viernes, abril 19, 2024
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Elecciones globales

La combinación de mensaje propagandístico y masaje alarmista caló a tal punto que un año después de montar su supuesto remedio, cuando -a lo sumo- el anunciado jinete del apocalipsis logró acelerar la muerte de dos entre siete mil millones de personas, provocando paro y ruina para al menos otros mil millones, las únicas noticias de primera plana para el tinglado mediático son simples incoherencias, como “objetivo covid cero”, o “vacunar lo arregla todo”.

¿Por qué no catarro cero? ¿O difundir también que la vacuna de Salk previno una enfermedad tan terrible como la polio, si bien la tuberculina del gran Emil Koch no funcionó, y hasta fue contraproducente? El sostén de disparates como escribir sobre líquidos es a fin de cuentas la posverdad, un discurso que su definidor Lyotard cifró en ser “ajeno al sentido y justicia de la cosas”,                      

Ayer por la tarde el socialista Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas, «lamentó» que la pandemia haya sido ante todo una maquinación gubernamental para ampliar facultades coactivas, inspirada o cuando menos consentida por medios de comunicación prestigiosos, al servicio de ambiciones e intereses de una elite fundamentalmente económica, aunque también ideológica. 

Declarándolo ante la Comisión de Derechos Humanos de la propia ONU, Guterres fue refrendado a continuación por Michelle Bachelet, alta comisionada del organismo, y al fin existe una denuncia en toda regla de algo que cumple un año de vigencia prácticamente global. Los hechos se probarán o no, porque para empezar tienen visos de confabulación a escala jamás vista, plagada de conspiranoias que desdibujan la conspiración primaria de una posverdad, ajena al sentido en general. Pero los días de la mordaza y el confinamiento están contados. 

Si sus instigadores y beneficiarios no logran prolongar el estado de sitio con algún truco imprevisto el asunto será examinado, y con eso basta en realidad. El espíritu ha vuelto a dar signos de vida; trileros y aspirantes al dominio inapelable deberán atarse los machos, porque a lo sumo habrán sacado adelante pobreza, santo y seña de su tanto peor tanto mejor.  

Nosotros, los demás, no tardaremos en seguir a Jorge Drexler cuando canta: «Felicitémonos, abracémonos, toca celebrar una guerrilla de la concordia».

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