viernes, marzo 29, 2024
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El sainete de la ‘contrarreforma’ laboral

Menudo esperpento el representado por el Gobierno a cuenta del enésimo no anuncio de una contrarreforma que, paso a paso, se había ido convirtiendo en el Godot de la célebre obra de Samuel Beckett.

Un breve repaso de lo sucedido en dos años resulta revelador. Incluyeron su voluntad de modificar la reforma de 2.012 en el pacto de coalición que precedió a la constitución del gabinete socio-podemita. Posteriormente, pactaron su carácter integral con Bildu para que ésta apoyara la quinta prórroga del Estado de Alarma. Sostuvieron más tarde una pelea interna entre las dos facciones gubernamentales relativa al alcance de las modificaciones a incluir. Después, la pugna se convirtió en un duelo entre egos femeninos del Gobierno disputándose el protagonismo de la decisión. Más adelante, convirtieron de modo absurdo el término derogar en totémico. Finalmente, han escenificado un “empate” entre rojos y morados pero dejando desairada, una vez más, a la sufrida vice presidenta económica que, además de quedarse fuera del encuentro en el que Pedro Sánchez y Yolanda Díaz decidieron empatar, ha visto como ésta ganaba la batalla del tótem, pues el comunicado de Moncloa incluyó el término “derogación”.

Y, sin embargo, después del sarao que ha quedado expuesto y pese a haber anunciado que las dos facciones del Gobierno -roja y morada- habían llegado a un acuerdo sobre la contra reforma, se desconoce el contenido de lo acordado. No han comunicado su posición relativa a la indemnización por despido, ni la referente a la ultra actividad de los convenios, ni la concerniente a los salarios de tramitación, ni la destinada a reducir la temporalidad. Lo único que, leyendo entre líneas, puede entreverse en el comunicado es que están dispuestos a volver a dar preeminencia a los convenios de sector frente a los convenios de empresa.

La entronización del convenio de sector constituye un auténtico peaje a los sindicatos que, así, volverán a recuperar la influencia que afortunadamente habían perdido en 2012, concediendo a sus burocracias un protagonismo que aumentará el poder sindical a costa de perjudicar la autonomía de las empresas y, con ella, la capacidad para auto organizar su futuro. Una vez más, el Gobierno paga la correspondiente coima a las vetustas y arcaicas organizaciones sindicales y, otra vez más, Nadia Calviño pierde su batalla dentro del Gobierno que, aparentemente, vice preside.

Poco espacio cabe para el optimismo. La declarada voluntad de llegar a un acuerdo con los representantes empresariales es poco más que una cláusula de estilo conocido el precedente del salario mínimo interprofesional. El deseo o la necesidad de contentar a Comisiones Obreras y a la UGT será más fuerte. Y, lamentablemente, todo apunta a que la contra reforma restará flexibilidad a nuestro mercado laboral.

De suceder las cosas como parece que van a acontecer, la repercusión de la recuperación económica en el nivel de empleo será menor que la que podría ser en ausencia de la contra reforma, pero ya se sabe que los parados no votan en las elecciones sindicales y que los empresarios no suelen votar a la izquierda.

De nuevo nos encontramos con lo mismo. El Gobierno socio-podemita aborda y decide un problema de Estado atendiendo exclusivamente a tácticas y estrategias electorales.

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