jueves, marzo 28, 2024
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¿Cómo nos mienten y manipulan? Crítica al lenguaje político – Por Koldo Salazar

La crítica en un sistema político es una necesidad y una obligación. En España hemos visto el desarrollo de una pseudodemocracia en construcción a una democracia autoritaria y para ello voy a analizar, sin más, la estructura del discurso político.

En primer lugar encontramos en los oradores políticos españoles de cualquier partido un bajísimo nivel de dominio del lenguaje y sus significados metafísicos. Este nivel básico lo vemos en el uso del lenguaje jurídico, político o histórico. 

La falta de entendimiento del mensaje que se da es parecido al que Witgenstein, en sus investigaciones filosóficas, da en su proposición 156 […funcionar como una máquina de leer; quiero decir, leer en voz alta y correctamente sin atender a lo que se lee; quizás mientras su atención se fija en algo enteramente diferente…] esto vemos cuando de forma tan ornamental comienzan a pontificar de cuestiones que, como todos vemos, no entienden.

Al mismo tiempo de su falta de comprensión lectora por incapacidad o desgana, nos encontramos con la repetición constante de frases hechas que funcionan como aforismos, son frases cerradas, contundentes y grandilocuentes en las que se esconden falacias viciadas disfrazadas de eslóganes. Rithy Panh en su libro “La Eliminación” sobre el genocidio camboyano que le tocó vivir bajo Pol Pot da una frase corta pero muy contundente que explica lo que quiero desgranar en este artículo: “El eslogan sustituye al pensamiento”.

¿Cómo construir y hablar en eslóganes?, en primer lugar hay que tener en cuenta al receptor. El populismo es el primero de los pasos que se sigue para la modificación del lenguaje y crear nuevo pensamiento, de nuevo Wittgenstein proposición 5.6 del Tractatus Logico-Philosophicus “los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”.

En este momento el objetivo es la creación del nuevo mundo a través del nuevo pensamiento pero esto no es gratis, necesita del crédito, los oyentes deben creer en la solvencia del que habla, especialmente desde el punto de vista moral y ético. Ahí el político sin argumentos ataca a través del populismo básico: un discurso ornamental, maniqueo, moralista y moralizante, furibundo, lleno de ira y de promesas cuya función es establecer un estado de recepción en el oyente convertido, ahora sí, en masa. Eso, bombardeado de forma constante a través de los medios de comunicación y las redes sociales e internet logra politizar la vida.

Politizar la vida no es otra cosa que llevar la paranoia y el delirio a la mente de la masa, poseerlo y modificar su modo de pensar y expresarse. Eso se logra mediante la educación y el bombardeo informativo cuyo objetivo es la desmoralización del oyente por la saturación de información ideologizada constantemente. El objetivo es romper su cohesión mental y su relación con su entorno histórico. 

Esta ruptura implica la negación de la esencia psicológica de su propio ser y su identificación con su sociedad así como la pérdida de la capacidad de distinguir elementos que no vengan prefijados en la propia ideología generando un efecto rechazo hasta que pase por el filtro mental de la ideologizada mente. En paralelo a la desmoralización ha ido la educación en las escuelas. El procedimiento es como sacar agua de un cubo con un vaso y, al mismo tiempo, llenarlo de aceite con el mismo. Es una sustitución del pensamiento. Una despersonalización de las ideas propias, que pasan a dejar de existir, ya que la idea que se introduce está ya “cocinada”. El objetivo de esto es precocinar ideas para que sean implantadas.

Para ello el objetivo es el ataque a la memoria colectiva y a la memoria principal. El acto de la memoria es el acto de recordar, sin embargo el objetivo de recordar el hecho histórico está en la modificación del entendimiento de esa memoria histórica algo que por definición implica el vicio tendencioso de la misma. El entendimiento, como acto de asimilar información, es viciado precisamente por aquellos que desean controlar el pensamiento a través del sentimentalismo y una subjetividad manifiestamente maniquea sobre cuestiones innecesarias que están, en gran parte, fuera del contexto de la realidad que acontece, pero que refuerza con mensajes de injusticia histórica acaecida las posiciones del emisor de información. Obviamente en ese maniqueísmo el bueno es nuestro emisor y el malo es el otro, la víctima somos «nosotros” (una colectividad salida de la nada, creada ad hoc) frente a los “otros” (otra colectividad creada ad hoc) que nos oprime etc…

Al mismo tiempo y en paralelo viene el acto de la modificación del lenguaje para poder terminar el nudo con el que atar trigo y cizalla. En este caso estamos lejos aún de la neolengua de Orwell, aunque ya estamos en el lenguaje inclusivo y el lenguaje políticamente correcto.

Estos lenguajes provocan cambios en la redefinición de los sustantivos, que son las palabras que describen la realidad. Mauthner (junto con Chladenius o Humboldt) habla de cosmovisiones filosóficas a través de modelos lingüísticos. Mundo adjetival, sustantivo y verbal. El mundo sustantivo (substantivische welt) para Mauthner era aquel que recogía la sensación momentánea pero, también, el ser, la permanencia y la substancia de ahí que la llamara “mundo metafísico”.

Curiosamente son los sustantivos, como portadores de la primera descripción del mundo y de los conceptos abstractos, donde la nueva dictadura ha volcado su poder redefiniendo sentidos, conceptos y significados, manipulando la gramática y sacando géneros donde no los había (miembros y miembras es un ejemplo o la sustitución del sustantivo todo, toda por tode, todx etc…). Sin embargo, en paralelo a la redefinición de los conceptos (que puede ser natural por el devenir del tiempo como en la palabra cínico, que define hoy algo radicalmente opuesto a lo que quería definir al principio), nos encontramos con el uso tendencioso de los adjetivos.

Para Mauthner, de nuevo, el mundo adjetival (adjetivische welt) es el acceso a la experiencia y las acciones, es el mundo físico, no hay conceptos que redefinir en el adjetivo pero su uso tendencioso sí puede apuntalar la redefinición conceptual de los sustantivos y, por ende, del lenguaje y el pensamiento. No olvidemos que el adjetivo complementa al sustantivo al otorgar más información acerca de él.

El abuso de estas trampas tendenciosas sirve para condicionar el pensamiento. Sin embargo estas no son las únicas. Hemos visto que, sin embargo, el lenguaje inclusivo no está aceptado por la RAE al considerarse que escribir en lenguaje inclusivo es escribir mal porque no es ni siquiera una koiné (una lengua artificial creada por dialectos pertenecientes a una lengua real) sino una forma burda de nuevo lenguaje que no usa nadie, es una versión cutre del esperanto que sale de la estulticia ideologizada que nace de la izquierda indefinida y de las clases liberales acomodadas siendo muy bien acogida por ciertos sectores de la clase media muy ideologizada.

En este sentido, sin embargo, es mucho más peligroso el lenguaje políticamente correcto que se basa en una serie de líneas rojas ideológicas que han calado en la sociedad y en el individuo. Decir que un senegalés es negro está mal visto socialmente porque se considera ofensiva. Para eso se crea la neopalabra de función político-ideológica “Subsahariano” que no aporta nada a la lengua ni a la exactitud de la realidad que se quiere dar porque subsahariano es una categoría geográfica, no racial por lo que no cumple su función en el lenguaje de describir una realidad lo más fielmente posible porque hay subsaharianos que son árabes (los tuareg o los árabes de las costas de Tanzania o Zanzíbar), de Oceanía (tribus malgaches en Madagascar) o blancos como los bóer, pero es que también hay negros “suprasaharianos” como en Europa, por ejemplo ¿les llamamos afroeuropeos como ya se les dice en Estados Unidos “afromaericanos”?..¿Alguien llama a Biden o Raúl Castro euroamericano?. Son categorías absurdas. 

Esto a nivel social, a nivel personal está la autocensura:  la interiorización de estas reglas y el miedo a ser señalado por el poder o por la colectividad como un tipo irrespetuoso o racista.

Hemos hablado de esto, de la redefinición de las palabras y la creación de nuevos sustantivos para ordenar una lengua política e ideológica que condicione el pensamiento; así como del uso tendencioso de los adjetivos como refuerzo conductista sólo que aquí el condicionamiento no es por un estímulo físico sino lingüístico. El adjetivo pasa de complementar al sustantivo a condicionarlo e ideologizarlo reforzando el doble lenguaje del discurso político: desacreditar al rival con la redefinición del sustantivo y el uso del adjetivo como refuerzo negativo y, al mismo tiempo, usar la misma fórmula pero con la definición “políticamente correcta” del sustantivo modificado, redefinido o de nueva creación reforzada positivamente por el adjetivo. 

Sin embargo el discurso por muy manipulado que esté en los términos léxicos, gramáticos y semánticos que hemos explicado debe tener consistencia y lógica. La lógica en este caso está viciada por los propios términos del lenguaje usado, por ejemplo. La estructura lógica debe ser un silogismo, es decir: premisas (discurso-exposición) y conclusión (cierre – promesa electoral), la conclusión del argumento debe ser válida. 

Si algo tiene el discurso político es que no es especulativo sino concreto, real. La izquierda indefinida en su unión con el liberalismo al llevar el nuevo discurso al plano social subvirtió el orden y los conceptos concretos de la política llevándolo a cotas altamente especulativas, casi trascendentes, al tratar temas como la identidad, el género, la sexualidad, englobando todo ello en derechos. Esta trampa hizo que todo el espectro político quedara atrapado en un limbo metafísico que intenta imponer sobre masas sociales a través de la ideologización de la comunicación, la educación o las redes sociales de forma dictatorial clasificando lo que sí se puede decir y lo que no así como establecer de qué forma se puede hablar sobre las cosas permitidas. En pocas palabras una dictadura que no permite que emerjan discursos argumentados que destruyan la construcción falaz de su ideología artificial y artificiosa.

Debido a esto las premisas en sí y en el debate es la propia conclusión, es decir, la exposición constante al argumento nunca puede consumirse en la conclusión.

¿Por qué? porque la premisa argumentada debe confluir en una conclusión concreta que, además, debe ser válida, es decir políticamente realizable. Al ser potencialmente realizable, la verdad de la misma se consume en la realización del acto pero, como hemos visto antes, el populismo democrático (que ya criticaba Platón) lleva a la realización de silogismos irrealizables porque el argumento nunca se consume…, en España seguimos hablando de la Guerra Civil (1936-1939) o de Franco (1939-1975) en pleno 2021 manteniendo vivo un espantajo.

¿Cómo se apuntala entonces la realidad de las promesas falsas?: la falacia.

La falacia es un argumento que está viciado en lógica, es decir parece válido pero no lo es porque es tendencioso y se hace con conocimiento de causa ya que la falacia, en el mundo de la política, no existe desde la ignorancia, la falacia forma parte íntegra y motivada del discurso. Esto es lo que conforma la estructura básica del discurso político: es humo, está vacío. La falacia es su motor. 

Toda su estructura lógica, semántica, gramatical está manipulada y viciada porque su objetivo no es la verdad ni la realización de un proyecto realizable sino que la base de su argumentación está en la desacreditación del discurso del competidor pero, sobre todo, en persuadir mediante la manipulación usando el simbolismo, el sentimentalismo o las reducciones etc…hay muchas falacias. El objetivo es fidelizar votantes al máximo para que secunden proyectos políticos perversos que sólo benefician a ellos.

Esto no es nuevo. Platón hace más de dos mil años criticaba duramente el sistema democrático ateniense. Este sistema hacía (y hace) que la mayoría que ganaba en el voto, aunque fuera por uno sólo, se convirtiera en una tiranía para que los que perdían. No olvidemos que por votos se condenó a Sócrates a beber la cicuta o se eligió al asesino Barrabás frente a Jesús de Nazareth.

Sin embargo, el gran alumno de Platón, Aristóteles, en sus refutaciones sofísticas, clasificó las falacias lógicas (vicios intencionados de la misma) y esa forma de analizar este fenómeno es el que me ha permitido identificar parte de la estructura tendenciosa del discurso político que estamos viendo constantemente y por cuya perversidad la sociedad española está en franco conflicto. ¿Ahora entienden el ansia por eliminar la filosofía de las aulas y de la vida educativa y social?.

Sin embargo más allá del conflicto esta estructura de lenguaje es muy corrosiva porque afecta directamente a la cosmovisión de nuestra realidad por manipulación reforzada por condicionamiento, de ahí que el sujeto acabe extasiado y convencido de su líder y lo defienda contra todo y contra todos, la fidelización del voto a través de esta artimaña del discurso es eso, hipnotizar al individuo, captarlo y cooptarlo psicológicamente para que apoyen sus políticas de forma febril politizando su vida y todo lo que le rodee para ser un guerrero de la ideología todo el tiempo.

 De hecho esto me recuerda, para ir cerrando el artículo, a Saruman (el personaje de El Señor de los Anillos) que siendo el más poderoso de los cinco magos que llegaron a la Tierra Media su poder más peligroso y potente era la voz y los ardides de sus argumentos que convencían a todos o a casi todos. 

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