sábado, abril 20, 2024
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¿Cómo funciona el mercado eléctrico en España?

Todos los entresijos del complicado mercado eléctrico en España y por qué pagamos tanto por nuestra luz 

El camino físico de la electricidad es complicado, pero nada en comparación con lo que supone el proceso económico que atraviesa la misma, todo un enigma para la mayoría de las personas.

Las claves del mercado eléctrico

La energía se trata de un servicio esencial en la economía moderna y es necesario que funcione de manera fiable e ininterrumpida.

Todos estos peculiares requisitos llevan a que existan diferentes criterios técnicos y económicos para decidir qué centrales generarán la energía en cada momento y a qué precio. Por una parte se prima el principio de la libre competencia para que a los consumidores les llegue el precio mínimo posible, pero por otra parte es necesario garantizar el suministro y la viabilidad del sistema continuamente.

Aunque las estimaciones que se realizan suelen ser bastante exactas, es imposible predecir perfectamente la demanda de electricidad, ya que está sujeta a las decisiones particulares  de los consumidores, como es obvio. Es decir, puede que un día pongas la lavadora a las 15:00 horas y al día siguiente no lo hagas, o lo hagas a las 18:00 horas.

El pool o la «Bolsa de valores» de la energía

El pool (o mercado de producción de energía eléctrica) es como la «Bolsa de valores» de la energía. Todas las variables en la demanda que hemos descrito anteriormente se concentran en el pool, que es gestionado por un operador del mercado, en España el OMIE (Operador del Mercado Ibérico de Energía – Polo Español). La cosa comienza a complicarse un poco, ¿no?

El pool tiene varias sesiones en las que se negocia la energía y se ajustan las cantidades programadas una vez fijado el mercado diario. En el mercado eléctrico diario, todos los generadores de energía (térmica, nuclear, renovables…) presentan sus ofertas de venta de energía para cada hora del día siguiente y a su vez las comercializadoras y grandes consumidores presentan sus ofertas de compra, es decir, una gran fábrica puede prever que al día siguiente consumirá X energía durante X horas.

Además, para rizar aún más el rizo, existen las llamadas «interconexiones internacionales», que viene a ser un mercado de mercados. Si nuestra energía es más cara que la de otro país, importamos, mientras que si es más barata, exportamos. Por si te pica la curiosidad y te lo estás preguntando, España últimamente tiene un saldo neto importado, así que sí, nuestra energía es muy cara.

Como es un mercado marginalista, todos los productores cobran el precio fijado por la última central que entra al sistema. De tal manera en que hay horas en las que las renovables y nucleares hacen que el precio se quede a cero mientras que otras es la energía hidráulica la que fija el precio.

¿Por qué a veces el precio es cero y en nuestra factura no se nota?

A determinadas horas, el precio de la electricidad puede ser muy bajo o incluso llegar a cero. Esto sucede cuando se ofrece más cantidad de electricidad (a coste cero) que demanda hay en ese momento. Pero, desgraciadamente, esto no significa que producir electricidad sea gratis, solo se trata de un momento puntual del sistema eléctrico. 

Aunque exista este fenómeno, la factura no varía por dos motivos principales:

  • Las horas en las que el precio de la electricidad es cero son muy pocas en relación a todas las horas que tiene un mes o un periodo de facturación y lo más normal es que esas horas en las que el precio sea bajo o cero, ocurran durante la noche, cuando la demanda es baja. Los consumidores domésticos consumimos electricidad durante el día, mayoritariamente.
  • Solo una parte de la factura corresponde a todo este embrollo que acabamos de explicar, al mercado eléctrico. En torno a un 35%. Lo demás está regulado por el Gobierno.

Como resumen, siendo consumidores domésticos, no deberíamos preocuparnos tanto por el precio del poolya que los cambios en el mismo pueden producir una diferencia de 2 o 3 veces al mes. El resto está en manos del Estado. Alrededor de un 30% del dinero de nuestras facturas va a parar al mercado eléctrico, lo demás se distribuye entre impuestos y costes regulados (distribución, pagos por capacidad, interrumpibilidad, etc).

 

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