jueves, abril 25, 2024
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El Tratado de Versalles

A las 3 y 12 minutos de la tarde del día 28 de junio de 1919 en la Galería de los Espejos de Versalles, los embajadores alemanes firmaron el complejo tratado de 440 artículos, sellando la derrota del Segundo Imperio alemán, que se había formado en aquella misma sala cuando Alemania estuvo en ella como vencedora apenas cincuenta años atrás. Habían pasado solo cinco años desde el asesinato de Sarajevo.

Alemania se veía obligada a ceder a Bélgica los pequeños distritos de Eupen y Malmédy, además de devolver a Francia Alsacia-Lorena, aceptando así mismo todo lo referente al Sarre y a la Renania. En el Sur, Alemania reconocía la independencia de Austria y la frontera con el Imperio austrohúngaro fue conservada a excepción de la Alta Silesia, que pasó a formar parte de Checoslovaquia. En el Este, Alemania cedía un acceso al mar Báltico a la recién reconstruida Polonia: el puerto de Danzig quedaría auspiciado por la Sociedad de Naciones. 

El tratado preveía, además, el desarme de Alemania. Quedó abolido el reclutamiento, sobre todo a instancias de Lloyd George, primer ministro de Reino Unido. El ejército profesional quedaría reducido a 100.000 hombres, privado totalmente de artillería pesada y de tanques. La flota alemana quedó reducida al mínimo y se eliminó por completo la fuerza aérea. Otro de los artículos que sembrarían el revanchismo germano fue el llamado “cláusula de la responsabilidad de la guerra”, por el cual “los gobiernos aliados y asociados afirman – y Alemania reconoce – que Alemania y sus aliados son los responsables de los daños y perjuicios sufridos por los gobiernos aliados y asociados, y sus pueblos respectivos, como consecuencia de una guerra impuesta por la represión de Alemania y sus aliados” (art. 231). La cantidad que debía pagar Alemania era de 132 mil millones de marcos: para que comprendan lo absurdo de la cantidad, Alemania dejó de pagar la deuda el 3 de octubre de 2010.

Pero, como diría Wilson, “la realidad era que la justicia se había mostrado muy severa para con Alemania”. Esta fue la sentencia que muchos alemanes no podían aceptar, y se difundió una intensa propaganda contra el tratado. En este momento se forjaría en Alemania la leyenda de la puñalada por la espalda, “Dolchstoßlegende”. Una teoría que circulaba por grupos derechistas y reaccionarios alemanes que defendía que el ejército alemán había sido traicionado por los políticos socialistas y las élites judías del país, llevando a Alemania a la ruina total. No cabe duda de que los aliados, al hacer la paz, albergaban la buena intención de que ésta fuese duradera, pero rara vez se encontrará en la historia un tratado que, a esas buenas intenciones, añada tanta severidad.

El 22 de septiembre de 1919 Alemania se vio obligada por los aliados a firmar una declaración que derogaba cualquier artículo de la Constitución que estuviese en contradicción con el tratado. Lloyd George escribiría en su memorándum: “Creo que cualquier conflicto bélico que se produzca en el futuro será debido a que el pueblo alemán, que ha dado pruebas de ser uno de los más enérgicos y poderosos del mundo, rodeado por varios pequeños estados, muchos de ellos formados por gentes que nunca han tenido un gobierno estable y que además albergan grandes masas de alemanes ansiosos de unirse, decida pasar nuevamente a la acción”. 

Sería descabellado afirmar con rotundidad que el Tratado de Versalles es la causa única de la Segunda Guerra Mundial, pero también muy ingenuo suponer que la paz impuesta por los aliados no creara el caldo de cultivo en la sociedad alemana para que posteriormente surgiese el movimiento nacionalsocialista.

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