viernes, abril 19, 2024
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Del 11S al 11M

«Pues [Mahoma] surgiendo con el número 11, que en las santas escrituras siempre es infausto, sometió tres reinos, al ocupar las provincias de los griegos, de los francos, que sobrevivían bajo el nombre romano y domeñó con planta vencedora las gargantas de los godos occidentales y al intentar también deshacer el Decálogo, es decir, la religión universal y el número, que en la mayoría de los casos es usado para todo […]».

(Álvaro de Córdoba)

La revista Verde Islam, en un monográfico dedicado al 11S ese mismo otoño de 2001, se marcaba un editorial en el que “lamentaba” los acontecimientos ocurridos en Nueva York del siguiente modo: “Hemos lamentado profundamente la muerte de esos ciudadanos inocentes que estaban en las Torres Gemelas el día 11 de septiembre del año 2001. Lamentamos también el millón de niños fallecidos en el mundo en ese mismo mes de septiembre, los cientos de civiles afganos que están pereciendo bajo las bombas inteligentes de los norteamericanos y sus aliados, la denominada ‘coalición global contra el terrorismo’, que es como ahora se quiere justificar la extirpación de cualquier disidencia. Lamentamos el repugnante genocidio que está llevando a cabo Israel a través del gobierno de Ariel Sharon, a quien nadie parece atreverse a juzgar por crímenes contra la humanidad y nos resulta intolerable su impunidad. Lamentamos los quinientos mil niños muertos en Irak desde la Guerra del Golfo. Lamentamos y nos duele la política depredadora de Estados Unidos, su arrogancia, que está tratando de arrasar culturas, tradiciones y pueblos” (Verde Islam, Año 6, Nº 17, 2001, Editorial, p. 1).

Lamentaban así las muertes ocurridas en Manhattan, pero para poner de manifiesto la nimiedad que estas representaban en la balanza frente al peso, incomparable, desmesurado, que adquiere el número de víctimas mortales que ha generado el Occidente, con Israel y EE.UU. al frente, en su agresión permanente contra el islam. La acción sobre las Torres Gemelas fue un acto lamentable, sí, pero se produjo como respuesta defensiva (“desesperada”) a la agresión occidental, insinuaban desde Verde Islam, que estaba muy lejos de hacer justicia, muy lejos de “compensar”, la acción de injusticia prolongada contra el islam por parte de Occidente.

Recordemos una vez más que la justificación del 11S, por parte de los dirigentes de Al Qaeda en su momento, fue la de tratar de que no sucediera en Palestina “la tragedia de Al-Ándalus”: el 7 de octubre de 2001, en un comunicado retransmitido por la televisión qatarí Al Jazeera, y que escuchó medio mundo, Bin Laden sostuvo aquel célebre discurso en el que manifestaba que fue el brazo ejecutor de Alá el que había propinado a “América” ese golpe, sobre el WTC y el Pentágono, en compensación por el sufrimiento se supone incomparablemente mayor padecido por la “nación” islámica durante los últimos 80 años que duraba el conflicto en Palestina. De este modo Bin Laden amenazaba con seguir promoviendo la yihad contra “Occidente”, en general, pero apuntando directamente y en particular a dos objetivos: Israel, que representaba y sigue representando la “tragedia de Palestina”, y España, que igualmente representa la “tragedia de Al-Andalus”.

Israel y España, únicos territorios, junto a los Balcanes, en los que, frente al “kafre”, frente al “bárbaro infiel” (en la perspectiva yihadista), el islam perdió terreno desde su expansión a partir del 622. El “11” parece la cifra clave, y es que el “11” representa la superación de las Tablas de la ley mosaica y de los 10 Mandamientos cristianos. El “11” representa, algo así, como la superación, la superioridad de Mahoma frente a Moisés y Cristo (recordemos que el nombre completo de Al Qaeda era Frente Islámico Internacional para la Yihad contra Judíos y Cruzados).

En esta línea ideológica de Verde Islam, el 12 de septiembre del 2001 el periódico local El Diario de Córdoba venía encabezado con un alarmante titular que decía, en grandes letras: “Terror Global”. El periódico reflejaba en portada, con una fotografía de las Torres Gemelas de Nueva York envueltas en humo, la conmoción que supuso el acontecimiento que había tenido lugar el día anterior en Manhattan, y cuyos detalles y alcance aún no se conocían en toda su extensión (aunque ya se sabía, eso sí, la autoría islamista del ataque). Pues bien, en la sección de Cultura, de ese mismo ejemplar del día 12, aparecía una larga entrevista al filósofo francés, primero marxista y después convertido al islam (“la religión de los pobres”, decía él) Roger Garaudy, con ocasión del anuncio de la inauguración en Córdoba de la Biblioteca Viva de Al-Ándalus (de la que él era principal promotor).

La entrevista, concedida el día 10 de septiembre, aparecía encabezada con el siguiente titular entrecomillado: “El pueblo más racista del mundo es Israel, no los judíos”. En ella, naturalmente, se desplegaba toda una exhibición de los lugares comunes a propósito del “mito multicultural de Al-Ándalus” (armonía entre las “tres culturas”, etc.), y se hacía para cargar las tintas contra el “sionismo” y su cómplice norteamericano, no pudiendo saber Garaudy, claro, cuando concedió la entrevista, lo que iba a ocurrir al día siguiente, 11 de septiembre, en Nueva York y Washington.

Decía Garaudy, “Córdoba fue una de las grandes fuentes de la cultura europea, el centro de esa cultura. Córdoba fue un puente entre Oriente y Occidente […] Fue la gran expansión del islam y no por conquista militar. Vinieron invitados por los cristianos arrianos. El islam se introducía en las civilizaciones. Tenemos que evocar este pasado. Fue aquel un período de gran tolerancia. Hubo un enriquecimiento mutuo que hizo convivir las tres religiones”.

El filósofo francés se comprometía así con la tesis de Ignacio Olagüe (la no invasión islámica de la península), dando a entender que la expansión del islam no fue agresiva, sino más bien “revolucionaria” (en los términos de Olagüe, La revolución islámica de Occidente, ed. Guadarrama, 1974), representando la islamización un movimiento de liberación para la población hispana, arriana, frente al yugo católico (trinitario) visigodo. Sea como fuera, desde una concepción idílica y luminosa de la sociedad andalusí, como la de Garaudy, se pretende que el islam, como religión “de paz”, se ha expandido pacíficamente, liberando a los pueblos del agresivo oscurantismo judeo-cristiano. Ese “terror global” que se despliega sobre el Occidente, es una réplica (defensiva) a la injusta hostilidad (islamofóbica) que, permanentemente -esta es la coartada- se manifiesta hacia el islam, de tal manera que, continúa diciendo Garaudy, y como reafirmando ese carácter pacifista y transigente del expansionismo islámico, “fui siempre el defensor del diálogo de las civilizaciones”. Y lo dice después de haber afirmado, unas líneas más arriba, que los norteamericanos habían elegido “a un matador en serie”, en referencia al en aquel momento recién nombrado presidente estadounidense G. W. Bush. Igualmente, respecto a Israel, decía Garaudy, unas líneas más abajo, “ha elegido a Ariel Sharon para que continúe con la violencia”, como si Israel tuviese una voluntad deliberada (maniquea) de desatar la violencia en aquel escenario.

Vemos aquí pues, cómo opera pro domo sua el mito de la pacífica y armónica al-Ándalus, en una situación además especialmente dramática como fue la que se produjo el 11-S, dando cobertura y respaldo exculpatorio al terrorismo islamista al convertir la acción terrorista en una “justa respuesta” a la agresión previa, que tanto el sionismo como su principal cómplice, la Administración norteamericana, ejercen, al parecer, constantemente sobre el islam.

De esta manera, y con este respaldo doctrinal, también un día 11, pero ya de marzo del 2004, actuará de nuevo el yihadismo, esta vez en España, buscando poner en funcionamiento todos estos resortes ideológicos, que ya estaban activados y funcionando a pleno pulmón, y tratar, así, de influir, en ese caso, en las elecciones que se celebrarían tres días después. El yihadismo quería castigar a un Gobierno, el de Aznar, que se había mostrado diplomáticamente muy beligerante en favor de la Administración norteamericana (la foto de las Azores) cuando esta decidió, con G. W. Bush a la cabeza, intervenir militarmente, primero en Afganistán, y después en Irak. Un 11 de marzo que es, por cierto, el día de San Eulogio, obispo de Córdoba y principal figura de los mártires cordobeses (“este fue el combate hermosísimo del doctor Eulogio, éste su glorioso fin, éste su tránsito admirable. Eran las tres de la tarde de un sábado, 11 de marzo de 859”, dice, de nuevo, Álvaro de Córdoba). Sea como fuera, el día 14, en efecto, se producía, como todos sabemos, ese “vuelco electoral”, ese castigo al Gobierno de Aznar buscado por el yihadismo, experimentando el electorado español un proceso de metamorfosis por el que de una mayoría absoluta del PP (en el 2000) se pasaba a una mayoría simple del PSOE (en 2004), dando la posibilidad de formar gobierno al socialista José Luis Rodríguez Zapatero (que había prometido, como punto estrella de su campaña, la “retirada de las tropas de Irak”). Y se produjo porque caló entre el electorado ese victimismo islamista de la agresión occidental. En rigor, claro está, no se podía hablar de “vuelco electoral”, pues no podía transformarse lo que aún no había tenido lugar. Se trató, más bien, de un desvío producido sobre una tendencia (“vuelco de tendencia”, eso sí) existente en el cuerpo electoral español al decantarse finalmente en las elecciones por una mayoría simple favorable al PSOE, cuando los sondeos, anteriores al atentado, ofrecían invariablemente un resultado favorable al PP. Es más, existe una prueba que afecta a parte del voto escrutado en esas mismas elecciones de marzo de 2004, que es el voto por correo, y que depositado con anterioridad al atentado daba mayoría al PP. Si a ello añadimos que en los resultados de las elecciones inmediatamente anteriores a las celebradas el 14 de marzo del 2004, nos referimos a las municipales y autonómicas del 2003, no se apreció cambio alguno sustancial, a pesar de que ya arreciaba en ese momento el movimiento del “No a la guerra”, es claro que la transformación tan abrupta a favor del PSOE se debió a la influencia del gran atentado.

En definitiva, estos dos grandes atentados han marcado la política global, y particularmente la española, muy sensible a la ideología del mito de la “luminosa” Al-Andalus, que está actuando como factor troyano, quintacolumnista, en un escenario nuevo, el producido tras la caída del muro de Berlín, en el que, en efecto, se ha consolidado la hegemonía norteamericana, pero en el que también asistimos, por decirlo con Lenin, al “despertar de Asia”.

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