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La Canícula que ya no existe

Durante décadas las siete semanas de la Canícula eran sinónimo de molicie y fiesta. Ahora son los momentos en los que se afilan los dientes los legisladores, trapaceros y los subversivos de pelaje indeterminado.

La Canícula que ya no existe

En la lejana infancia, cuando lo único que quedaba para pasar el tiempo era pensar y ensoñar los futuros que se avecinaban, cuando la prensa venia en papel y repleta de serpientes de verano, nos encontrábamos el perfecto elemento, primero infantil, para darle vida a persecución de todo elemento silvestre, fundamentalmente Culícidos; y luego ya en edad más paciente buscar diferencias entre toda la familia de dípteros nematóceros entre otros:  Anopheles, Culex, Psorophora, Ochlerotatus, Aedes, Sabethes, Culiseta y Haemagogus. 

Vamos, la caza del mosquito que en cada amanecer nos dejaba varios recuerdos en nuestra piel. Como ahora otros “mosquitos” nos secan el alma aprovechando la dificultad de que superemos la necesidad humana de raciones de “Pan y circo”

Eran épocas en las que hasta la maldad tomaba respiro y parecía estar también “sesteando”; a excepción claro está de los irredentos incendios que asolaban los campos, y los indecentes sujetos que los provocaban, bien por negligencia, por estupidez, o para lograr recalificaciones y bastardos procesos de enriquecimiento. También existían esos seres casi de ensoñación y mitológicos, que eran los pirómanos, ocasionales o permanentes, que estaban hechizados por el ”cruel encanto del fuego”.

Eran momentos, sin duda que no debemos añorar por que no eran en ningún caso “épocas áureas”, pero que ahora ya están transformadas, aunque no se bien desde cuando, en temporadas de acecho y preparación para comenzar el eterno baile de insultos, crisis y cambios de poderes fácticos, con la misma naturalidad con la que el Otoño venia a poner orden en nuestra temperatura. Añoro, sabiendo que me miento y me hago trampas en mi propio solitario, un momento en el que todo parecía quedar en tregua.

Ahora ya, oficialmente se cierran universidades, congreso, senado y hasta juzgados, pero en verdad veo un frenesí creciente de ruido de marejadilla, rolando a marejada, de fuerza seis a siete, y que deja rastros claros de que las cosas se hacen de otra manera.

Los indicadores están claros para el que los quiera ver. Las vacaciones se trocean de forma irregular en quincenas, semanas alternas, días sueltos o cualquier composición que mantenga “caliente” el motor del sistema económico y social. Ahora los hijos, otrora losas “durante casi 3 meses” son enviados por sistemas varios y “lanzados” a peregrinar entre abuelos, campamentos, pueblos y amigos que fuerzan a sus progenitores a acoger a niños como los suyos, pero que a veces te hacen ver que los tuyos no son tan malos.

Veo que lo que antes era para mi repaso de tareas, y cumplimiento de actividades propias de cualquier hijo de vecino, ahora se transforman en toque de retreta, revista de armas y municiones, y sobre todo una ávida busca de señales de por dónde vendrán los siguientes embates que se han de convertir en los “problemas que florecen tras la siembra estival”.

Ahora las gentes de buen hacer se esmeran en no perder lo ganado y en administrar lo que les queda; los del mal hacer preparan nuevos “juegos de manos” para seguir timando a votantes, adeptos, simpatizantes y todo aquel que como mosca a la miel quede pegado de sus “cantos de sirenas”. Poco tiempo me queda para pertrecharme para los siguientes “disparos”, pues ni munición, ni armas, ni siquiera las “lentes que monto para mis señalamientos”, parecen valer durante mucho tiempo; mutan los camuflajes y mejoran las estratagemas de engaño para que no se les “vea el plumero”, de tal manera y modo que hemos de estar de acecho permanente para ser rápidos en delatar sus acciones.

Resulta cansado y en ocasiones doloroso que siempre se esté clamando en aparentes desiertos, o en páramos en los que la gente ya con sobrevivir tiene suficiente como para encima pedirles compromiso. Como decían antes “el que se mueve en la foto no sale”.

Quedarse hoy fuera de encuadre puede hacer que, en poco tiempo, se pase de la vida sosegada, a la zozobra y a la caída a plomo en lo económico, reputacional y en lo social. Por lo que es de necesidad hecha virtud, que el silencio, la no significación e incluso la connivencia mirando a otro lado, sea el tono habitual. No podemos juzgar a quien no sabe si llegará a fin de mes, o que espera agazapado como liebre asustada, la siguiente andanada en el BOE, en los pactos de concesiones entre fuerzas sociales, y que siempre, no se cómo nos las apañamos, resultan medidas lesivas y cortoplacistas para el común de la ciudadanía.

Pedir que en canícula la gente esté pensando en estas cosas es poco menos que indecente, como lo es no ser consciente que los afortunados que tenemos tribuna, “armas”, y recursos suficientes, nos debemos a una doble obligación: una dar gracias por poder hacerlo, y dos no ser hipócritas vendiéndonos a cualquier “bandería” para llegar a más gente o con mayor predicamento. Son acciones y actos envenados que juegan con nuestro ego y con la influencia que deseamos tener o creemos desear.

He de decir que tengo la suerte de tener a algunos pájaros carpinteros en mi entorno que no cejan cada día de recitar el memento mori . A ellos debo la poca firmeza o acierto que tengo en la denuncia de lo que como formalista me parece digno de reproche, y también por qué no, lo que debe ser alabado.

En Canícula no se cambiaban gobiernos, había pacto tácito de no sacar leyes trascendentes, modificaciones estatutarias, principios reguladores, e incluso nadie osaba hablar o proponer modificaciones sobre leyes orgánicas de la función pública, o sencillamente reformas que se hacen por decreto dado que los “custodios del sistema” (aunque en verdad lo son de su aforamiento) también están de preparativos igualmente torticeros o disfrutando de un nada merecido asueto a veces a costa de erario público.

Me queda sólo seguir sufriendo los rigores de estas fechas, convertirme en “galgo tras conejo mecánico” sin cejar en la carrera, pero al que nunca alcanzo, y comprometerme a gastar todo recurso que tenga en renovar las “herramientas de análisis” de la realidad circundante, sus consecuencias y sus “personajillos” facilitadores de estupro, desvío de fondos o inductores al suicidio económico de una parte de la ciudadanía.

Estaré atento, contando con la ayuda que destilan los comentarios que siempre recibo con humildad; y que me permiten variar de rumbo, reconocer sombras en mis razonamientos, o despistes en la interpretación o señalamiento de personas, acciones y trapacerías.

Como ya no hay “serpientes de verano” y lo que queda son actividades que buscan la sombra para actuar sin claridad o decencia, lo que a mi me queda es “quedarme sin descanso” para intentar dar la talla cada semana en esta su tribuna.

Delatar pues, los cambios sin consenso en los títulos más incomodos de la constitución, la pretensión de modificar leyes sobre tratamiento de información reservada sin consciencia de lo que es “cultura de inteligencia y defensa democrática”, el continuo cercenar la independencia judicial con palos que retrasan su renovación, las sucias intermediaciones fuera de los procesos de legitimidad y transparencia en las contrataciones… todo aquello que por que tengo la suerte de poder detenerme a analizar, puedo compartir con ustedes, y acierte o yerre, sea al menos por no estar quieto. Pues prefiero “no estar integrado a estarlo a costa de la libertad de otros”. 

Y no es que me crea mejor, es que tengo pánico a que mi abuela Evelia se levante de su nicho y me corra a golpes de zapatilla por toda la eternidad, por incumplir la promesa hecha de “devolver a la sociedad el doble de lo que me dio”.

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