jueves, abril 25, 2024
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Ciclogénesis explosiva en La Moncloa

Pocas dudas caben sobre los malos vientos que corren últimamente en el palacio presidencial ocupado por Sánchez. Sin ánimo de exhaustividad, he aquí un pequeño listado de las malas noticias que corren por sus pasillos pésimas perspectivas electorales en Andalucía para el candidato sanchista; desenmascaramiento del maquillaje de las cifras de empleo cocinadas por Yolanda Díaz; crisis de Pegasus y poco honorable entrega de la cabeza de la directora del CNI; abismo creciente entre las diversas fracciones del Gobierno; progresivo aumento de la desconfianza de sus socios de investidura; caos en los aeropuertos españoles provocado por una nueva muestra de la ineficacia de Marlaska; empeoramiento de las previsiones económicas para España que elabora la OCDE (en crecimiento y en inflación) …

Pero a todo ello ha venido a unirse la decisión adoptada por Argelia en orden a suspender el Tratado de Amistad y Cooperación con España, consecuencia directa de la injustificada por injustificable decisión personalísima del presidente de nuestro Gobierno de modificar copernicanamente la posición española sobre el Sáhara. Posición que, bueno es recordarlo, mantenía España desde hace medio siglo y que ha sido abruptamente cambiada sin conocimiento previo ni de las Cortes Generales ni de la inmensa mayoría de los miembros del propio Consejo de Ministros. 

Desde que la sociedad española conoció por la prensa marroquí la genuflexión realizada por Sánchez ante el monarca alahuita, han sido dos los rumores que circulan por los cenáculos políticos como posibles causas de la rendición. El más extendido apunta a la existencia previa de un chantaje a nuestro presidente.  Así, según el citado rumor, es la información extraída de su teléfono móvil lo que habría posibilitado el citado chantaje. Con menos insistencia, otro rumor señala a la posible concurrencia de intereses económicos de carácter personal -familiar- como motivo de la rendición adoptada.

Lo cierto es que, hasta ahora, la única explicación oficial consiste en afirmar que el cambio de postura supone poner fin a un conflicto histórico con Marruecos al tiempo que evitar el riesgo de la pérdida de españolidad de Ceuta y Melilla. Sobre la segunda cuestión, desconocíamos que hubiera tal peligro más allá de la histórica pretensión de Marruecos de anexionárselas, pero en todo caso, tras rendirse Sánchez ninguna renuncia ha hecho al respecto el soberano marroquí, por lo que en este punto estamos como estábamos. En lo que respecta al fin del conflicto hispano-marroquí, es factible que así haya sido, pero a costa de generar otro: el de España con Argelia.

Como no podía ser de otra manera, los monclovitas se apresuraron a afirmar que la dimensión del nuevo conflicto España-Argelia sería limitada y que, por supuesto, no afectaría a las importaciones de gas que realiza España procedentes de Argelia. La realidad parece desmentirles, porque la suspensión del Tratado de Amistad y Cooperación así como la posterior decisión del gobierno argelino sobre las relaciones comerciales entre ambos países han puesto en cuestión su afirmación. En efecto, en el momento actual existen dudas sobre las garantías del futuro suministro de gas argelino, pero no existe ninguna respecto a que el precio que haya de pagarse por importarlo será mayor. De nada sirve lo manifestado por la ministra del Ramo, Teresa Ribera, relativo a que los acuerdos firmados están suscritos por sociedades mercantiles toda vez que la argelina es una empresa pública y, por lo tanto, sujeta a las órdenes del Gobierno de Argel.

En definitiva, y hablando en términos coloquiales, la rendición ante Marruecos supone haber hecho un pan con unas tortas. Además de haber arrojado por la borda la dignidad nacional, los inconvenientes materiales que nos va a acarrear son iguales o superiores a las posibles ventajas que se nos auguran. No puede así entenderse porqué se ha hecho salvo, claro está, que sea cierto alguno de  los rumores que circulan por los cenáculos.

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