimiento intelectual de Galicia, tenemos que reconocer que el renacimiento lleva en sí un germen de separatismo, germen poco desarrollado todavía, pero cuya presencia es imposible negar, y que acaso sea el único fruto político y social de este florecimiento poético” (p. 191).

Ahora bien, frente al separatismo, se posiciona con toda claridad y beligerancia Pardo Bazán, hay que poner siempre por delante a la patria española: “la patria representa una idea aún más alta [que la tierra], y la patria, para los españoles todos, donde quiera que hayan nacido, desde la zona tropical hasta el apartado cabo Finisterre, es España, inviolable en su unidad, santa en sus derechos” (p. 192)

El separatismo, “no muy extendido en Galicia” es, dice, una “peligrosa utopía” que Bazán engrana con el federalismo de Pi y Margall y del que, aclara enseguida, “esperemos que jamás llegará a tomar cuerpo tangible ninguna idea contraria a la unidad de la patria, lo cual sería para las literaturas regionales cargo más grave que el romper la del idioma y del pensamiento artístico nacional” (p. 193).

Pardo Bazán, en definitiva, aprecia la literatura y lengua locales, incluso entiende que se resistan a morir ante la pujanza de la civilización moderna y su homogeneización social, pero si ello va a suponer el rompimiento de la patria española, mejor que desaparezca toda esa literatura y lengua local. Si su conservación conlleva el separatismo, mejor que desaparezcan. 

Esta es la posición, clara, insobornable, de Doña Emilia Pardo Bazán y de la Rúa Figueroa frente al separatismo. La unidad de la patria española vale más que todas esas lenguas y literaturas locales, y no se puede sacrificar aquella a la conservación de estas.

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