jueves, abril 25, 2024
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China, un torbellino urbano

Los chinos están produciendo un torbellino urbano que nos está poniendo a los demás a girar en su órbita geopolítica, con el desconcierto de EE.UU. y Rusia

Según la conocida definición aristotélica, el hombre es un “zoón politikón”, es decir, un animal que vive en ciudades. Sin embargo, por lo menos desde este punto de vista fenoménico, el género humano no se reduce al género ciudadano, puesto que no toda la Humanidad ni habitó ni habita en el presente en espacios urbanizados. Fue en el año 2006 la primera vez que la mitad de humanidad pasó a ocupar poblamientos urbanos (ver Kaplan, El retorno de la Antigüedad), cifra que oscilará en aumento para llegar en el 2050, según se estima, al 85%.

Y es que a pesar de que la ciudad, como configuración institucional (cultural), cuenta con unos diez mil años de historia (Catal Hüyük, Jericó, etc), sin embargo, la generalización del proceso de urbanización de la vida humana, y por tanto el incremento de la población urbana, es un fenómeno relativamente reciente y que aparece totalmente vinculado a la Revolución industrial. Desde una perspectiva global, planetaria, la inmensa mayoría del espacio urbano no tiene más de cincuenta años, siendo este un efecto directo del desarrollo industrial.

En cualquier caso, este incremento demográfico urbano estimado para la primera mitad del siglo XXI convierte al siglo XX, si la tendencia se mantiene, en el último de una Humanidad mayoritariamente rural (convertido en un globo “vaciado”). En el siglo XXI las ciudades tendrán, pues, un protagonismo sin precedentes en cuanto que, bien en el seno de los núcleos urbanos ya “en marcha”, bien en el seno de aquellos que surjan ex novo, va a tener lugar la transformación de masas ingentes de población rural en población urbana, con todo lo que ello implica, hasta que prácticamente se produzca, en efecto, la ecuación plena entre hombre y urbanita.

En este proceso creciente de urbanización de la vida humana, China está teniendo, desde luego, un papel principal, y es que esa transformación variará de un modo decisivo dependiendo de las políticas demográficas y urbanísticas de este gigante asiático.

China es ahora mismo, sin duda, el “centro del mundo” de la urbanización. A partir sobre todo de las reformas introducidas por Deng Xiaoping, y que cristalizan con Jiang Zemin, la población de China se está vertiendo desde el campo a la ciudad a pasos agigantados. De alcanzar las cotas más bajas del mundo relativas al nivel de urbanización durante la época de Mao, la superficie urbana de China ha crecido desde los años 90, a una media de algo más de un 2% anual, pasando desde un 20% de superficie urbana en los años 90 a un 42,6% en 2001 (4.089.000 de km). Del mismo modo en esa década la población urbana se ha incrementado en un 10,3%, pasando de un 27,4% en 1990 al 37,7 en 2001. Unas cifras que sólo se pueden comparar con Gran Bretaña durante el s. XIX, pero que afectan a una masa de población mucho mayor. Y es que el número de inmigrantes rurales en las ciudades chinas en la última década del siglo XX ha sido de 150 millones, a los que hay que sumar otros 170 millones en la primera década del siglo XXI. El rápido crecimiento de las ciudades chinas se produce, pues, ya que su crecimiento vegetativo es “desacelerado” (por la política de control demográfico de los últimos gobiernos chinos –penalización a las familias con más de un descendiente-), por la inmigración procedente del extenso y populoso campo chino.

Es decir, y, en conclusión, casi mil millones de personas viven actualmente en las 1.003 “ciudades” chinas en el año 2021, convirtiéndose China, lo está siendo, en la gran “hacedora de ciudades” del s. XXI.

Hace años se decía, hiperbólicamente, que si los chinos diesen todos simultáneamente un paso adelante, la Tierra podría cambiar su órbita. Pues bien, lo que sí han hecho los chinos, y aquí no hay hipérbole, es pasar a vivir del campo a la ciudad, casi 800 millones de personas en escasamente 20 años, lo que está produciendo un torbellino urbano que, en buen a medida, nos está poniendo a los demás a girar en la órbita geopolítica de China, con el desconcierto de EE.UU. y Rusia.

Es, en definitiva, el “despertar de Asia”, que no hay quien lo pare.

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