sábado, abril 20, 2024
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El día en que estadounidenses y alemanes combatieron juntos en la Segunda Guerra Mundial

Un grupo de soldados antinazis del Ejército alemán apoyaron a las tropas norteamericanas durante la batalla del castillo de Itter

Dos días antes de la rendición de la Alemania nazi el 7 de mayo de 1945, que puso fin a la Segunda Guerra Mundial en el teatro de operaciones europeo, tuvo lugar un hecho insólito. Tropas estadounidenses y germanas combatieron codo con codo frente a un enemigo común. Este desconocido suceso histórico tuvo como escenario el castillo de Itter, en el Tirol austriaco.

La pequeña fortaleza, construida en el siglo XIII, había sido confiscado por las Waffen SS en 1943 por orden directa de Himmler y los nazis la destinaron a albergar prisioneros, en su mayoría franceses. Algunos reclusos ilustres de Itter fueron, entre otros, los ex primeros ministros galos Édouard Daladier y Paul Reynaud; el extenista Jean Borotra, campeón de cinco torneos de Grand Slam; o Marie-Agnès de Gaulle, hermana del general Charles de Gaulle.

El caso es que el castillo se convirtió en un objetivo militar a raíz de una cadena de suicidios, que incluyeron el del propio Hitler, el 30 de abril, y el de Eduard Weiter, comandante del campo de concentración de Dachau, del que dependía administrativamente la fortaleza. Fue entonces cuando los miembros de las SS abandonaron Itter, permitiendo a los prisioneros franceses hacerse con el control del enclave.

El castillo de Itter, en una imagen tomada antes de la guerra.

Pero uno de los reclusos, miembro de la resistencia yugoslava, había escapado de Itter dos días antes de que las SS dejaran el lugar, con el objetivo de traer apoyo militar de los Aliados. El prisionero en cuestión, Zvonimir Čučković, dio con la 103ª División de Infantería estadounidense en las inmediaciones de Innsbruck y les pidió ayuda para expulsar a los alemanes del castillo. A ello se prestó como voluntario el capitán John C. Lee Jr., que lideró un pelotón de catorce soldados estadounidenses a los que se sumaron diez efectivos alemanes de la Wehrmacht (el Ejército de tierra germano) de convicciones antinazis, mandados por el mayor Josef «Sepp» Gangl.

Los 24 soldados se presentaron en el castillo conduciendo dos tanques modelo Sherman y un todoterreno militar Volkswagen Kübelwagen. Una fuerza que provocó la decepción de los prisioneros franceses por su pequeño tamaño, aunque agradeciesen su intención. A continuación, Lee ordenó a los hombres bajo su mando, incluidos los reclutas galos en posición para defender el castillo de un eventual retorno de las SS.

La vuelta de los nazis efectivamente se produjo unas horas después, con una fuerza de entre 100 y 150 soldados de las SS, que iniciaron el asedio al castillo el 5 de mayo. El combate fue duro y se alargó durante varias horas, hasta que las fuerzas de los defensores empezaron a flaquear ante la superioridad nazi. Fue entonces cuando entró en juego la pericia de Jean Borotra. El doble campeón de Roland Garros y Wimbledon, que formaba parte de la nómina de prisioneros de Itter, se ofreció a escabullirse de la refriega para pedir refuerzos. Borotra consiguió hacer contacto con el 142º Regimiento de Infantería estadounidense, cuya llegada terminó por decantar la refriega a favor del lado aliado.

Así se saldó el que seguramente fue uno de los días más bizarros de la Segunda Guerra Mundial, con estadounidenses, franceses y alemanes combatiendo en el mismo bando.

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